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'Unos tragos de más', el spaghetti-western que se rodó en Montserrat y triunfa en el lejano oeste

Una escena del cortometraje rodado en Valencia 'Un trago de más'.

Javier Cavanilles

València —
18 de septiembre de 2024 14:17 h

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En Monserrat (Valencia) solo hay mineros y forajidos, y ni Salvador Hueso ni Luis Valls Martí tienen las uñas negras. Ellos son más de resolver los asuntos a la antigua usanza, a golpe de pacemaker. Y han querido dejar testimonio de su filosofía en Un trago de más, un cortometraje del oeste que bebe directamente de Sergio Leone, y que ha conseguido hasta cuatro premios en los festivales en los que se ha presentado. Ahora, cuales vendedores de aceite de serpiente, van viajando de pueblo en pueblo de la Comunidad Valenciana para presentarlo. La próxima cita será el 21 de septiembre en Olocau, a las 19 h., en la Casa de la Cultura.

El proyecto ha sido toda una travesía del desierto. Hueso y Valls se hicieron amigos en el tatami mientras aprendían taekwondo y, amén de su amor a las artes marciales, les unió su afición al cine. Un día, hace ya más de veinte años, se hicieron un juramento: algún día harían una película de vaqueros. Y en el oeste, la palabra dada es un documento. Durante años la idea fue como un chascarrillo entre ellos hasta que Luis —en cuya familia ver Una de l’oest, de Canal 9, era un rito diario— decidió que había llegado el momento.

«A mí me gusta el western, pero todo el cine en general; a Luis le gusta todo el cine en general, pero sobre todo el western. Al hacernos un poco mayores, tener algo de dinero, y saber algo más de cine es cuando dijimos: adelante», explica Salva, coguionista de Unos tragos de más. De momento, ese sueño ya ha tenido recompensa: secleccionado para nueve festivales y premio al mejor corto y premio del jurado en el Tucumcaria Film Festival de Nuevo México, mejor cortometraje en el Seashell International Film Festival de Lazio (Italia) y finalista en el Golden Dust Film Festival de Sonora (México).

La decisión llegó por casualidad, pero llegó para quedarse. Un día, paseando por las montañas de Montserrat, Salva encontró el escenario ideal, una versión de la terreta de John Ford en el Valle de la Muerte. «Ya tenemos el decorado», le dijo a Luis. Ya solo faltaba todo lo demás. El siguiente paso fue, como si de un golpe se tratara, juntar a la banda y ver cómo el proyecto crecía casi solo.

Al principio, pensaron conformarse con un móvil para grabar, pero se les presentó la oportunidad —y la aprovecharon— de contar con una cámara profesional. «Al principio, la idea era no complicarse mucho la vida, pero a medida que íbamos avanzando la gente se apuntaba a echarnos una mano. Por ejemplo, el vestuario iba a ser prácticamente de los chinos, pero la madre de Luis es modista y se prestó a ayudar, y el resultado es totalmente profesional», apunta. Boro Ruiz y María José Viñals aportaron el material especializado, mientras Luis, auténtico hombre orquesta, se encargó también del talonaje, el CGI y el montaje.

Colts y güisqui, mejor no mezclar

Unos tragos de más cuenta la historia de un grupo de ciudadanos de Olok-Cow que deciden contratar a un veterano pistolero para que les ayude a borrar del mapa a unos forajidos que han tomado la costumbre de asaltar los bancos locales y dejarles sin un dólar. De momento, solo ha podido capturar a uno —y darle su propia medicina—. Ahora necesitan a Parche, tan conocido como carente de escrúpulos cazador de recompensas, para que les ayude a acabar con los demás. Al principio, en el primer encuentro saltan chispas, pero nada que un buen lingotazo de güisqui no pueda solucionar. Pero ya se sabe que la botella suele esconder los problemas al fondo.

La historia estaba más o menos clara desde el principio, pero el guion había que perfilarlo un poco. «Eso lo hicimos adaptándonos a los actores fue iban a participar». Y otra vez, como una As en la última mano, la fortuna les volvió a sonreír. «Tuvimos la suerte de que se subieran al carromato dos actores profesionales, que hacen que el nivel del corto suba mucho». Se refiere a David Herrera (en el papel de Mecha) —que se ha subido a las tablas para interpretar, entre otras, Arsénico por compasión o La tercera palabra y es autor de La Valencia eterna— y Héctor Juezas (que interpreta al jefe de la banda), conocidos por haber aparecido en series como Vestidas de azul, La ruta o Cómo mandarlo todo a la mierda.

Tanta ayuda tuvo su recompensa, explica Salvador. «Al final, se puede decir que apenas nos ha costado un puñado de dólares, pero en los festivales, cuando la gente lo ve, no se cree que nos haya salido tan barato. Hay quien se piensa que ha costado diez veces más». No exagera, el nivel es absolutamente profesional.

Salvador y Luis no pueden ocultar su satisfacción al ver el recorrido que está teniendo su corto, ese que nació casi como una broma entre amigos. Hasta la fecha, Luis tenía algo de experiencia gracias, principalmente, a un corto, a La Taronga o Handtrick, que rendía homenaje al cine negro y al de superhéroes, con una visión no apta para menores, aunque ambos ya habían colaborado en el videoclip de influencia anime Travelling man. Salva, en cambio, solo se había puesto tras las cámaras para Piedra, papel y tijeras, un corto de serie Z que grabaron de un tirón en una noche con su amigo Adrián Domínguez hace años. Todo el material puede verse en su Instagram Inabnoc Estudios.

Salva está muy contento con el resultado, pero no saben si volverán a meterse en otro proyecto así, aunque no será por falta de ganas (en todo caso, por falta de productora). Él y Luis tienen algunos guiones guardados que no han tendido mucho recorrido, pero ven difícil compaginar su profesión con otro rodaje. De este se queda con las anécdotas, como que tuvieron que ir a las cuatro de la mañana poder aplanar el terrano para que los coche, con el material, pudieran aparcar o cuando Freekles, el caballo, decidió que ya estaba bien y se fue trotando del rodaje a su casa.

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