“Verá, tengo la desgracia de estar siempre contradiciéndome a mí mismo”. Periodista o lo que surja. Feminismo y sarcasmo a partes iguales.
'Princesas' y 'machirulos': los estereotipos de género en el cine, a debate
“Puedes hacer mil campañas por la igualdad y Crepúsculo te lo desmonta todo”,“50 sombras de Grey es un modelo nocivo”. Son algunas de las conclusiones de las jornadas ‘Princesas, Feminazis, Superhéroes y Machirulos’, organizadas por seis alumnas del máster de gestión cultural de la Universitat de València. Cuatro profesores universitarios y una activista feminista analizan el concepto de género y su papel en el cine y las series.
El amor romántico todavía tiene peso en la ficción audiovisual y entorpece los avances en igualdad según consideran los docentes. “El cine ha creado un modo de representar el discurso amoroso que es falso, pero que pasa por real. Cuando la realidad no se corresponde con lo que hemos visto, nos sentimos frustrados”, explica Áurea Ortiz, que imparte Historia del cine en la Universitat de València. “El problema del estereotipo es que también afecta a los hombres. De el superhéroe, el liberador… es terrible”, recuerda Juan Rodriguez, profesor de sociología y antropología.
Para los docentes, el boom de las series y de las plataformas online como Netflix y HBO es ese hueco de esperanza en las producciones audiovisuales que, a su parecer, ofrece mayor libertad a los creadores y se dirige a otros públicos. En su opinión, el medio condiciona el mensaje. Big Little Lies, Orange is the new black o El cuento de la criada son algunos de los ejemplos de mirada femenina que aplauden.
Este relativamente nuevo entorno ha influido en la gran industria, en la que aún persisten los estereotipos de género, pero en la que también comienzan a aparecer algunos cambios. “Obviamente con unos parámetros más conservadores en Hollywood que desde otro entorno, pero es -la industria- plural y de vez en cuando se ven fisuras y el discurso no es monolítico. No hay superhéroe fuerte de una pieza ni princesa frágil de una pieza”, apunta Aurea. Para Alicia Moragues, activista, el cambio de paradigma se ve en la factoría Disney, referente para millones de niños. “Frozen no es Blancanieves. Ellas ya no son un complemento de un hombre. Ahora hay películas infantiles donde las las princesas no se acaban casando, son empoderadas, tienen superpoderes… son protagonistas de su propia historia”, comenta. Para la activista, la evolución se debe a un intento de capitalización del movimiento feminista por parte de las corporaciones, que lo entienden como un nicho de mercado. Según opina, las mujeres que crecieron en la segunda ola del feminismo ahora demandan estos contenidos. Un cambio de abajo a arriba, describe su teoría.
En la determinación de una película como feminista o no tiene mucho que ver qué feminismo se defiende. Este artículo de The Atlantic defiende que “las feministas liberales probablemente consideren que las películas de X-Men son feministas porque cuentan con superheroínas que luchan junto a los superhéroes, aunque vivan en un mundo gobernado por hombres”. Las definiciones son tan variadas dentro del propio movimiento que es difícil considerar una única visión. La película Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017) ha sido uno de los últimos casos sobre los que gira esta pregunta. ¿Puede considerarse una película feminista porque hay una mujer empoderada o está sexualizada? “Yo creo que las dos cosas”, responde Aurea. “Para muchas mujeres se ve como una mujer empoderada, dueña de su destino y en la película se ve su punto de vista. En el plano visual, está sexualizada. Sí, es una mujer que está buena, pero también es otras muchas cosas. Objetivamente, no pasa nada por estar sexualizada. El problema es la mirada que se aplique”, explica. “El feminismo ha llegado para complejizar”, bromea en referencia a los distintos niveles de análisis. Otro ejemplo: Mad Men. Una serie con un punto de vista masculino, en el que “la masculinidad de él se deconstruye mientras todas las mujeres de su alrededor crecen”, apunta.
El ejemplo de Mad Men (Matthew Weiner, 2007) sirve a los profesores para aclarar algunos conceptos. Tendemos a confundir en los análisis conceptos como machismo con sexualización de los personajes, punto de vista masculino, feminismo con mirada femenina, sexismo o la lectura de género. “El cine, las series, tienen que contarnos como vivimos, así que tiene que tener un discurso de género. Algunos lo abordan de manera crítica y directa y otros asumen el género de otras maneras. No tiene que ocupar el centro del relato”, apunta Antonio Garcia, profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
Existen herramientas interesantes para determinar si una película es sexista o reproduce estereotipos de género, pero los analistas coinciden en que no se puede tratar un film como un todo y que requiere de múltiples lecturas en diferentes dimensiones. Además, apuntan, tendemos a confundir conceptos como machismo con sexualización de los personajes, punto de vista masculino, feminismo con mirada femenina, sexismo o la lectura de género. “El cine, las series, tienen que contarnos como vivimos, así que tiene que tener un discurso de género. Algunos lo abordan de manera crítica y directa y otros asumen el género de otras maneras. No tiene que ocupar el centro del relato”, apunta el profesor de la UCM.
¿Qué elementos hay que tener en cuenta para determinar si una película es machista, feminista o tiene un discurso de género? No existe una receta mágica, pero sí hay algunos ingredientes. Un punto de vista femenino, que las mujeres ocupen el espacio, proponer unas relaciones igualitarias y abordar de forma crítica los conflictos o no reproducir desigualdades sin cuestionarlas son algunos de los aspectos que proponen. Alicia, sin embargo, propone unas herramientas que, sin ser decisivas, ayudan a diferenciar: el test de Bechdel, el síndrome de Pitufina y el test de cosificación. El primero nace de una tira cómica y, para evaluar la brecha de género, propone tres filtros: deben aparecer almenos dos mujeres, deben hablar entre sí en algún momento y la conversación entre los personajes femeninos no debe basarse en un personaje masculino. El segundo se refiere a la consideración de lo masculino como lo normal y lo femenino como lo raro o extraordinario. El tercero, también llamado test de objeto sexual, consta de siete preguntas como si se muestran solo partes del cuerpo de la mujer o si esta es vejada o presentada como objeto a intercambiar.
La mayoría de películas que llegan a la gran pantalla no pasarían estos tests. AAdemás, se discute sobre la efectividad de los mismos, dada la complejidad para analizar una película como un producto de una sola lectura. Nunca la tienen. La propia creadora del test de Bechdel reconoció que era un mecanismo que se le ocurrió para determinar en qué película valía la pena gastarse el dinero, un objetivo bastante lejano del que se le atribuye. A nivel discursivo, tampoco domina el discurso de género. Sin embargo, los docentes coinciden en que, aunque el cine no sea una industria feminista, cada vez aparecen más personajes femeninos y en posiciones de mayor poder. “Tendemos a pensar que solo hay un camino y eso no es así. Tiene que haber superheroínas y mujeres guapas y complejísimas y malas y mediocres y de todo. Tiene que haber productos cinematográficos de todo tipo. No hay un camino para ser feminista”, sentencia Aurea.