La política de refugiados: nosotros no somos como ellos
«La migración es una expresión de la aspiración humana por la dignidad, la seguridad y un futuro mejor.
Es parte del tejido social, de nuestra condición como una familia humana»
Ban Ki-moon (Secretario General de Naciones Unidas)
El día 20 de junio el mundo entero celebra el Día Internacional de la persona refugiada, conmemoración que arrancó en el año 2001, cuando la Asamblea Nacional de Naciones Unidas decidió reconocer cincuentenario de la constitución del Estatuto del Refugiado.
Las migraciones son tan antiguas como la humanidad, pero es conveniente recordar que la migración internacional ha crecido desde el comienzo de este siglo, calculándose que en la actualidad unos 232 millones de personas buscan en países distintos al suyo nuevas oportunidades de mejorar su vida y desarrollar sus conocimientos. Alrededor de la mitad de ese colectivo son mujeres.
No obstante, como sabemos, persona refugiada es aquella que se ve obligada a migrar por encontrarse en estado de necesidad. Según ACNUR, la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados, en todo el mundo hay casi sesenta millones de personas refugiadas y desplazadas -20 millones de ellas son refugiadas, y más de la mitad son niños- a causa de los conflictos y la persecución y esta cifra sigue aumentando, puesto que estamos construyendo un mundo cada vez más injusto, más desigual, menos democrático, con menos maestros y menos escuelas, con mayores desequilibrios medioambientales; generando un ambiente idóneo para el desarrollo de más conflictos y más guerras, más graves y con mayor impacto poblacional. Todo esto va a provocar durante los próximos años millones de desplazamientos forzosos en busca de un lugar digno donde las personas puedan rehacer sus vidas. . Paralelamente, asistimos a un incremento, tanto de la retórica 'antirrefugiados', como a restricciones cada vez mayores al asilo. Algo tan sencillo como que todos los niños refugiados tengan acceso a la educación, que se garantice a todas las familias refugiadas un lugar seguro donde vivir, o que se garantice que todos los refugiados puedan trabajar o formarse para adquirir nuevas competencias y así poder contribuir positivamente a sus comunidades, es cada vez más una utopía, porque ni siquiera el derecho al estatuto de refugiado o asilado se está protegiendo hoy en Europa.
Desde los inicios de la civilización, hemos tratado a los refugiados como merecedores de nuestra protección, coherentes con la obligación humanitaria fundamental de dar cobijo a quienes huyen de la guerra y la persecución. Pero a día de hoy, nosotros, los países europeos, estamos contraviniendo esa tradición, presentando a los refugiados como intrusos, parados o terroristas. Esta es una visión falsa, demagógica, inmoral y que vulnera los derechos humanos más elementales y las obligaciones internacionales contraídas a través del derecho Internacional Humanitario y de Asilo, como acertadamente ha señalado António Guterres, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.
Desgraciadamente, la Unión Europea no está liderando la solución de la crisis de los refugiados sirios, pero también es verdad que los estados son soberanos para decidir si quieren acoger refugiados o no. Aunque la Unión Europea está siendo el paraguas donde todos y cada uno de los países se esconde para justificar el incumplimiento de sus propias constituciones, la desprotección de los derechos fundamentales o el incumplimiento de los tratados y convenciones internacionales sobre asilo y refugio, nada impide a ningún país de la UE acoger a cuantos refugiados desee, al igual que lo ha hecho, por ejemplo, Canadá.
Reconocemos y apoyamos la labor de las personas e instituciones, entidades y ONGs que, como CEAR, el SJM o tantas otras, trabajan duramente en conseguir una protección digna para toda persona refugiada en España, a la vez que mantienen con valentía y coherencia, la denuncia, desde la objetividad de los datos y el convencimiento moral, de todos los atropellos que las personas refugiades están sufriendo.
Durante demasiado tiempo las estrategias públicas ante las personas migrantes y refugiadas, en Europa, y en España también, han estado marcadas por la ausencia de reconocimiento de la importante contribución de la migración y el refugio al desarrollo, por una ausencia de preocupación para facilitar un flujo de personas seguro y por la escasez de ayuda en cooperación al desarrollo. Unas políticas que demuestran la alarmante desnaturalización y el vaciamiento del derecho humanitario y de asilo en Europa. En España, estas estrategias se caracterizan también por una pobre protección jurídica, económica y social: La denominada Ley de Extranjería, la existencia de los Centros de Internamiento de Extranjeros, la obsesión por el control de flujos o las deportaciones forzosas, la ausencia de desarrollo reglamentario de la ley de asilo, etc. deben ser revisadas de inmediato. Además, deben promoverse normas y recursos que favorezcan la inclusión y la promoción personal, social y laboral de las personas migrantes, que incluyan la protección de todos sus derechos, así como estrategias de prevención del racismo y la xenofobia y de fomento de la interculturalidad e interreligiosidad. En este día internacional del refugiado, más que nunca, manifestamos nuestra determinación a terminar con centros como los CIE, donde se priva de libertad y criminaliza a personas por no cumplir normas administrativas, cuando es el propio Estado quien está incumpliendo la legislación vigente en materia de derechos humanos. Estos centros solo tienen dos nefastas funciones, ser un aparato represor para que algunos ciudadanos crean que el Estado tiene mano dura y es capaz de controlar los flujos, y conseguir la sumisión de las personas desplazadas a través del miedo y la vejación.
La protección a las personas refugiadas y migradas es una de las grandes asignaturas pendientes de los estados europeos. Es prioritario conseguir el reconocimiento de los derechos sociales para todos los seres humanos. Y es prioritario facilitar el trayecto y la acogida a las personas refugiadas, especialmente las que provienen de zonas de conflicto armado. Pero las competencias en materia de refugio y asilo son, como es sabido, de carácter estatal, lo que provoca que las CC.AA. no tengan acceso directo a la información, ni puedan negociar sobre el posible aumento de número de personas refugiadas acogidas en nuestra comunidad, ni puedan decidir cuándo vendrán o dónde se ubicarán.
El Consell ha diseñado y preparado la ‘operación esperanza’ para la acogida de personas refugiadas en nuestra Comunitat. La dotación de recursos para el traslado (un buque cedido por la naviera Balearia), una red de municipios solidarios y la aportación solidaria de ciudadanos y ciudadanas, de momento se ha visto frustrada por el impedimento del Gobierno central a su puesta en marcha. Pese a disponer de las infraestructuras y recursos necesarios para su acogida (viviendas, albergues, plazas escolares, protección de salud,…), no han podido venir a la Comunitat los refugiados que deseábamos porque el Gobierno no lo ha permitido. No obstante, continuamos trabajando, por ejemplo, en la remodelación de la Xarxa de oficines per a persones migrants i refugiades, donde ampliamos presupuesto y competencias a los municipios, y abriéndolas al trabajo con los refugiados que hasta ahora no existía.
Tenemos que prepararnos con los brazos abiertos y seguir solicitando que vengan refugiados, porque nosotros somos un pueblo digno, generoso y solidario, un pueblo que respeta los derechos humanos y que se niega a firmar o apoyar acuerdos o tratados internacionales vergonzosos; porque somos un pueblo rico, diverso, heredero de muchas culturas y porque queremos serlo aún más. Parafraseando al escritor Khaled Hosseini, “Juntas, juntos, tenemos que asegurarnos de que el derecho, la humanidad y la compasión triunfen sobre el miedo y la intolerancia”.
Helena Ferrando i Calatayud es directora general de Inclusión Social.
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