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CV Opinión cintillo

Slomo, un elogio envenenado de la explotación sexual

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El Benidorm Fest que se celebró el pasado 29 de enero en la capital de la Marina Baixa arrastra polémica. Unos han dicho que ha habido trampa, que el resultado estaba arreglado por simpatías y amistades con el jurado; otros, bien pocos, que la letra de la canción ganadora, SloMo, no cumple con los principios de la Guía de Igualdad de la Corporación RTVE. Queremos centrarnos en este último punto, en el carácter vejatorio y discriminatorio contra las mujeres que desprende el tema del autor Leroy Sánchez que canta Chanel. Los avances conseguidos durante años de políticas públicas por la igualdad, la no discriminación y los esfuerzos de empoderamiento de mujeres y niñas desaparecen en unos minutos. Porque, efectivamente, la letra de esta canción es una apología de la explotación sexual y no es cualquier tema musical como tantos otros que existen, es la canción que ha ganado un concurso televisivo, organizado por un ente público como es Radio Televisión Española, que elige la canción que debe representar a España en el Festival de Eurovisión y que, por lo tanto, ha tenido y puede tener en el futuro inmediato una masiva difusión, al menos a nivel europeo. El Benidorm Fest ha sido cofinanciado por RTVE, la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de Benidorm. SloMo, dice literalmente expresiones como estas:

“Llegó la mami, la reina, la dura, una bugatti, el mundo está loco con este party; si tengo un problema, no es monetary, yo vuelvo loquito a todos los daddies; Yo siempre primera, nunca secondary; Apenas hago doom doom, con mi boom, boom y le tengo dando zoom, zoom...Te gusta todo lo que tengo, te endulzo la cara en jugo de mango. Se te dispara cuando la prendo, hasta el final, yo no me detengo... Pa romper cadera, romper corazones, solo existe una, no hay limitaciones, y si aún no me crees, pues me toca mostrárselo...”

Con un tono desenfadado, edulcorado y como si fuera lo más normal del mundo, esta canción habla del sugardaddismo, un peligroso negocio que consiste en facilitar citas entre mujeres, especialmente jóvenes, y hombres mayores con alto poder adquisitivo (los daddies de los que habla la canción). En esta relación se pacta lo que se denomina eufemísticamente como “citas transaccionales”: los hombres (los sugar daddies) proporcionan a las mujeres (las sugar babies) dinero, recursos y experiencias de alto nivel de vida a cambio de acompañamiento, de poder lucirlas y exhibirlas públicamente y de vivir la fantasía de tener una pareja joven y atractiva con posibilidad de disfrutar de sexo. Un negocio que se gestiona desde plataformas de Internet en las que las mujeres se graban de forma gratuita y tienen ventajas adicionales si son universitarias y, los hombres, pagan una cuota mensual. Las mujeres son el reclamo del negocio, la materia prima de una explotación sexual enmascarada. El mercadeo crece aprovechando situaciones de paro, necesidad y vulnerabilidad. Las plataformas que se dedican a todo esto tratan de rechazar la etiqueta de prostitución, no solo con eufemismos, también con argumentos altamente preocupantes como que “la prostitución es una profesión y el sugardaddismo es un modo de vida”.

Ya puestos en situación volvemos a la letra de SloMo, que nos lo dice muy claro: “si tengo un problema, no es monetary. Yo vuelvo loquito a todos los daddies”. No hay duda que está hablando de estas prácticas de sugardaddismo . Unas prácticas que el concurso televisivo ha legitimado, esperemos que no de forma consciente, con el sello institucional de RTVE. Pero, además, el relato del tema musical posiciona a la mujer como objeto sexual y no como sujeto de deseo, a pesar de que recrea una peligrosa ilusión de empoderamiento. Peligrosa por falaz, puesto que bajo la apariencia de iniciativa y liderazgo hay una posición de subordinación y cosificación. La narración interpela a los interlocutores reclamando la mirada sobre ella, y se la refuerza de ese modo como objeto observado: “Take a video Watch it SloMo. ”Apenas hago doom, doom/ Con mi boom, boom / Y le tengo dando zoom, zoom“ expresa lo que les gusta a los observadores y en qué medida ella se ajusta o encaja en las preferencias masculinas (puesto que habla de daddies ). ”Make you, want more, more“ (Te hago querer más, más) insiste en la idea de que el centro son los daddies. Ella asume un papel secundario porque el propósito no es expresar su sexualidad, sino que se convierte en instrumento de placer de los otros, se convierte en una mujer cosificada. Cuando hablamos de ella no estamos hablando de la intérprete de la canción, no hablamos de la cantante Chanel, sino de la voz femenina del tema musical. El talento y el mérito de Chanel no están en cuestión, ni es ningún argumento de este análisis. Y tampoco se trata, en ningún caso, de evitar que las mujeres puedan mostrar su cuerpo, ni expresar libremente su sexualidad. Se trata, sencillamente, de lamentar y denunciar públicamente que se está legitimando la explotación sexual desde un concurso televisivo, que, de forma casual, se ha financiado con dinero público.

No hay duda de que la canción contraviene principios y valores fundamentales de protección de mujeres y niñas recogidos en la legislación autonómica valenciana, estatal y europea. Hemos detectado al menos 15 normas y códigos que se vulneran, entre los cuales el propio código de responsabilidad corporativa de RTVE, las leyes valencianas de Igualdad, de Publicidad Institucional y del Sector Audiovisual, las leyes orgánicas sobre Igualdad de hombres y mujeres y la de Protección Integral contra la Violencia de Género, el Código Deontológico de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación de las mujeres (Cedaw), el Convenio del Consejo de Europa sobre Prevención y Lucha en la Violencia contra las Mujeres, la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, y la Convención Europea de los Derechos Humanos. Todas estas normas y textos legales tienen el compromiso de velar por las buenas prácticas y de rechazar y eliminar todo aquello que suponga discriminación y generación de relatos machistas, de violencia contra las mujeres y tratamientos e imágenes que las cosifiquen, que contengan comercio sexual o fomento de la prostitución.

Y a pesar de que las bases que regulan el festival de Benidorm 2022, en su apartado d) dicen: “Serán motivo de rechazo y exclusión las canciones y candidaturas que utilicen lenguaje inapropiado u ofensivo, mensajes o gestos políticos o similares, o cualquier tipo de publicidad que pudieran sufrir el riesgo de ser expulsadas de Eurovisión”, Slomo se ha llevado el premio porque ha obtenido el apoyo de un jurado profesional, el del Benidorm Fest, que actúa en representación de un ente público, RTVE, y para una propuesta que se mostrará como representación oficial de un país. ¿Es que la letra de esta canción, que además de no cumplir la legislación, representa lo que es la sociedad valenciana y española y lo que queremos ser? Si observamos el voto de la ciudadanía, no. Solo el 3’97 % de los votos populares telemáticos optaron por esta canción.

Lo más preocupante de todo, por encima incluso de la legalidad, es que se están malgastando y rebajando gravemente los enormes esfuerzos que se están llevando a cabo desde diferentes ámbitos, fundamentalmente el del sistema educativo, para sacar del imaginario infantil y adolescente los estereotipos que sexualicen y cosifiquen a las mujeres y que suponen una agresión a su dignidad y a los derechos fundamentales, a su estatus social y a sus oportunidades en igualdad. Las canciones son una herramienta fundamental para luchar por una mejor sociedad, justamente por la capacidad de influencia que tiene la música entre la juventud y la infancia. No podemos evitar la difusión de todas las canciones inapropiadas y ofensivas que esparcen con su lenguaje estereotipos engañosos y peligrosos, pero todavía se puede evitar que esta, que se ha saltado todos los filtros, sea consumida en representación de España por millones de personas. Las instituciones y los gobiernos no tendrían que consentir un retroceso como este en la lucha en favor de los derechos de las mujeres y de la humanidad en general.

*Anna Gimeno, Empar Marco, Àlvar Peris y Carmen Carretón son miembros del Consell Audiovisual de la Comunitat Valenciana

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