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El sindicalismo alerta contra la extrema derecha: “La democracia está bajo ataque en todo el mundo”

Mesa redonda del congreso organizado en València por la Fundación 1º de Mayo.

Lucas Marco

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El Congreso Sociedad, Derechos y Extrema Derecha: la sombra del capitalismo en el siglo XIX, organizado por la Fundación Primero de Mayo en València, ha cerrado su última jornada con una mesa redonda de sindicalistas de varios países del mundo que han relatado sus experiencias frente al auge de la extrema derecha, desde la etapa de Jair Bolsonaro en Brasil o Giorgia Meloni en Italia, entre otros lugares. El debate, moderado por Ofelia de Felipe, del Instituto Paz y Solidaridad de la Fundación 1º de Mayo, ha puesto en común las respuestas de las organizaciones sindicales frente a la consolidación de la ultraderecha en Europa y América Latina.

La brasileña Lucilene Binsfeld, directora ejecutiva del Instituto Observatorio Social, ha repasado las consecuencias del Gobierno anterior de Jair Bolsonaro, con una “devastación ambiental severa” y el incremento de los ataques contra los pueblos indígenas y contra los defensores de los derechos humanos y el aumento de la violencia contra las mujeres y de la intolerancia religiosa.

Binsfeld ha alertado de la “monetización de contenidos extremistas” y de la falta de regulación en las redes sociales, que propicia las 'fake news'. “Con el avance del modelo neoliberal, la extrema derecha se ha ido fortaleciendo internacionalmente”, ha alertado. También ha pedido “unir esfuerzos para reforzar la democracia y el internacionalismo” para “construir estrategias contra los retrocesos”. “La democracia está bajo ataque en todo el mundo”, concluye Lucilene Binsfeld.

El italiano Sergio Bassoli, del área de Política Europea e Internacional del sindicato CGIL, ha contado la experiencia del sindicalismo bajo el Ejecutivo de la ultra Giorgia Meloni. La desunión de la izquierda, ha advertido, es una “autopista para la derecha”.

“Hay una fuerte preocupación democrática en Italia” por la intención de la extrema derecha de cambiar la Constitución, “producto de la resistencia y de la salida del nazifascismo en Italia”, y las reglas de cohesión del país. Y, más grave aún, “pasar de un sistema parlamentario a un sistema presidencial” y “desarticular los equilibrios en los poderes del Estado”, sin aceptar la independencia del poder judicial. Además, de “modificar la memoria histórica del país”.

“Ya no es un tema sólo laboral, está en riesgo la democracia”, ha concluido Bassoli, quien ha apostado por la defensa de la paz desde Europa.

Internacionalismo anticolonial y antirracista

El francés, Romain Descottes, del departamento de Internacional del sindicato CGT, tampoco ha pintado un panorama muy optimista en el Hexágono. Descottes ha destacado que la ultra Marine Le Pen cuenta con 89 diputados —“jamás pasó en la historia francesa”, ha apostillado— en la Asamblea Nacional. También ha desgranado la “proximidad sindical” del Rassemblement national (antiguo Front National, fundado por Jean Marie Le Pen): un 22% de los votantes del partido ultra francés no ven contradicción entre pertenecer a un sindicato de clase como CGT y votar a la extrema derecha.

“El 35% de los obreros y empleados votaron a favor de Marine Le Pen”, ha recordado. Sin embargo, el sindicalista ha responsabilizado en mayor medida a la derecha francesa y ha recordado que el expresidente de la República Nicolas Sarkozy fue el “primero que usó el lenguaje de la extrema derecha”. El discurso tóxico de la ultraderecha “se normalizó a una escala de masas”.

Romain Descottes ha apostado por explicar en el mundo del trabajo que Marine Le Pen vota en contra de todas y cada una de las medidas sociales a favor de la clase obrera. También ha apostado por un internacionalismo anticolonial y antirracista.

La intervención de Cristina Faciaben, secretaria confederal de Internacional, Cooperación y Migraciones de Comisiones Obreras, ha cerrado la mesa redonda con un repaso del trabajo del sindicato en España contra la “estrategia global” de la extrema derecha y sus similitudes en varios países del mundo, como los ataques institucionales o el uso de las redes sociales.

“Somos conscientes de que los sindicatos y lo que representamos somos objetivo número uno”, ha advertido Faciaben, quien ha apostado por una “actitud reactiva no solo defensiva”, que incluye la formación y la mejora de la capacidad de comunicación.

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