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Cómo cultivar rabanitos en la terraza ¡y atiborrarte con ellos todo el verano!

Un rabanito.

Eva San Martín

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Con la llegada del buen tiempo y la asfixiante subida de precios de los alimentos frescos, tiene sentido echarle un ojo al balcón, a la terraza y hasta a la azotea. Y plantearnos muy en serio: “¿qué podría plantar yo aquí, que además pueda comerme?

Un consejo: empecemos por lo fácil. Esto es: plantemos algo rico, que nos guste comer; sencillo de cuidar, y de crecimiento rápido, apto para impacientes. Pues bien: los rabanitos encajan en esta lista a la perfección.

Los rabanitos son una raíz crujiente, con sabor entre picante y dulce, deliciosos cuando los comemos crudos, en rodajas; por ejemplo, bien untados en aceite o en mantequilla salada, y acompañados por un vaso de vino blanco bien frío.

Hay más motivos para quererlos: los humildes rabinitos son uno de los cultivos más fiables y sencillos; y se adaptan al espacio que tengamos: bien sea una jardinera, unas bolsas de cultivo o un hueco libre que pida a gritos una planta. 

Y como son veloces, también resultan un premio para los impacientes: en esta época del año, apenas necesitarán entre cuatro y seis semanas para pasar de ser una pequeña semilla a convertirse en un crujiente y delicioso rabanito rosa o de color púrpura vibrante; ¡al que dé gusto hincarle en diente!

Rabanitos en la terraza y en maceta 

La primera opción, más clásica, es esparcir las semillas de rabanitos, tal cual, en una maceta alargada. No tiene por qué ser muy profunda: esta raíz es pequeña, y crece feliz en recipientes de unos 15 centímetros de profundidad.

Lo ideal es colocar una semilla de rabanito cada cinco o diez centímetros, para que pueda engordar a sus anchas. No hace falta contar un pulso imbatible ni con la precisión de un reloj suizo: cuando comiencen a germinar, podemos retirar con los dedos aquellas plantitas que hayan quedado demasiado juntas (técnicamente, clarear). [Aquí te contamos cómo empezar una huerta de autoabastecimiento, ¡sin romperte el lomo!]

En primavera, los rabanitos disfrutarán de un lugar a pleno sol. Pero, en verano, y cuando el calor aprieta, prefieren algo de sombra, de modo que la tierra permanezca fresca y húmeda. Si el suelo es muy cálido, suelen espigar, es decir, piensan en echar flor, y su sabor se torna menos delicado, más áspero y picante.

Planta rabanitos en grupo: ¡más comida en menos espacio!

Y existe otro modo de plantar rabanitos, mi preferido: el multisemillado. Para ello, colocamos entre cuatro o cinco semillas de rabanitos en un semillero de unos 3,5 por 3,5 centímetros. Esperamos a que germinen y que crezca en el semillero, durante unos diez días.

Después, sacamos todo el conjunto entero de pequeñas plantitas de rábano con su tierra, hacemos un agujero en una maceta amplia y las colocamos tal cual, todas juntas, en grupo, en la tierra. ¡Y listo! 

Los rabanitos crecerán felices en grupo, si tienen espacio alrededor. Y, si hay hueco suficiente, podemos colocar otro grupo de cuatro o cinco rabanitos cada 20 centímetros. ¡Más comida en menos espacio!

Rabanitos en la terraza: comida 'rápida', barata y saludable

Los rabanitos son unos entusiastas de la vida; no tardan el crecer y en premiar nuestro pequeño esfuerzo con comida. Para disfrutar de nuestros rabanitos todo el verano, solo necesitamos ir recogiendo el más grande del grupo, de forma sucesiva: retorcemos hasta extraerlo, con cuidado de no molestar a los demás. De este modo, dejamos espacio para que el resto de rabanitos siga engrosando. 

Y, para que no nos falten, a mitad o finales de verano, volvemos a empezar, porque que los rabanitos crecen también durante el otoño, aunque algo más despacio. O, si los recogemos todos, habrá que semillar cada dos semanas: ¡a cambio, no nos faltarán estos deliciosos y crujientes bocados en el plato durante los próximos meses!

¿Ves un pequeño pulgón negro? ¡Cubre tus rabanitos!

Los insectos disfrutan de los rabanitos tanto como nosotros, en especial, de sus tiernas hojas. Por eso, si vemos un pequeño pulgón negro rondando nuestras plantas, lo más sencillo es cubrirlas con una malla metálica o de tela fina, para preservar nuestros rabanitos solo para nosotros.

Y hay otro premio: ¡tanto las hojas como el tallo de los rabanitos son comestibles y deliciosos! Sobre todo, si los hervimos ligeramente para añadir a un guiso o les damos un salteado veloz. Si nos preocupa el aspecto rugoso de las hojas: basta con frotarlas con un poco de sal antes, ¡y listas para disfrutar!

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