Pepe Viyuela filma la historia de su abuelo, un refugiado “como los de hoy”

Desde que era un niño, en el hogar familiar de Pepe Viyuela flotaba la historia del abuelo republicano que había estado en un campo de refugiados francés, y ahora el actor se ha lanzado por primera vez a la producción de un documental para mostrar que los refugiados “son iguales en todas las épocas”.

“En mi familia había mucho silencio, pero la figura de mi abuelo Gervasio ha estado siempre presente en mi vida, pese a que murió once años antes de que yo naciera”, ha relatado en una entrevista con Efe Viyuela, que hoy presenta un avance de “Un viaje hacia nosotros”, dirigido por Luis Cintora, en la sección Cinco minutos de cine, el vigésimo primer Festival de Málaga.

Un día, cuando tuvo “la edad suficiente”, salió del ámbito familiar y empezó a buscar en otros lugares como archivos militares, donde encontró “cosas tangibles y no sólo palabras”.

Así supo, por ejemplo, por dónde salió hacia Francia en febrero de 1939 y todo se convirtió en “un regalo al encontrar el rastro del abuelo” y en “un tesoro para la familia, pero el documental abrió nuevas posibilidades”.

“Desde lo individual se puede acceder a lo universal, y la vida de alguien absolutamente anónimo a quien no conoce nadie puede servir para hacer reflexionar hoy sobre un problema que nos atañe a todos”.

Pepe Viyuela (Logroño, 1963) confiesa que hoy en Málaga “confluyen emociones muy intensas, al hablar del abuelo Gervasio en el Festival, cuando era una persona desaparecida y porque en el fondo quien habla en el documental es él”.

Es por tanto “una experiencia casi esotérica, como una güija en la que se ha invocado al abuelo Gervasio y ha venido a Málaga”, según el actor, que está convencido de que su abuelo “está muy orgulloso de este proyecto”.

El itinerario del abuelo se reconstruye al principio del documental, pasando por Belchite (Zaragoza), en cuya batalla participó, o por trincheras en las que probablemente estuvo, hasta acabar donde estuvo el campo de refugiados “y donde ahora hay un bosque que plantaron las autoridades francesas para olvidar la vergüenza de que allí hubo un campo”.

Ese itinerario sirve como “chispa y detonante” para volver al presente y presentar “una realidad actual que está ahí y a la que se le da la espalda, con refugiados que mueren en el Mediterráneo, los campos en Palestina, los kurdos en Irak, los somalís, los afganos o los saharauis”.

También cuentan con el testimonio de Luis Ortiz, un superviviente de 101 años que estuvo en el mismo campo de concentración de Gurs, en un barracón contiguo al de su abuelo.

“Oírle hablar fue una experiencia muy emocionante, como oír hablar a mi abuelo, contando cómo era el día a día en el campo, lo que comían, cómo llegaban hasta allí o qué sensaciones tenían”.

Todo ello hace ver “una realidad que no ha cambiado, la de la víctima, que es tan terrible como entonces, y que el hecho de vivirla es azaroso, porque podríamos ser cualquiera de nosotros, y cualquiera podría ser el abuelo”.

Han optado por “un tono poético y de buceo en la memoria, no de hacer un llamamiento violento ni a la insumisión”, para “remover la conciencia desde un lugar tranquilo y ser más hospitalarios con la gente que lo está pasando mal”.

“El hecho de recuperar imágenes de mi abuelo como miliciano republicano no es para atacar a los del otro bando, sino que tiene un tono conciliatorio para decir basta ya de guerras, que sólo provocan desgracias y situaciones así”.

“El punto de partida y de llegada es que los refugiados son iguales en todas las épocas y que todos podríamos serlo. Esto me ha hecho preguntarme si el abuelo se lo merecía, como los que son refugiados hoy, pero nadie se lo ha ganado a pulso, sino que son víctimas de unas circunstancias que podríamos evitar”.