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Caral se luce a 25 años de revelarse como la civilización más antigua de América

Personas visitan la exposición "Los valores de la civilización Caral", ubicada en el Ministerio de Cultura de Perú, el 24 de septiembre de 2019 en Lima (Perú).

EFE

Lima —

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Caral, la civilización más antigua de América, luce sus milenarios tesoros recuperados de sus ruinas al cumplirse 25 años de investigaciones arqueológicas sobre esta compleja sociedad surgida hace 5.000 años en Perú al mismo tiempo que otros grandes pueblos como Mesopotamia, Egipto, China e India.

La exposición “Los valores de la civilización Caral”, ubicada en el Ministerio de Cultura de Perú, contiene unas 500 piezas extraídas de los vetustos, polvorientos y monumentales edificios de grandes plazas hundidas y circulares que, en 1994, obligaron a reescribir el origen de las grandes civilizaciones en el continente americano.

Salidos de esas ancestrales construcciones, desperdigadas por el valle del río Supe, a unos 130 kilómetros al norte de Lima, se pueden apreciar toda una serie de objetos que permiten hacerse una idea bastante precisa del alto grado de desarrollo que alcanzó Caral durante sus más de mil años de existencia.

“Hemos tenido las condiciones humanas para crear una civilización tan antigua como las del viejo mundo”, valoró durante la inauguración de la exposición la arqueóloga peruana Ruth Shady, directora de la Zona Arqueológica Caral (ZAC), donde ha estado al frente de las investigaciones desde el inicio de las mismas.

La exhibición ofrece a través de once salas un completo recorrido desde los albores de Caral hasta su ocaso, acompañados de multitud de artículos que plasman la forma de vida de sus habitantes y su desarrollo político, económico, social y artístico.

Unas sencillas redes señalan que eran hábiles pescadores, unas rudimentarias flautas indican que tenían cultura musical y un conjunto de adornos revelan que eran eficientes artesanos en diversos materiales, en especial la arcilla y la madera.

Ahí destacan las piezas de la llamada dama de los 4 tupus, una mujer que fue enterrada con un manto sujeto por cuatro pasadores de madera tallados con especial precisión para representar animales, entre ellos aves y monos.

La representación de los primates apuntaría a que Caral tuvo contacto con otras sociedades de su época que habitaban a miles de kilómetros, pues esos animales solo podrían conocerlos de haber cruzado la cordillera de los Andes y llegar a la Amazonía.

Para despejar cualquier duda también hay unas conchas spondylus, cuyo valor en el Antiguo Perú era incluso superior al mismo oro y solo pueden encontrarse en las aguas tropicales como la costa de Ecuador.

Sin embargo, dos elementos brillan por su ausencia, pues su rastro es inexistente en estos 25 años de excavaciones arqueológicas. “No hay ciudades amuralladas ni tampoco armas, y eso es bien interesante como significado social y como mensaje no solo para nuestro país sino para el resto del mundo”, valoró Shady.

Se trata de la mayor prueba de que las relaciones exteriores de Caral fueron pacíficas, a pesar de tratar con culturas diferentes que se expresaban en idiomas distintos. Su visión era “beneficiarse todos sin acciones bélicas”, añadió la arqueóloga.

El rostro de los habitantes de Caral es uno de los elementos centrales de la muestra, que estará expuesta hasta el 17 de noviembre y cuyo ingreso es gratuito.

Destacan varias figuras hiperrealistas que recrean la apariencia que tenían los caralinos no solo gracias a los restos óseos hallados sino también a las múltiples figuras de barro o madera que recrearon a su imagen y semejanza.

“En Caral no se han encontrado sacrificios humanos pero, a modo de metáfora, utilizaban los cuerpos de estas esculturas que modelaban en barro no cocido”, explicó a Efe Edna Quispe, curadora de la exposición y subdirectora de promoción del patrimonio cultural de la ZAC.

La sala más amplia acoge una maqueta de 80 metros cuadrados que representa el núcleo de la ciudad sagrada de Caral, capital de esta civilización, que en 2009 fue declarada patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco.

El recorrido concluye con una sala dedicada a Vichama, la ciudad agropesquera que representa la crisis y colapso de la civilización Caral a causa de una gran sequía que esquilmó a la población, como quedó representado en sus edificios.

Este espacio recrea los impresionantes frisos de barro donde en relieve quedaron retratadas escenas de bailes rituales con decenas de personas esqueléticas, famélicas y casi cadavéricas, de estómagos vacíos.

Estas decoraciones, unidas a otras con sapos, serpientes y semillas antropomorfas que apuntarían al fin de esa sequía, han sido algunos de los últimos descubrimientos más relevantes realizados para conocer la historia de Caral, cuyo territorio todavía esconde secretos para entender a la civilización pionera de América.

Fernando Gimeno

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