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Cinco “extraterrestres” aterrizan en la plaza del pueblo

Miss Beige agarra su bolso delante de la muralla del pueblo madrileño de Buitrago

Rocío Niebla

Buitrago de Lozoya —

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El río Lozoya rodea el pueblo de Buitrago somo serpiente en rosca. En la Edad Media, la villa creció protegida por el foso natural del río y solo requirió una muralla fina. Una señora vestida color beige pasea los 800 metros de muro durante media mañana de este abrasador domingo de septiembre. Entre los turistas que leen los rótulos de información, la mujer de pelo lacio, gafas generosas, bolsito agarrado como la Queen Elizabeth (con las dos manos) y guantes de primera comunión pasa casi desapercibida. Y así seguirá siendo hasta que dos chicos con ropa negra asimétrica y pelos coloridos lanzan las primeras fotos a Miss Beige y dos octogenarios con bastón en mano se preguntan si “es monja o se ha casado y, ¿dónde está el novio?”, si “sale en el telediario y por qué le hacen fotos a... la inglesa o francesa o catalana, ¿de dónde será?”.

La Plaza del Castillo luce de fiesta. La escuela municipal de música de Buitrago ha sacado sus mejores intérpretes y un niño toca a la trompeta lo que podría ser Te conozco, Bacalao de Héctor Lavoe. Luego vendrá una pianista teenager con trenzas a lo Alicia Keys dándole paso a una banda de padres que entonan melodías de charanga. Estamos en el décimo día (y pueblo) del Festival de Escenas de Verano. Arte vivo en Las Villas. El festival consiste en llevar a cinco performers, rompedores creadores actuales de la intervención en vivo, a once localidades de la Comunidad de Madrid, compartiendo el espacio con artistas y artesanos locales.

En la otra esquina de la Plaza del Castillo, sentada en una silla de madera y mimbre, Mari Carmen encaja bolillos al mismo ritmo que se comen las pipas: “La charanga es una religión en este pueblo”, dice. “Ver a la gente de la escuela de música tocar me hace feliz porque estaban en horas bajas, casi a punto de cerrar”, añade. En una mesa, Mari Carmen expone sus imponentes creaciones: una sábana bordada con uvas y copas de vino, unos tapetes “para poner encima candelabros” y tres diademas de ganchillo con estética “Ibiza hippy”. Mari Carmen dice que cuando el Ayuntamiento le invitó a exponer sus “costuras” en este día del “arte vivo” se sintió muy halagada: “No tenía yo muy presente que esto fuese arte. Pero aquí estoy, creando en directo”. Se ríe y se sonroja.

Detrás de la comunión entre el arte del tapete y el videoarte, entre la charanga y el mapa de sonidos de los pueblos que está registrando en directo Rev Silver, se encuentran los comisarios Juan Gómez Alemán y Rosa Ureta: “Tenemos una galería en Madrid de performance. Abrimos La Juan Gallery hace casi seis años pero queríamos sacar el arte a los pueblos”, explican, bajo la idea fuerza de llevar la performance a todos los rincones porque “de momento el público es muy reducido, y si no se viene ellos no vendrán”.

“En lugar de aterrizar cinco extraterrestres en una plaza de pueblo pensamos que sería mejor trabajar con la comunidad y mezclarlos con los artesanos y artistas locales”, explica Rosa Ureta. Una extraterrestre es Marta Pinilla, viste como traje (y gorro) una confección propia hecha a base de las fotos de su Polaroid. Habla con Loli Martín mientras esta hace ganchillo: “Ay, Marta, me parece precioso. Eres una exposición andante, una obra de arte con tus fotos y tus bridas”. Marta le explica: “Son retratos de la gente que está participando en esto. Me cuentan cómo viven y qué crean. Mira, aquí los zambomberos de Colmenar de Oreja que me enseñaron a bailar jotas. Y esta es una artista punk de Navalcarnero. Loli, ¿te hago una foto y te coloco por la falda?”.

Dos señoras hacen ceniceros con arcilla y exponen jarrones pintados a topos. Ana Mari es una de ellas: “Tenemos un club de manualidades. Yo llevaba muchos años pintando tejas pero ya no sé dónde ponerlas y ahora hago arcilla”. Se ríe y se recoloca las gafas. “Estamos un poco desfasadas del arte este moderno. Me han dicho que hay una mujer disfrazada de antigua y no lo he visto. No sé si coserá o qué hará. Pero haga lo que haga me va a gustar porque cada una se desestresa como puede”, dice Ana Mari con las manos marrones y el borde de las gafas también. La amiga, Pilar Rodríguez, con jocosidad añade: “Las artistas entre nosotras nos apoyamos. Pero vaya, que entre tú y yo, nosotras no somos artistas”, se carcajean las dos septuagenarias.

Per-fo, ¿qué?”, le dice un hombre a otro, “estoy perfecto pero tengo el oído que me baila”. El amigo le repite que “perfohma”, que “los nuevos son eso”. “Yo no sé qué es, pero que venga gente con cosas nuevas, pues muy bien”. Pilar Rodríguez desde la mesa: “Vamos a ver, que sí hemos visto otras veces a gente disfrazada. Aquí celebramos unos carnavales muy bonitos y tenemos una fiesta en octubre de medieval”.

El público sentado en los bancos aplaude fuerte la aparición de tres mujeres vestidas que de riguroso negro mueven las faldas y zapatos al compás de bulerías. La artista performática Lidia Toga (custodiada por su perrito) rompe el lienzo en blanco y pincela el foso del castillo tan rápido como el compás de 12 tiempos que arropa (y suena).

“En la performance hay muchas corrientes; está la más purista de los 70 y 80, que son actuaciones muy serias, como litúrgicas. Cercanas a la escuela de Marina Abramović, en el que artistas emplean su cuerpo como lienzo y soporte de la obra desde la solemnidad y el ritual”, explica Juan Gómez Alemán. Pero hay una escuela más moderna: “La otra corriente rechaza todo eso y plantea acciones en vivo con varias lecturas poéticas. No es danza, no es teatro, pero puede ser todo y nada. Es más desenfadada e incluso cómica, porque el humor es una cosa muy seria”.

Allan Kaprow es uno de los referentes absolutos en un arte que no tiene cien años y que sus orígenes beben del movimiento sufragista y del Cabaret Voltaire. “Fue en los 60 cuando arranca fuerte con Yoko Ono, y en España, desde Navarra, el grupo Zaj que lo formaron personas como Esther Ferrer e Isidoro Valcárcel Medina”, explica el director de La Juan Gallery. Zaj planteaba acciones surrealistas como montar una banda de música, pero en lugar de instrumentos, los miembros “hacían sonar vegetales”. La performance es una disciplina que actualmente se está descodificando y dibujando, he ahí lo de “arte vivo”, y que tiene dos variables que no se mueven: implica el cuerpo del artista y es una experiencia única del momento.

No saber colocar a un personaje de ficción femenino es una de las mejores jugarretas que podemos hacerle al patriarcado: ni guapa ni fea, ni vieja ni joven, ni feliz o triste

“Yo no me he dado cuenta de que esta señora estuviera integrada en el grupo”, dice Félix Quijada mientras mira con ojos del gato de Shrek a Miss Beige. “Al verle los guantes, con el calor que hace, ya me ha extrañado, y al ver a las chicas hacerle fotos... supongo que ella no es así, que está haciendo como un teatro, ¿no?”. Miss Beige permanece impasible sentada en un murito junto a otros abuelos con mascota y perro. Se le acerca un niño de unos dos años y le dice “hola”. Ni palabra. Su semblante se muestra serio y la boca resiste hermética. “Es una defensa al feísmo, hace un retrato a la contra de lo guapos que somos todos en el instagram. ¡Qué falsas somos!”, le explica una adolescente con un violín en la mano a su madre.

Unos días más tarde, Ana Esmith, el alter ego de Miss Beige aclara a este periódico: “No hablo porque me gusta que el que mira calibre qué soy, de dónde vengo o qué pasa conmigo. No saber colocar a un personaje de ficción femenino es una de las mejores jugarretas que podemos hacerle al patriarcado. Ni guapa ni fea, ni vieja ni joven, ni feliz o triste”. Esmith asegura que “no dejamos espacio para la ensoñación del que mira” y que “a veces el no entender es lo mejor que puede pasar porque hace que el público salga de la zona de confort y reflexione”.

“Tanto la performance como la cultura tradicional, como el esparto o el bolillo o los folclores, son artes marginales, ¿y por qué no hacerlo mainstream? Linkeando lo nuevo y lo viejo, se establece un matrimonio muy interesante porque en principio son experiencias que no se tendrían que haber juntado”, asegura Rosa Ureta mientras mira cómo los niños del pueblo se hacen fotos para el vestido de Marta Pinilla o contemplan cómo aparece su castillo en el dibujo de Lidia Toga. Y cierra el comisario Juan Gómez Alemán: “La poética puede manifestarse en la vanguardia, o en la interacción de la vanguardia con la pura tradición. Y es ahí donde reside la fuerza de estas plazas: el desborde creativo del ayer y el mañana”.

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