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Fiestas populares: todos los animales sufrieron daños durante este rodaje

Fiesta de Las Luminarias en San Bartolomé de Pinares. / Kike Carbajal/ Santa Fiesta

Mónica Zas Marcos

Ha llegado el verano y con él las imágenes de toros sometidos al linchamiento público, con la cornada ardiendo o el lomo descarnado por lanzas y floretes. Algunas de estas fiestas populares llegan a nuestras pantallas y páginas de periódicos con la normalidad propia de una celebración estival y otras lo hacen por una polémica mayor. La supervivencia del Toro de la Vega se ha convertido en un asunto legal que enfrenta al Ayuntamiento de Tordesillas con la Junta de Castilla y León. Pero no todos los animales, o bichos como los apoda con cariño Javier Marías, que sirven como objeto de tortura en los pueblos reciben su hueco mediático o encomiendan su vida a un tribunal. 

De ser así deberían escribirse 16.000 noticias por cada una de las celebraciones de este tipo que se reparten por toda la geografía española. Caballos obligados a trotar entre llamas o a recibir golpes por esquivar la hoguera; patos huyendo de centenares de bañistas que se lanzan a ellos como a un manguito de piscina; o gansos colgando de una cuerda mientras los seres “humanos” del pueblo compiten por arrancarles la cabeza de cuajo. Son solo tres ejemplos de los miles en los que mueren aproximadamente 60.000 animales al año por todos los rincones de España, sin distinción de identidades regionales o coordenadas demográficas.

La cifra impresionó de tal forma al equipo de Santa Fiesta que decidieron eliminar cualquier rótulo o voz en off de su documental de denuncia. “Esta no es la historia de doce fiestas, queríamos mostrar que es una fiesta continua. Durante esta semana se sucederán decenas de eventos en los que se maltrata a los animales”, nos cuenta Miguel Ángel Rolland, director e ideólogo del proyecto. La semana de los Sanfermines era solo la percha perfecta para colgar un testimonio poliédrico de estas fiestas de sangre que se confunden con tradiciones populares y creencias religiosas. Pero sus intenciones están lejos de querer adoctrinar.

“Queríamos que la película sirviera como argumento de conversación para todas aquellas familias o turistas que tienen que encarar este dilema cuando se van de vacaciones”, defiende Rolland. Por eso el formato de Santa Fiesta es de una sobriedad que no necesita aderezos sonoros ni visuales y se limita a presenciar el acto como lo haría cualquier asistente en directo. Para comprobarlo de primera mano, este jueves 7 de julio se lanzará en streaming en la página Feelmakers.

Las sensaciones que despierta su visionado serán variadas, pero si generan rechazo es un buen comienzo, según su director, para movilizarse en masa. “Si todos nos asomáramos a cada una de las miles de festividades de este tipo, seguramente nos generarían un shock cultural tremendo”, defiende Rolland. El cineasta pone una mano en el fuego por la indiferencia ante una realidad que sabemos que existe, pero a la que miramos de reojo. “Tanto si vas a los pueblos, como si ves esta película, te entran ganas de cambiar esta situación”, afirma.

Doce ejemplos para hablar de 16.000

Santa Fiesta nació de un sentimiento tan visceral como el de un niño que se traga impotente, por tradición familiar, una corrida de toros. Ese es uno de los valores añadidos del documental, que no está ligado a ninguna organización o plataforma animalista. Una autonomía que Miguel Ángel tuvo que pagar caro -literalmente- en los inicios, cuando solo era una idea colgada en la plataforma de crowfunding Indiegogo. “Hice una selección de productoras de cine documental que pudieran estar interesadas y ninguna estuvo dispuesta a vincularse”, revela el director. 

Con el tiempo consiguieron el apoyo principal de Animal Guardians y otras organizaciones como La Tortura No Es Cultura y la Red Internacional Antitauromaquia, junto a Vox Ánima y CAS. Una forma de guardarse las espaldas por si la toma de imágenes generaba algún tipo de problema. “Nunca sabes hasta dónde puede llegar esto”.

La meta en un principio era documentar 50 eventos por toda España, pero tuvieron que reducir la lista a doce ante la falta de posibles. Sin embargo, la iniciativa popular tuvo bastante aceptación y consiguieron 23.000 dólares a través de la plataforma, lo que conformaba la mitad del presupuesto. Una vez se aseguraron el colchón económico, el equipo decidió mantener la producción casi en un total ostracismo. “No se lo comuniqué a los Ayuntamientos ni a las organizaciones involucradas en la lucha para que el rodaje pasase lo más desapercibido posible”, cuenta Rolland. 

Aunque en las citas más multitudinarias hay un despliegue mediático sin disimulo, una cámara suele hacer saltar las alarmas en algunos pueblos pequeños. Y más desde que parte de la prensa ya no es cómplice y existe un discurso de denuncia. “La gente nota que vas solo, que no disfrutas y no participas, así que te amenazan y te increpan”, cuenta el director sobre el rodaje, donde cinco miembros del equipo se tuvieron que infiltrar para grabar las imágenes. 

Iniciativa religiosa

El nombre de la película no es casual, como tampoco lo son las quejas que han recibido por vincular algunos de estas conductas salvajes con la Iglesia. “Al investigar las raíces, todas me llevaban a fiestas religiosas, tanto a la Virgen de Agosto, que son las más extendidas, como a las de patrones y santos”, confirma Miguel Ángel. Muchos de los actos se inician con una misa oficial o un pregón pronunciado por el párroco del pueblo, lo que implica una bendición eclesiástica para el director. “Me escribieron muchos creyentes diciendo que les dolía mucho esta vinculación y algunos de ellos habían escrito a su obispo pidiendo que la Iglesia condene estas fiestas”, dice.

Fue especialmente duro el momento de documentarse sobre datos oficiales porque prácticamente ningún ayuntamiento o municipio lleva al día el presupuesto que se destina a los festejos más crueles. “Por casualidad descubrí que la campaña del Ministerio de Hacienda publicó este año por primera vez el porcentaje que se destina a las hermandades”. ¿Tenemos la cara dura de levantar la voz y la mano contra los fanáticos de otras culturas y religiones cuando el linchamiento existe en fiestas apoyadas con dinero público y consentimiento político?, describen en la página web.

Sin embargo, Rolland también alerta de que no se puede establecer un patrón en los asistentes a estos actos, ni religioso ni de ningún otro tipo. En una de las fiestas menos conocidas, la Batalla de las Ratas de El Puig de Santa María, niños y ancianos se dan la mano para maltratar a los animales. Primero encierran a los roedores dentro de vasijas para que los asistentes los muelan a palos a modo de piñata. Una vez que las ratas son liberadas, se las lanzan unos a otros hasta que yacen muertas o aplastadas en medio de la plaza. 

“No es un problema de ser paletos o 'de pueblo', es algo más profundo. Cuando se habla del lado salvaje o cavernícola de esto tendríamos que tener mucho cuidado en colocarnos por encima”, advierte el director. Para ellos fue desolador ver cómo confluían en estas prácticas salvajes desde gente con estudios hasta trabajadores del campo, desde abuelas con cara amable hasta menores de edad. 

“Es muy triste porque las corridas de toros pueden tener su público concreto, pero en las fiestas regionales se mezclan muchos elementos que atraen a personas de distintas procedencias”, reflexiona Miguel Ángel. Por eso anima a que todo el mundo vea su documental y sea consciente de las atrocidades que se cometen en apenas un puñado de kilómetros a la redonda. “Pero a mí me gustaría que liderasen el cambio los creyentes, puesto que están utilizando su fe para justificarlo”, concluye decidido.

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