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Estreno de Cine

La corrupción del PP de Zaplana, la ruta del bakalao y las niñas de Alcàsser: la Valencia de los 90 a examen

Fernando Guallar, un trasunto de Zaplana en 'Valenciana'

Javier Zurro

18 de octubre de 2024 22:36 h

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Pasa con las películas que a veces parece que invocan cosas, provocando extrañas alineaciones de planetas en forma de coincidencias temporales que podrían haber sido escritas por guionistas poco sutiles. El pasado martes se conocía la sentencia que condenaba al expresidente de la Generalitat Valenciana, Eduardo Zaplana, a diez años de cárcel. El mismo día, el equipo de la película Valenciana presentaba en Madrid una película que muestra los terribles años 90 en la comunidad que gestionaba el político popular.

En Valenciana hay un retrato despiadado, pero con tono de sátira, del poder, de la corrupción, del pelotazo urbanístico. De políticos que van de dandis y son cutres. No solo eso. También de la manipulación de los medios públicos, y del sensacionalismo de otros tantos privados. Sobre todo en casos como el de las niñas de Alcàsser, que colocó el miedo en el centro del cuerpo de todas las niñas crecidas a partir de esa fecha. 

Su director y guionista Jordi Núñez, ha adaptado la obra de teatro de otro Jordi, Casanovas, y se la ha llevado a su terreno para contar toda Valencia a partir de la historia de tres amigas periodistas. Una acaba trabajando para un trasunto de Zaplana, otra en un medio obsesionado con las Niñas de Alcàsser, y la otra dejando su profesión para dedicarse a la música en pleno estallido de la ruta del bakalao. De fondo los arrozales, el campo valenciano y muchos guiños a quienes vivieron aquello (acuérdense del Babalá de María Abradelo).

“Es un proyecto que desde el comienzo ha estado lleno de sincronías”, reconocía el equipo sobre esa noticia a pocos días de su estreno en salas españolas. Sobre la decisión de no usar nombres reales, sino alter egos –Eduardo Zaplana pasa a llamarse Rodrigo Zamora–, el director explica que es “una decisión que viene de la obra de base”. “En la obra sí que Ricardo Zamora hablaba incluso con acento de Cartagena y además tenía un deje que claramente era Zaplana y estaba clarísimo. También las tramas estaban mucho más desarrolladas, había más personajes y todo estaba muy documentado y muy anclado a la realidad”, dice del punto de origen.

“Las tres protagonistas son ficción y están inspiradas en el momento en el que tomo la obra y decido separarme un poco más de la realidad, porque no me interesaba tanto la concreción de los personajes reales. Quien quiera una biografía que se la pague. Me interesaba más la verdad del relato y de los relatos. La verdad universal detrás de los arquetipos de los personajes. La película está construida sobre un código de fábula. A partir de ahí, por supuesto, hay muchísimas cosas reconocibles de los personajes, pero en ningún momento quise atarme a la hora de adaptar”, añade. “Imagino que también habría un tema de derechos, pero no lo sé, no sé como va la cosa, pero vamos, a mí Zaplana me la trae al pairo”, concluye con humor.

Esas “sincronías” han estado desde el primer minuto. “El rodaje justo empezó el día después de las elecciones autonómicas y municipales, con lo cual mientras rodábamos se fue conformando el gobierno con Vox, nos enteramos de que se quedaban la Consellería de Cultura, salió un audio del presidente diciendo que ahora habría que hacer una felación a los de Vox… pasaban todo el rato una serie de cosas que decíamos, es que esto parece que sea la ficción. Cosas que resuenan con muchísima fuerza con lo que estamos contando. Entonces creo la película cobra muchos significados y mucho sentido”, recuerda el director.

También le toca de manera personal. Jordi Núñez, como casi todo el equipo artístico, es valenciano, y se identifica “al 100%” y se reconoce en “cada una de las tres protagonistas. ”Yo me he criado y vivo en un pueblo en el epicentro de la de la ruta del bakalao. Vivo cerca de Alcàsser, y aunque nací en el 91 y no me pilló directamente ese momento histórico, sí que me ha pillado la estela que ha dejado, el trauma y toda la mitología que ha quedado en el imaginario. Eso me permite cierta distancia para mirar con otros ojos esa época y al mismo tiempo también desde una cercanía. Creo que hay mimbres para que cualquier persona, tanto de Valencia como de fuera de Valencia, pueda encontrar aquello que le resuene. Mi intención era dejar espacio para la reflexión crítica y al mismo tiempo tuviese también espacio para el disfrute“, subraya.

Hay en Valenciana una mirada crítica a esa época, en donde se creó un trauma colectivo en todas una generación, que vio cómo se metía “ese miedo y se azuzaba contra la ruta del bakalao y los colectivos alrededor, se les definía como un espacio de depravación a los que mejor no acercarse”. Por ello siempre hay que celebrar que haya autores que con la perspectiva del tiempo han decidido mirar y cambiar la historia oficial. “Esto nos permite aportar una luz nueva sobre esos hechos, y que sean leídos de una forma nueva y con un sentido nuevo, que podamos extraer algún sentido y que además podamos encontrar como nexos de universalidad. Hay muchas de aquellas cosas del pasado que siguen estando presentes ahora mismo, otras están superadas… Creo que se genera un diálogo muy bonito desde ahí”, remarca.

Sus vínculos con la historia que ha adaptado son más profundos. Núñez fue becario en dos gabinetes de comunicación de partidos políticos y ha trabajado en la televisión autonómica, que todavía tiene trabajadores de la antigua Canal 9. Su abuelo trabaja en los campos de arroz y hasta aparece en la película, y ha vivido esas tensiones entre la ruta del bakalao y las discotecas que plantaron en medio de los campos de arroz. Unos nexos que se notan en el cariño con el que trata a sus personajes y su relación con todo ese contexto sociopolítico.

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