Elvira Lindo debuta en la dirección e inaugura Málaga con cine feminista y “de resistencia”

Javier Zurro

Málaga —

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No se puede decir que Elvira Lindo sea ajena al mundo del cine. Lleva escribiendo guiones desde hace más de 20 años. Debutó de la mano de su amigo Miguel Albaladejo, con quien realizó algunas de sus mejores películas, como El cielo abierto. Además, ella misma se encargó de adaptar la primera versión de Manolito Gafotas al cine. Su personaje más carismático saltó a la gran pantalla con una obra que mantenía la gracia, el carisma y el orgullo de clase de Manolito y su familia. 

Sin embargo, y a pesar de su larguísima relación con el cine, no había dirigido nunca hasta ahora. Su debut se llama Alguien que cuide de mí, y es una historia de tres mujeres de una misma familia. Tres generaciones a las que siempre los señores les han dicho lo que podían hacer o no hacer. Magüi Mira, Emma Suárez y Aura Garrido son esas tres mujeres que, además, responden a tres estereotipos de actrices en tres momentos diferentes de la historia de España, lo que le sirve a la guionista para hablar de otros temas como el VIH o el momento actual de la industria del audiovisual a través de una serie para adolescentes que es el único papel que le surge al personaje de Suárez. 

Para este salto a la realización se ha acompañado de la directora de películas como A mi madre le gustan las mujeres, Daniela Fejerman. Ambas se conocieron hace años, cuando Fejerman dirigió La adopción. A Lindo le gustó mucho, porque trataba temas que son comunes en ambas, como “la infancia y el desamparo”, y escribió una columna sobre ella. Comenzó una relación que se consolidó en una película. “Cuando me encontré con esta historia yo dije: 'Esto no es un relato, no es para publicar un libro, yo creo que aquí hay una película'. Y la llamé. Le dije: 'Oye, ¿tú ves aquí una película?'”, cuenta Lindo horas antes de la premier del filme que inaugura el Festival de Cine de Málaga. Fejerman vio claro que había una película y esta vez la escritora no se quedó solo en los créditos de guionista, o ayudando a levantar la película, como le había ocurrido otras veces, sino que se involucró en todo.

La pregunta que se hace Elvira Lindo es “¿por qué no antes?”. Confiesa que se lo ofrecieron, pero “no lo sentía”. “La verdad es que no sentía la necesidad. Ser guionista es uno de los oficios más fascinantes del mundo. Cuando escribo, de repente se convierte en algo que directamente lo van a representar actores y actrices, lo vas a ver hecho carne, vas a ver lo que has escrito tú hecho realidad. Así que estaba muy contenta con tener ese oficio ocasional de guionista e hice muchos guiones para el cine. Y algunos de esos proyectos incluso los comencé yo, buscando al director, o sea que ya he estado muy involucrada en el proceso de levantar una película”, recuerda.

En Alguien que cuide de mí se habla mucho. Son tres mujeres que toman la palabra y lo analizan todo. Algo que hace que la película vaya en sentido contrario a la norma actual, donde el cine está cada vez más fragmentado. “Somos conscientes de ello y lo decíamos: esto es una película que va a contracorriente, una película que no es de ahora. Es una resistencia, el decir: me vas a escuchar lo que tengo que decir. Porque estas personas hablan, se quieren, tienen sus celos, intentan sobrevivir, se sienten desamparadas, buscan ayuda, otras no la buscan… Es un cine que está cerca del corazón de las personas, y no sé si eso es lo que se lleva, pero sí es lo que queríamos hacer”, opina Elvira Lindo.

Me preocupa que las plataformas tengan más confianza en la extravagancia anglosajona y que permitan menos extravagancia en España

Alguien que cuide de mí se desvela también como una película sobre el estigma del VIH en una generación. Lo hace desde el punto de vista de una mujer, donde Elvira Lindo vio que “había un silencio y un vacío”. “Se ha hablado mucho de ello desde una perspectiva masculina. El hecho de que el colectivo gay tuviera tantas fuerzas, fuera tan resistente y se defendieran unos a otros fue bueno incluso para la investigación sobre la enfermedad, pero al mismo tiempo se creó un silencio sobre el VIH y las mujeres que continuó existiendo. Ahora vemos reportajes en los periódicos muy frecuentemente sobre qué ha sucedido con las personas que se infectaron en los 80. Alguna vez sale alguna mujer, pero el drama que ellas vivieron no aparece. Mujeres que se infectaron bien por coqueteos con la droga o bien porque las infectaron sus parejas. O el drama de los niños que también estaban infectados. Creo que con las mujeres fue todavía mayor la vergüenza, todavía mayor el estigma”.

Lindo se acuerda de cómo al comienzo se hacían “chistes sobre la enfermedad”. “Me acuerdo de Cela haciendo chistes sobre el VIH, sobre Gil de Biedma. Era una cosa sucia, sórdida, pecaminosa. Era castigar el sexo. Pero además en ese caso era castigar el sexo de hombres con hombres. Luego hemos entendido que las víctimas no solo fueron hombres con hombres, sino que no estábamos mirando a África, por ejemplo. No estábamos mirando a los niños. No estábamos mirando a las mujeres. Hay en esta película la voluntad de enseñar esta realidad, mirar a estas mujeres que están vivas y han vivido esto, y luego descubrirlo a través de los ojos de una generación que ya no lo ve, que no lo entiende”.

Elvira Lindo hace también una crítica a una industria audiovisual donde productos como los que ella escribe tienen cada vez menos cabida. Aunque Daniela Fejerman ofrezca el punto de vista optimista sobre cómo ha cambiado el mundo de las series desde que “solo estaban las comedias y los dramas de 75 minutos para cubrir espacios y unas duraciones infumables que hacían que hubiera que estirar las historias”, para Lindo “las plataformas tienden cada vez más a la uniformidad”. “Creen que saben lo que funciona pero eso no lo sabe nadie. ¿Sabían que Breaking Bad o Better Call Saul iban a funcionar?”, se pregunta y ella misma se autorreafirma.

Le preocupa que “en lo que se produzca en España se pida más uniformidad que lo que se pide en Estados Unidos o en Inglaterra”. “Que tengan más confianza en la extravagancia anglosajona y que permitan menos extravagancia en España. Como si te consideraran menos o como si se te mirara con condescendencia. Que los españoles hagan cosas que nos funcionen, que no se salgan, cosas de gente joven. Yo a veces tengo la sensación de que no piden lo mismo que en EEUU y por eso a veces vemos cosas que son muy diferentes en el mundo anglosajón. Creo que es porque confían más en sí mismos y se permiten más diversidad de argumentos”.