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“Tenemos un ministro y un Ministerio de Cultura que trabajan para destrozar el sector”

El actor de origen argentino Juan Diego Botto.

Jesús Travieso

Juan Diego Botto se ha alejado de la primera línea del cine en el último año. El gran éxito de su obra de teatro, Un trozo invisible de este mundo, que posteriormente pasó a ser un libro, le ha llevado de gira por varias ciudades españolas. Esto ha provocado que haya estado un tiempo sin un papel protagonista en un largometraje. Un rol que el actor español de origen argentino (Buenos Aires, 1975) retomará en La ignorancia de la sangre, dirigida por Manuel Gómez Pereira.

Quizá por haberse centrado en el teatro no se esperaba la nominación al Goya como mejor actor de reparto por Ismael. Algo con lo que no contaba, según dice. Aunque se trate de un filme que trata una temática que conoce muy bien: la inmigración. Y es que llegó con tres años a España junto a su familia tras la desaparición de su padre a manos de la dictadura argentina.

¿Por qué no se esperaba la nominación?

Fundamentalmente, porque es un personaje muy pequeño. Acepté hacer Ismael porque era una oportunidad volver a trabajar con Marcelo Piñeyro, con el que disfruté mucho en Las viudas de los jueves. También me decidí porque creía que podía sacarle mucha miga al personaje. Pero ni por asomo esperaba estar nominado, sobre todo porque se estrenó al límite de la fecha de entrar en los Goya.

Es el malo de la historia pero a la vez el que más sufre, porque pierde a un hijo que no es suyo pero al cual ha criado. ¿Cómo se preparó?

Mi personaje tiene un rol muy complejo. De repente se encuentra con que su mujer se da cuenta de que aún siente algo por el padre de su hijo, y ha de lidiar con ello. Eso lleva a que le asalten las dudas, especialmente sobre qué ha de hacer: aceptarlo, darle un lugar al otro hombre, enfadarse… Le han mentido, se siente engañado, y ha de buscar una manera de afrontarlo.

Ismael tiene una carga de inmigración, un tema que usted conoce bien.Ismael

Sí, trata la cuestión de una forma muy naturalizada, especialmente en el personaje de ella (Ella Kwewu, protagonista de Ismael). Quitando una escena en la que al niño le hacen un comentario xenófobo, todos los personajes lo ven con absoluta naturalidad. El caso de la película es poco habitual, ya que en España existen pocos matrimonios mixtos.

Llegó con tres años a España. ¿Tuvo algún problema por ser inmigrante?

Recuerdo en mi infancia que mi hermana mayor y yo éramos conscientes de que nuestra forma de hablar era distinta, y que a veces se reían de ello. Más allá de eso, no. Sí sabíamos de los problemas que tenía mi madre con la adaptación, ya que no le fue fácil. No por los problemas que le pusieron los demás, sino por toda la carga que traía. Vino con la necesidad de adecuarse, pero también con la mirada puesta en Argentina: salía de una dictadura, mi padre había desaparecido, llegaba a un nuevo país, no tenía ningún familiar en el que apoyarse con tres hijos…

Me decía antes que lo que percibía es que su familia era distinta. ¿En España hay xenofobia o racismo?

Por un lado, el racismo está muy institucionalizado, y es algo a lo que te acostumbras si no te detienes a pensarlo. Y es por el desconocimiento. España no ha sido una colonia que como metrópoli haya sido receptora de aquellos de sus colonias. Es el caso de Francia, donde la población migrante reside allí desde siempre. Con lo cual hay mucho más mestizaje y más costumbre de ello. Aquí hay muy poco, y eso lleva a que aparezca el racismo.

Pero esto tiene que ver más con una cuestión económica: uno es racista con los pobres. Con los jeques que venían a Marbella no se era racista: éste era muy generoso porque daba trabajo y todo el mundo hablaba muy bien de él. Uno es racista con el que viene en patera, y siempre se le asocia a la delincuencia. Es un sector tan vulnerable al que se le ha arrebatado el derecho a la sanidad, y muy pocos han hecho algo para evitarlo. También han puesto esas cuchillas criminales en Melilla, y, salvo excepciones muy concretas, no se ha protestado por ello.

¿Por qué ocurre esto?

Los titulares hablan de invasiones de inmigrantes. Cuando se produce un salto en la valla, lo llaman asalto. Y cuando llegaban los cayucos parecía que estábamos bajo ataque, cuando realmente eso lo estaban haciendo desde dentro los especuladores financieros. Ahora estamos bajo ataque de la troika pero, mientras la prima de riesgo vaya bien, nos van a seguir saqueando a gusto.

¿El cine sirve para denunciar estas injusticias?

La cultura en sí puede ayudar. Hace poco se ha reabierto el caso de Samba Martine, en el que está inspirada la obra de teatro. Y gracias a ésta se ha conocido más lo que le ocurrió. Los abogados o fiscales que hayan visto la obra quizá hayan reflexionado sobre los CIES y cómo se trata a la gente.

Una película no cambia el mundo, pero contribuye a que el espectador se haga preguntas sobre la realidad que muchas veces desconoce. Creo que todos tenemos una película o una obra de arte que sentimos que nos ha hecho mejores personas, o que nos ha servido para ver la vida de otra manera. Aunque sea Matrix.

¿Se hace mejor cine español ahora?

En cada momento histórico se hace un cine que se corresponde con el contexto que vivimos. ¿Es mejor el cine de ahora que el de los 80, con Los santos inocentes? Bueno, esta película hablaba en ese momento de una realidad de aquellos años, y se podía decir que se hacía cine sobre temas que interesaban a la sociedad. Ahora, como quien hace cine tiene entre 24 y 40 años, las temáticas son de las que interesan a la gente. Es mi percepción.

¿Le gusta más el cine de ahora o el de antes?

El de la actualidad me gusta más, porque es innegable que técnicamente ha mejorado mucho. Cualquier película tiene un nivel medio de calidad de imagen, de sonido, de realización, de interpretación.

¿Se ha acabado el mantra de “el cine español es malo”?

No. De hecho, nuestra cuota de pantalla es muy escasa. El cine americano se sigue llevando todo, y no tenemos ni de lejos las cuotas que tienen en Francia, que es el modelo europeo por excelencia. Mucha gente, por sistema, no ve cine español, o directamente no tiene acceso a él porque en pocas ciudades se estrena.

¿Es culpa del espectador o de las salas?

La mayoría de los cines están copados por estrenos americanos; muchos muy buenos, pero otros muy mediocres impuestos por las grandes productoras. Si quieren poner Thor, han de hacer pases de otras siete, aunque sean malas. Y eso le quita mucho espacio al cine español.

¿Qué culpa de la mejora de la imagen del cine tienen los directores jóvenes?

Se produjo un boom en los 90 de pasión por el cine español, así como de explorar nuevos estilos que estaban poco explotados, como el thriller. También influyó la aparición de Alejandro Amenábar, que despertó cinéfilos por un tubo. Eso trajo un nuevo tipo de director.

¿Está de acuerdo con que no hay que dar ayudas a la cultura en un contexto de crisis?

Esa es una falsa disyuntiva, y aceptarla es como aceptar “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Lo que estamos viviendo es una gigante transfusión de dinero público de las clases bajas y medias a las grandes fortunas. Son sus rentas las que están sosteniendo la Hacienda Pública. El mayor porcentaje del fraude fiscal está en las grandes fortunas.

El capital en España paga muy poco de impuestos, y ya si se montan una sicav… Además, muchos tienen dinero en paraísos fiscales. La cuestión es que, si todos esos señores pagaran sus impuestos, no tendríamos que hacer recortes a la sanidad, la educación o la cultura. Tendríamos dinero suficiente para todo lo que necesita un ser humano para ser feliz. Yo no puedo ser feliz si el que está a mi lado tiene hambre o no tiene sanidad.

¿Por qué hay que ayudar a la cultura, entonces?

Si te pones a enumerar los 15 mayores logros de la humanidad, te encuentras a una sinfonía, una novela, una película, un baile, una pintura… Como decían las obreras estadounidenses a principios del siglo XX: “Necesitamos el pan, pero también las rosas”. La cultura son las rosas. Las necesitamos para vivir. Somos una especie rara. Es un mecanismo que hemos ideado para conocer la realidad a través de algo que nos hace felices.

¿Por qué hay que dar dinero a la cultura? Esa no es la pregunta. La pregunta es por qué hay que dárselo a los ricos. Si las grandes empresas que fueron públicas siguieran siéndolo, ¿cuánto dinero tendríamos? Hay que preguntarse por qué no se obliga a tributar a los ricos, que, cada vez que llevan su dinero a un paraíso fiscal, están estafando al resto.

¿La subida del IVA fue una manera de saldar cuentas con la cultura?

Esta gente no mira las consecuencias de lo que hace. Necesitan recaudar, que la troika se quede tranquila y que los acreedores vean que sus préstamos serán devueltos. Creo que se hizo tabla rasa con el 21% de IVA. Pero ¿se tendría que haber hecho excepción con el cine? Sí, pero no se hizo, al contrario que en el resto de países de Europa. Creo que tenemos un Ministerio de Cultura y un ministro trabajando por destrozar el sector. A Wert le pediría que dejase de agredir a la cultura, y también a la educación.

Si alguien que va a su obra de teatro le dice que se ha descargado el libro en el que está basada, ¿qué le parece?

No todo el mundo tiene los 18 euros que cuesta el libro, y, sin embargo, tienen la inquietud de leerlo. Sería un elogio si alguien me lo dijera. Lo que hay que buscar es un modelo para que el que escribe libros pueda seguir viviendo de su trabajo. No voy a criticar que alguien busque modelos alternativos para disfrutar de la cultura. ¿Qué le vas a decir a un desempleado en una situación como la actual? Sí me atrevo a criticar a la telefónica de turno que permite la piratería, porque son las que se están enriqueciendo con mi trabajo.

¿Hay que hacer más descuentos o fiestas del cine?

Sin duda. Hay que abaratarlo de forma inmediata. La gente tiene que tener acceso.

¿La dirección de la Academia de Cine qué le parece?

Con sus luces y sus sombras, creo que le ha tocado vivir uno de los momentos más complicados. En muchas cosas han llevado una política acertada, y González Macho es un gran amante del cine. Pero me parece que todavía siguen sin entender la realidad de internet. Lo mismo le pasa a la industria. Creo que un autor debe cobrar por su trabajo, y hay que mirar a los nuevos formatos; buscar la manera de convivir con ellos, sin criminalizarlos, y buscando dónde está el modelo de negocio.

¿Se le ha pasado por la cabeza presentarse a presidir la Academia?

No, de ninguna manera. Es muchísimo trabajo, que requiere un gran conocimiento sectorial, que no está remunerado, y porque no tengo el tiempo para dedicarme a eso. Mis inquietudes están en otro lado.

¿Ganará el Goya?

No lo creo. De todas maneras, he perdido ya tres veces, por lo que estoy acostumbrado. La derrota no es un problema para mí en este caso.

Tres de cada cuatro actores no viven de su trabajo. ¿Qué le cuentan los intérpretes que no pueden dedicarse a lo que les gusta?

Ser actor es una suerte y una condena. Tienes algo que te gusta más allá del intercambio monetario, pero el problema es que tienes muy pocas posibilidades de hacerlo. La gran mayoría de mis compañeros terminan abandonando porque necesitan sobrevivir y quieren tener un futuro. Y es una putada, porque son muchos que tienen talento.

¿Se siente un privilegiado?

Por supuesto. No sólo puedo trabajar en lo que me gusta, sino que en ocasiones puedo contar mis propias historias, que además son escuchadas. Para mí ese es el fin del oficio: contar historias que le sirvan de reflexión al espectador.

¿Se puede llegar a ser actor sin sacrificios?

No es una cuestión de mérito. Destacar en esta profesión, o en este sistema, no responde a méritos; aunque trabajes mucho y tengas talento, puedes no llegar. Esa forma de pensar, tradicionalmente capitalista, de “estoy aquí porque me lo merezco”, no la comparto. Yo he trabajado mucho para llegar a donde estoy, pero muchos compañeros también lo han hecho y por circunstancias no han podido prosperar.

¿Por qué se critica a los actores por cargar contra los poderosos por el hecho de que algunos sean millonarios?

No lo soy, y, aunque lo fuese, seguiría hablando así. Hay dos problemas con esa cuestión: la primera es que parte de la base de que una clase social sólo debe defender a los suyos. Es decir, que a pesar de que un ser humano vea una injusticia, no la debe denunciar si se beneficia de ella. El punto de partida no puede ser más cínico.

Por otra parte, deben ser precisamente aquellos que tienen garantizado lo básico para vivir, y que protestan y se manifiestan, los que han de denunciar esas injusticias. Más que nada porque el que tiene dos empleos no tiene el tiempo para hacerlo. Lo que hay que preguntarle a los que más tienen es por qué no lo denuncian ellos. Es inmoral que no lo hagan.

¿Qué le parecería que su hija quisiera ser actriz?

Lo único que me inquieta es que pueda ser feliz, que haya algo que le guste hacer en la vida. Que tenga una vocación, aunque sea difícil o una condena. Además, hoy en día te puedes licenciar en Económicas o Derecho, y puedes estar en el paro. Como lo habitual es el desempleo, al menos que haga algo que le guste.

¿Qué le pregunta ella sobre la situación actual?

Según lo que vea. Por ejemplo, cuando pasea y ve a gente que está pidiendo en la calle, te pregunta dónde viven. O cuando te acompaña a alguna manifestación, te pregunta qué significa “no nos representan”, que por qué lo gritamos. Creo que hay que ir respondiéndoles en base a las preguntas que hagan, y no mentirles. Fíjate en mi generación, que crecimos con la ficción de la Transición. Y no fueron más que mentiras para sostener un sistema de impunidad.

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