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'El escándalo Ted Kennedy': cuando la empatía es la peor enemiga de la verdad

El actor Jason Clarke interpretando a Ted Kennedy

Emma Reverter

Las presiones y las amenazas, las mentiras, los contactos, la influencia de los poderosos y las cortinas de humo son grandes enemigos del periodismo de investigación. Sin embargo, la historia demuestra que hay uno más poderoso: la empatía. Sin duda, es más fácil investigar y destapar un escándalo relacionado con alguien que detestamos que hacerlo si sentimos empatía o tenemos la misma ideología política que el autor de unos hechos cuanto menos cuestionables.

De eso trata El escándalo Ted Kennedy, película dirigida y guionizada por John Curran presentada en el Festival Internacional de Cine de Barcelona (BCN Film Fest) finalizado el pasado viernes 27 de abril. En una entrevista con eldiario.es horas antes de presentar su película, que en España se estrenará a finales de año, Curran reconoce que uno de los primeros obstáculos que tuvo que sortear cuando recibió el guion fue la admiración que sentía hacia el que fue senador demócrata del estado de Massachusetts durante casi medio siglo.

“Leí el guion en 2016, coincidiendo con las primarias demócratas. Reconozco que tuve sentimientos encontrados. Me gusta Ted Kennedy y admiro la labor que hizo como senador ya que impulsó leyes importantes”, afirma el cineasta. Al final, decidió que alguien tenía que explicar qué pasó esa noche en la isla Chappaquiddick de Massachusetts.

La noche del 18 de julio de 1969, el senador Edward “Ted” Kennedy, de 37 años, perdió el control sobre su Oldsmobile negro y cayó desde un puente a una zona de agua no muy profunda. El senador consiguió salir del coche y nadar hasta la orilla y se alejó del lugar del accidente. El problema es que no iba solo. El único hermano superviviente del clan Kennedy había abandonado una fiesta en compañía de Mary Jo Kopechne, una joven de 28 años que había trabajado en la campaña presidencial de su hermano Robert.

No llamó a la policía hasta la mañana siguiente, concretamente hasta después de desayunar con unos conocidos. Unas horas antes, un buzo había recuperado el cuerpo sin vida de la acompañante de Kennedy; según el buzo, la mujer no murió ahogada sino de asfixia. En su opinión, en el vehículo se había formado una burbuja de aire y la mujer había conseguido sobrevivir durante unas horas. Afirmó que si Kennedy hubiera informado del accidente, seguramente las autoridades habrían llegado a tiempo para salvarla.

Medio siglo después de la tragedia y una década desde la muerte del senador, Curran decidió que, ideología política al margen, había llegado el momento de contar esta historia: “Alguien tenía que explicar qué pasó esa noche en Chappaquiddick. Me pareció que era un buen momento para observar de forma honesta a personas que hemos apoyado y hemos votado en más de una ocasión”.

El escándalo estalló el mismo fin de semana que el hombre llegó a la Luna; un hito lo suficientemente importante como para tener a la opinión pública distraída y poner en marcha una potente maquinaria de relaciones públicas y contactos. Robert Kennedy había sido asesinado unos meses antes en Los Angeles en plena campaña presidencial. John F. Kennedy había sido asesinado seis años antes en Dallas. El hermano mayor, Joseph, murió cuando luchaba en la Segunda Guerra Mundial. Todos sintieron empatía por Ted (interpretado por Jason Clarke).

A Mary Jo Kopechne (papel interpretado por Kate Mara) no se le practicó una autopsia y las autoridades hicieron suya la versión de Kennedy: nadie iba bebido, la mujer murió ahogada y Kennedy no informó de los hechos hasta el día siguiente porque estaba en estado de shock. “En ese momento los Kennedy eran el Partido Demócrata, tenían mucho poder”, señala Curran.

Una semana después de la tragedia, Kennedy se declaró culpable de abandonar la escena del crimen y fue condenado a dos años de cárcel, aunque no pasó ni un día entre rejas por su “falta de antecedentes” y su “intachable reputación”.

La “chica” del automóvil

Ted Kennedy se convirtió en la víctima y Mary Jo Kopechne, “en la chica que encontraron en el automóvil”. De hecho, para la decena de hombres que trabajaron a contrarreloj todo el fin de semana en la casa del patriarca de la familia Kennedy e idearon una estrategia de relaciones públicas para minimizar el impacto de lo sucedido, Kopechne se convirtió “en un problema” que debía ser gestionado. Kennedy se presentó al funeral de Kopechne con un collarín cervical (que no necesitaba) y ella pasó a la historia como “esa secretaria que murió en un accidente”.

Curran explica que “en esta historia está presente un tipo de relación de la que se ha hablado mucho este año, los abusos que se pueden dar cuando un hombre tiene una posición de poder y la mujer es más vulnerable”. Esta desigualdad queda muy patente en el film. La casa de los Kennedy se llena de abogados y políticos; importantes hombres en traje, mucho de los cuales ocuparon influyentes cargos en la administración. Mientras, una prima de Ted Kennedy sirve el té y cuida del patriarca del clan.

Ted Kennedy y un grupo de amigos habían ido a Chappaquiddick para celebrar una fiesta con las “secretarias” del difunto Robert; a las que se las conoce como “las chicas de la caldera”, ya que eran ellas las que hacían funcionar la maquinaria de la campaña presidencial. No eran “asesoras”, ni “estrategas”, ni “responsables de comunicación”, a pesar de que en algunos casos movieron campañas, eran administrativas. Mary Jo Kopechne era una de las chicas de la caldera, había sido una de las personas de confianza de Robert Kennedy y había quedado muy afectada por su muerte.

Muchos medios de comunicación cuestionaron la relación entre Kopechne y Ted Kennedy. “Nos hemos ceñido a los hechos que están documentados y hemos dejado de lado rumores. Cuando no he estado seguro de la veracidad de algunos hechos, he optado por no incluirlos”, indica Curran.

“Kopechne era una mujer profesional, responsable, seria, católica y nada fiestera, que desempeñó un papel importante como ayudante de Robert Kennedy durante la campaña presidencial, era mucho más que una secretaria rubia”, puntualiza el director de un film que ha tenido excelentes críticas en Estados Unidos. “Hemos intentado que el personaje de Kopechne sea lo más parecido posible a quien era en realidad”, señala.

De hecho, según el director, la propia familia de la víctima se puso en contacto con los creadores del filme y consideraron que era “una versión muy honesta de lo que pasó”.

Joseph “Joe” Gargan (en la película interpretado por Ed Helms), primo hermano de Ted Kennedy y uno de sus mejores amigos, se esforzó por conseguir que el senador hiciera lo correcto ese fin de semana. Le redactó una carta de dimisión que su primo nunca leyó ya que prefirió dirigirse a sus votantes a través de un mensaje televisado y pedirles que decidieran por él. Curran cree que Kennedy “consideró que como senador podía mejorar la sociedad y era consciente de que tenía el apoyo de los votantes”.

“El apoyo fue masivo y, de hecho, volvió a ser reelegido por un amplio margen”, señala el guionista, quien continúa diciendo que al final del film incluye “unos testimonios de la época que son reales”. Estos muestran cómo tras la confesión de Ted Kennedy en televisión, un equipo salió a la calle para recabar las opiniones de los ciudadanos. “Son 45 minutos de material y creo que solo dos personas expresan una opinión negativa sobre Ted Kennedy”, matiza.

Esta decisión marcó el fin de la relación entre los dos primos, pero el inicio de una larga relación de confianza entre el senador y sus constituyentes, que lo votaron hasta su muerte. Kennedy nunca llegó a ser presidente de Estados Unidos, pero se convirtió en “el león del Senado”. El film deja muchas preguntas sin respuesta pero sí llega a una conclusión: deberíamos controlar más de cerca a las personas a las que damos nuestro apoyo.

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