'La era Marvel 1961-1978', cuando los superhéroes aún eran de papel

Con el invierno llegaban las películas de superhéroes, como otro complemento pagano de las Navidades. Sigue sucediendo, pero en realidad cualquier temporada es ya buena para estrenar estas obras. El año que viene lo harán nada menos que nueve, y seis de ellas están basadas en personajes del llamado universo Marvel. Así pues, el recién aparecido libro de Taschen, La era Marvel de los cómics, 1961-1978 no tiene otra excusa que la actualidad permanente. Lo cual ya lo hace simpático, porque el abuso del merchandising sincronizado llega a hartar al más pintado.

La época que cubre el libro es sin duda la más interesante, no solo de Marvel, sino en la historia de la historieta. Es cuando se cruzan los tebeos, aún para niños, nacidos en torno a la Segunda Guerra Mundial con la aparición de la nueva generación representada por la Marvel que se dirige a no tan niños. También con el comix underground, que rechazaba todo eso, o el cómic con pretensiones de gran arte.

Es cuando la historieta era ya objeto de estudio académico y se crearon los primeros museos (Omiya, Japón, 1966). También nacieron las grandes convenciones como la Comic-Con de San Diego (1970), y los cómics comenzaron a presentarse directamente como libros en ferias como la Comic Book Convention de Nueva York en 1963, pasando por ese periodo donde la psicodelia barnizó esos mundos de fantasía, desde Dr. Strange hasta los mundos europeos de Metal Hurlant.

A principios de esta era, el gran mercado estaba dominado por DC Comics, la cuna en los años 30 de Superman, Batman o Wonder Woman. Es cierto que los superhéroes habían ido perdiendo fuelle, pero la misma DC Comics (bajo el sello Action Comics) había comenzado a revitalizarlo con nuevos héroes como Linterna Verde y, sobre todo, con una primera formalización de las ya habituales colaboraciones entre superhéroes a través de la Liga de la Justicia.

No obstante, la mayor parte de los dibujantes y guionistas de Action Comics eran ya gente mayor que había tenido mucho éxito y cuyo estilo, tanto en guiones como en dibujo, desprendía cierto olor a cadáver.

Y en esto llegó la Marvel, un sello de Timely Publication de Martin Goodman a lomos de un gran guionista: Stan Lee. Asimismo, incorporó a dos dibujantes que, literalmente, dinamizarían el género, Jack Kirby y Steve Ditko. Todos ellos con personalidades muy poco frecuentes y una fantasía casi delirante. Lo primero que idearon Lee y Kirby fue también el éxito fundacional de la compañía: Los 4 Fantásticos.

Aquellas “personas normales” llamadas superhéroes 

Los 4 Fantásticos fueron poco menos que una revolución. Para empezar, los personajes no llevaban una doble personalidad y eran perfectamente conocidos. De hecho, hasta su sede estaba en medio de Nueva York. Por otra parte, llevaban una vida con problemas casi domésticos. No es que los héroes de Action fueran completamente planos porque, aunque Superman lo fuera bastante, Batman había nacido ya como un personaje atormentado.

No obstante, Los 4 Fantásticos parecían personas en el fondo casi normales. A esta sensación ayudaban unos diálogos con un lenguaje bastante poco habitual, que incluían cultismos curiosos o expresiones de moda hasta llegar la grandilocuencia filosófica de personajes muy poderosos y casi místicos, como Silver Surfer o Dr. Strange. Aunque esto del lenguaje, quien lo llevaría a un extremo inusitado seria Spiderman, que bajo su máscara utilizaba una jerga chulesca que hoy se llamaría urbana.

Los dibujos y su puesta en página eran de un dinamismo superior a lo hasta entonces conocido, aunque casi todos los dibujantes de Marvel admiraban el Flash Gordon de Alex Raymond. Kirby era un maestro indiscutido, pero el Dr. Strange (1963) de Steve Ditko ya era de una psicodelia extrema. Todo esto, cuatro años antes de la gran utopía hippie conocida como el Verano del Amor.

También hubo un cambio de enfoque que venía con la época y que tenía que ver con otro género, el de la ciencia ficción. En esos años se buscaba un cierto rigor y se produjo la diferenciación entre hard science fiction (que buscaba una base científica en sus novelas con nombres como Arthur C. Clarke, Larry Niven, Isaac Asimov…) y la soft science fiction (más interesada en cuestiones morales o sociales y figuras como Ursula K. Le Guin, Philip K. Dick, Frank Herbert...). Era una división un poco forzada, pero los autores del cómic utilizaron ambas líneas para dotar sus universos de cierta coherencia interna.

No en último término, las colaboraciones entre héroes, que ya habían existido en la Era Superman-Batman, se formalizaron en equipos como 4 Fantásticos o X-Men o bajo la organización SHIELD. Habrá quien se pregunte por lo político o lo social en Marvel. Más bien poco, para empezar porque durante toda esta época existía un código de conducta parecido al de Hollywood. Marvel estaba de forma explícita con las luchas por los derechos sociales y su héroe Black Panther era un buen testimonio. Pero nunca llegaría al compromiso social desarrollado en bastantes números de Flecha Verde (con o sin Linterna Verde) curiosamente de la competidora DC Comics.

El éxito de Marvel fue brutal. Entre 1961 y 1968 pasó de vender 3 millones de revistas a 8 millones, llegando a convertirse en la primera compañía norteamericana de cómics, superando a DC. Durante esos sesenta, a los primeros héroes como los 4 Fantásticos, Hulk, Thor, o Spiderman se les unieron de inmediato Iron Man, Dr. Strange, X-Men, Avengers, Daredevil, Black Panther (el primer súper-héroe negro) o los Guardianes de la galaxia, entre otros. Y Conan, que no era exactamente un súpehéroe, pero como si lo fuera.

Todo esto fue posible al trabajo de los fundadores y a la incorporación de guionistas como Roy Thomas y dibujantes como John Buscema o John Romita. Quienes, además, repescaron héroes que la empresa había editado antes de la guerra, como Namor, Black Widow y, sobre todo, Capitán América.

En realidad, a partir de ahí todo fue más bien para abajo Goodman, dueño de Marvel, la vendió (primera de una cadena de venta que ha finalizado por el momento con la compañía como parte de Walt Disney) y las ventas comenzaron a descender. Las tensiones internas acabaron con Kirby y Ditko fuera de Marvel, aunque regresarían de cuando en cuando. 

Cuando Marvel pasó del cómic al cine

La editorial también había perdido la iniciativa en el mercado de la televisión, cuya primera explosión había tenido lugar con el tan cutre como flipante Batman de los 60, con Adam West como mejor protagonista. Finalmente, y tras varios vaivenes, Marvel casi ha abandonado el mercado del cómic, ya muy reducido en general, sacando nuevos héroes que suelen pertenecer a minorías étnicas y centrándose casi por completo en las películas aprovechando las posibilidades de lo digital y de las 3D.

En España, Marvel comenzó a publicarse por Vértice. Tarde, mal y en blanco y negro. La editorial adoptó un formato bastante más pequeño al original, y eso condujo a la adaptación de prácticamente todas las viñetas en una labor de corta-pega y redibujo que por lo general hacía el fallecido Tonet Villa bajo el epígrafe Dinámica y rotulación. Un desaguisado tronchante que El blog ausente analiza con todo detalle.

¿Por qué finaliza el libro en 1978? Bueno, Stan Lee había dejado de figurar como editor y se abría una nueva era con Jim Shooter. Tampoco había mucho más sustancioso que contar hasta el asalto cinematográfico de la empresa. Además,  también han salido libritos monográficos sobre Los Vengadores, 4 Fantásticos, Capitán América o Spiderman.

El ejemplar es un tochazo (29 x 39,5 cm, 712 páginas, alrededor de 40 Euros) y es de esos objetos que justifican la pervivencia del papel. El interior impone. Por un lado hay cientos de páginas enteras, esta vez mayores que el original, editadas en papel de alto gramaje e impresas sin las limitaciones de los tebeos. Lógicamente, unas páginas que estaban diseñadas para llamar la atención en quioscos aquí parecen estallar.

El libro contiene una historia detallada de la firma durante esos años pero también una cantidad ingente de viñetas, 2.000 en total, en tamaño reducido aunque legible, que muestran mil y un detalles descritos en el texto. Es una obra para muchas horas, eso está claro. Pero sería un poco triste acabar hablando de su atractivo en plan value for money. Porque este libro es una joya.