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Guerra Garrido: Mis novelas son vitalistas, aunque haya mucho derrotado

Guerra Garrido: Mis novelas son vitalistas, aunque haya mucho derrotado

EFE

San Sebastián —

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El escritor Raúl Guerra Garrido ha publicado tras seis años de silencio la novela “Demolición”. Se ha dejado llevar “por lo que tiene la vida de último”, pero el humor y una buena dosis de surrealismo son amortiguadores de esta historia sobre la decrepitud.

“Creo que mis novelas son vitalistas, aunque haya mucho derrotado en ellas, porque siempre se confía en ese gesto liberador, en tu pequeña venganza contra el destino. Sigues siendo inmortal hasta que te mueras”, dice Guerra Garrido (Madrid, 1935) en una entrevista con EFE.

En “Demolición”, el derrotado es Jesús Expósito, un personaje singular, un escultor que talla escaleras de mano y que, en el declive de su existencia, se enfrenta a la creación de una obra, su gran obra, para una exposición.

“Esa oportunidad se la ofrece una galería, pero no se encuentra con fuerzas y se vende a lo que no le gusta, a lo de las instalaciones y las performances, para hacer algo que no se ha visto nunca, que es resucitar. Esa es la idea, absurda, pero puede ser una idea artística”, explica.

La novela, publicada por Alianza y que el autor acaba de presentar en San Sebastián, donde vive desde hace casi seis décadas y donde su farmacia sufrió durante años los ataques de la violencia callejera, es sin embargo mucho más que una trama sobre el proceso de gestación de una insólita pieza de arte.

Es una intrincada reflexión sobre la decadencia, “que no solo afecta a la propia persona, sino al ámbito social en el que vives, y al paisaje antrópico, que también termina deteriorándose”, señala el autor.

Los pensamientos del excéntrico Expósito, hombre que cree haber nacido por generación espontánea, se mueven entre las dudas y las certezas existenciales en un juego, que es también de palabras, en el que medita sobre los trampantojos y escaleras imposibles de Piranesi, Escher y Penrose. No es una lectura sencilla.

“Sí es verdad que tiene una estructura un tanto caótica porque te dejas llevar por la concatenación de ideas, pero tiene la ventaja de que los sucesos en ese flujo continuo tienen un sentido en sí mismos y enseguida sabes cómo se unen”, comenta.

En las primeras páginas del libro, su personaje dice que “el arte conceptual es la gran coartada”, que “la critica o concepto ya es de por sí arte”. Un aviso de lo que viene después, de la opinión que le merecen al viejo escultor de escaleras de madera las obras de artistas contemporáneos como Richard Serra, Marc Quinn y Manolo Valdés.

“Son puntos de vista sin acritud. A mí la 'meninas' de Manolo Valdés me encantan, pero ha llegado un momento en que hay 'meninitas' por todos los lados”, señala el escritor que, entre otros galardones, ha recibido el Premio Nacional de las Letras (2006) y el Premio Nadal (1976).

Lo que ha querido poner en cuestión es que “de las formas de arte, el arte abstracto, y no digamos el conceptual, es el más fácil de camuflar”. “Las apoteosis de las performances y las instalaciones son más fáciles porque a lo mejor pueden surgir de una ocurrencia simpática”, apostilla.

“El arte emociona o no es arte. El arte abstracto me encanta, tengo en casa cantidad de cosas de amigos que me gustan, pero considero que es más decorativo que emocionante. En la novela y en la música se disfraza esto menos. Si tienes un oído de artillero como yo, malamente puedes tararear una canción nueva, y escribiendo te pasa igual”, afirma.

Guerra Garrido tenía que haber terminado “Demolición” hace dos años, cuatro después de la publicación de “La estrategia del outsider o la vuelta al mundo de Naraya Sola”.

“Me he sentido confortablemente escribiéndolo. Estoy muy contento. Creo que no he salido mal parado después de tantos años perdidos”, asegura el autor de “Castilla en Canal” y “La Gran Vía es Nueva York”, que en 2019 celebra el cincuentenario de su primera novela, “Cacereño”.

Fue la primera además sobre el País Vasco, a la que seguirían otras como “Lectura insólita del capital” y “La carta”, una sobre un industrial secuestrado y la otra acerca de un empresario extorsionado por ETA.

Diez años vivió con escolta este farmacéutico escritor que habló también de los guardaespaldas en “La soledad del ángel de la guarda”, que el actor Adolfo Fernández iba a llevar al teatro este otoño pero tuvo que cancelar el proyecto por enfermedad.

Guerra Garrido no volverá a escribir nuevas páginas sobre Euskadi, pero como “ecos” de la obra hecha quedarán ese montaje teatral pospuesto y una edición crítica de “Cacereño” que verá la luz en primavera.

Ahora escribirá otros textos, en un momento en el que ha aprendido ya a “perder el tiempo”, y en el que se dedica más a las “relecturas” que a las novedades editoriales.

“Son relecturas muy sorprendentes, cosas que te siguen pareciendo muy frescas y otras que se te caen a los pies. Hay libros, al igual que algunas películas, que no quiero volver a leer o a ver porque tengo un recuerdo tan maravilloso que me da miedo perderlo”, afirma.

Ana Burgueño

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