Joël Dicker: “Si fuese tan fácil escribir 'best sellers', habría más”
Aún no ha cumplido los 40 años y Joël Dicker ya es un autor superventas consolidado. Alcanzó el éxito mundial con su novela La verdad sobre el caso Harry Quebert hace once años y ahora acaba de publicar con Alfaguara su secuela titulada El caso Alaska Sanders, traducida por María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego. Forma parte de la trilogía que se completa con El libro de los Baltimore, aunque cada volumen puede leerse de manera independiente ya que juega constantemente con los saltos temporales que enlazan un libro con otro. Los tres están protagonizados por Marcus Goldman, un escritor aficionado a resolver crímenes.
Dicker, que nació en Ginebra en 1985, es la viva imagen de la corrección suiza. De aspecto impecable y con actitud amable, está curtido en la batalla de responder preguntas a la prensa. Lleva cuatro meses de gira mundial con la promoción de su última novela, ha hecho decenas de entrevistas y ha firmado cientos de libros a su ingente cantidad de lectores. Sentado en una mesa del octavo piso de la sede de su editorial en Barcelona, comenta que el éxito ha cambiado la percepción que los demás tienen de él. Su vida puede parecer una aventura que le lleva a recorrer el mundo, pero el tiempo que pasa solo en los aeropuertos no aparece en ese relato que se ha creado en torno a su figura. “No estoy seguro de que todos los que piensan que esta vida es guay la soportarían”, afirma.
Pese a que se esfuerza en separar a su persona del personaje que le ha hecho célebre, lo cierto es que sus novelas hacen que esa labor sea complicada. Marcus Goldman también es un autor joven al que un libro sobre su amigo y también escritor Harry Quebert –que da nombre a la primera novela de Dicker– le ha otorgado la fama mundial. El paralelismo es evidente aunque, según él, el triunfo de su personaje es algo definitivo y “necesario para que la novela avance”, dice. En su propio caso, ese éxito no está asegurado a largo plazo. “Siempre hay muchas dudas, tanto si eres escritor, músico o jugador de fútbol. Una mala temporada puede acabar borrando un pasado extraordinario. Así que el éxito es un poco algo que va y viene. En este sentido, la historia de Marcus es un poco ideal”, explica.
El caso Alaska Sanders presenta clichés habituales en las novelas policíacas en las que los encargados de resolver el crimen son hombres –en este caso, Marcus Goldman y el sargento Perry Gahalowood– y la víctima es una joven de belleza arrolladora. Pero equilibra la balanza con dos personajes femeninos activos que también participan en la resolución del misterio: la agente Lauren Donovan y la abogada Patricia Widsmith. En los últimos años, escritoras como Gillian Flynn, Rene Denfeld o la propia Alicia Giménez-Bartlett, con su Petra Delicado, han trabajado para acabar con los arquetipos de mujer predominantes en el género negro, que las relegan a las figuras de asesinadas o villanas.
Joël Dicker explica que no fue algo que hiciese de manera consciente, pero el que la víctima sea una mujer es simplemente un reflejo de la realidad: “Todos los días hay mujeres asesinadas por sus maridos, por sus parejas o por un desconocido. La violencia contra las mujeres sigue siendo una de las grandes lacras de nuestra sociedad y del mundo moderno en el que vivimos. Y creo que este relato lo pone de manifiesto”. De hecho, para él la novela negra tiene tantos seguidores porque “necesitamos contarnos historias a nosotros mismos. Y todos tenemos curiosidad, todos somos investigadores. Queremos saber qué ocurre cuando hay un atropello o cuando mucha gente se reúne en la calle. Este género estimula ese deseo porque, cuando se produce un acontecimiento, salimos de nuestra rutina”.
A ambos de la industria
Bernard de Fallois fue el editor que hizo de Joël Dicker un autor de éxito internacional. Apostó por el escritor –al que habían rechazado varias editoriales con anterioridad– tras leer el manuscrito de La verdad sobre el caso Harry Quebert, seguro de que tenía en sus manos un auténtico bombazo. Mantenían una relación muy cercana y, cuando el editor falleció en 2018, el autor suizo se quedó sin sello. Creó su propia editorial Rosie & Wolfe porque sentía que irse a otra empresa sería una traición a su descubridor y ahora edita sus propios libros. Además, prepara un catálogo con otros autores con los que espera llevar a los lectores de sus novelas –que son los que primero se van a interesar por la editorial– hacia otro tipo de literatura.
Como buen aficionado a los paralelismos, ahora que ha creado su propia editorial Dicker también ha rescatado para El caso Alaska Sanders al editor de Marcus Goldman, un personaje desagradable y especulador que solo piensa en el dinero que puede sacar del autor. ¿Una declaración de lo que no le gustaría llegar a ser? “Por supuesto que no me gustaría. Aunque la verdad es que tampoco sé si existe realmente ese tipo de editor. Es un personaje divertido, que tiene unos rasgos un poco extremos, pero normalmente los editores tienen que tener un sentido de lo que es un texto de calidad”, responde.
Los libros del escritor suelen rondar las 600 páginas, pero sus lectores más ávidos son capaces de leerlos en tres días. En ese sentido, funcionan como las series de las plataformas de streaming, que se ven en tiempo récord a modo de maratón. De hecho, en 2018, Jean-Jacques Annaud convirtió La verdad sobre el caso Harry Quebert, en una miniserie televisiva protagonizada por Patrick Dempsey (el mítico neurocirujano Derek Shepherd de Anatomía de Grey).
Para Dicker, esta manera compulsiva de consumir cultura no es algo novedoso. Es una cuestión de deseo que ahora es más fácil de satisfacer. “Las series de televisión no han inventado nada porque lo que hacen es recuperar los códigos de los grandes escritores. Por ejemplo, Alejandro Dumas y el Conde de Montecristo, que era un folletín que se publicaba por partes. Son como las series de ahora, pero antaño. Antes, se emitía un capítulo a la semana de las series en la televisión y ahora como tenemos todos los episodios las podemos ver rápido”, cuenta.
En principio, El caso Alaska Sanders será el último que resuelva Marcus Goldman, aunque su creador no cierra ninguna puerta. No está triste por despedirse de su personaje –posiblemente sus lectores lo sientan más– porque no descarta recatarlo en un futuro para convertir la trilogía en una tetralogía o quién sabe si una pentalogía: “Si no vuelvo a este personaje querrá decir que se acabó y si me apetece recuperarlo simplemente podré volver a escribir sobre él”. No le gusta pensar en el futuro a largo plazo en cuanto a su carrera y dice que ahora mismo no sabe si escribirá 15 libros más o solo uno. “La idea es ir escribiendo un libro detrás de otro. Luego ya veremos”, dice.
Ser un 'best seller'
Básicamente, es a lo que se dedica cuando no está de promoción. Ante la pregunta de qué hace en su día a día, responde de manera lacónica “escribir”. Con la corrección que le caracteriza, esquiva preguntas más profundas sobre su cotidianeidad y solo deja caer que le gusta hacer deporte y cuando no está escribiendo o viajando dedica el tiempo a la vida familiar. No es demasiado amigo de las redes sociales: tiene una cuenta de Twitter que no actualiza desde 2020 y un perfil de Instagram que sí tiene movimiento, pero está centrada en su imagen como escritor, no en su vida privada: “No me gusta Twitter. Es un mundo muy agresivo, desagradable, no me apetece estar ahí. Instagram es mucho más apropiado, la gente me sigue porque le interesa mi trabajo. No es un lugar ni de pelea ni de desacuerdo y por eso sigo ahí”.
Considera que la etiqueta de ‘escritor de best sellers’ no es en absoluto peyorativa sino todo lo contrario. “Ser un escritor muy leído es algo positivo. Para mí los best sellers no son algo malo. Si fuese tan fácil escribirlos pues aún habría más. Creo que es la prueba de que muchos lectores confían en mí”, declara. De hecho, él es lector de súper ventas: “Una novela que me ha encantado recientemente es 1793, del autor sueco Niklas Natt Och Dag. Es una novela fascinante que se ha convertido en una trilogía 1793, 1794 y 1795 y nos habla del Estocolmo de esa época. Tiene una forma de escribir muy cautivadora y me ha marcado mucho en estos últimos dos años, me ha impresionado”.
Su famosa trilogía transcurre en Estados Unidos, pero su propia ciudad seguramente esconde secretos que podrían ser material para toda una saga de novelas policíacas. De hecho, su anterior libro, El enigma de la habitación 622, escrito en honor a su antiguo editor, transcurre en Ginebra. La localidad es uno de los mayores centros financieros del mundo y donde hay dinero, hay tramas delictivas. “Situé El caso Alaska Sanders en Estados Unidos porque la trilogía transcurre allí pero con La habitación 622 me encantó volver a poner los pies en Ginebra. No solo porque haya asuntos oscuros o bancos, sino porque me gusta también explicar esa ciudad. Sin duda, volveré”, promete.
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