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Ruido y silencio

La máscara y la vida

Los Bravos, actuando en Cerebro | RTVE.ES

Montero Glez

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Con el uso de las mascarillas no sólo estamos protegiéndonos frente al virus, sino que también estamos recuperando algo de nuestra autoconciencia perdida. Porque con el uso de la máscara -en este caso la mascarilla- se está rescatando el valor que esta tenía en el principio de los tiempos, cuando era utilizada para representar los temores y traumas arraigados en el inconsciente colectivo.  En este sentido, la máscara, más que ocultar, lo que hace es mostrar.

Durante los últimos días, he leído el libro que acaba de sacar Juan Pablo Orduñez, más conocido como el Pirata, y que publica la editorial Oberón. Para quien no lo sepa, el Pirata es un veterano de las ondas hertzianas. Se dio a conocer en los ochenta, cuando las litronas eran de cristal y el hachís venía envuelto en papel de plata. Su voz, su manera de narrar tan peculiar, son atributos que convirtieron al Pirata en un locutor vital para el público rockero. En sus programas, los Motorhead adquirían una dimensión dialéctica, no sé si me explico, pero recuerdo que, a continuación del Ace of Spades, el Pirata ponía una balada de los Roxy Music; de seguido. No sé si el Pirata conoce a Hegel, pero lo pone en práctica cada vez que pincha. 

El libro que se ha marcado es una colección de leyendas y cuentos del rock. Está escrito sin ninguna pretensión literaria, pero no por ello deja de ser curioso lo que en él se cuenta. Hay para todos los gustos, desde el secuestro del cadáver de Gram Parsons por sus amigos borrachos, para después incinerarlo en el desierto, hasta el disparo que suena en el Made in Japan, disco en directo de los Deep Purple, todo ello sin dejar atrás una de las más descabelladas teorías conspiranoicas de los últimos años, y que relaciona el atentado de las Torres Gemelas con la portada del Breakfast in América, el conocido disco de  Supertramp. Con todo, lo que más llama la atención en estos tiempos de pandemia es el capítulo dedicado a  los rostros ocultos y que el Pirata titula Encapuchados y enmascarados. 

El citado capítulo se abre con la triste historia de nuestro grupo más internacional, Los Bravos. No está de más recordar que Jimmy Page, de los Led Zeppelin,  tocó la guitarra en su conocido éxito Black is Black. Los Bravos lo tuvieron todo, rozaron la gloria, hicieron películas y vendieron montonera de discos, pero un accidente de coche truncó la buena racha. Manolo Fernández, el teclista, acabó con su vida tras la muerte de su esposa. Fue él quien conducía el coche, y la ausencia y la culpa le llevaron a la determinación extrema del suicidio. 

Ante este trágico suceso, Los Bravos decidieron buscar un nuevo teclista. Para darse publicidad, lo presentaron encapuchado, difundiendo el rumor de que Manolo Fernández no había muerto. Ahora Manolo se presentaba así, ocultando su rostro para desdoblarse en un juego atávico que hiciese recuperar la autoconciencia perdida de Los Bravos como grupo. Pero no funcionó. Tal y como apunta el Pirata, el asunto fue siniestro, y el montaje demasiado burdo. La gente, más que identificarse con aquello, lo rechazó. 

El teclista era Peter Shelley, que fue pronto sustituido por Jesús Glück, músico de línea clásica que forma parte de la historia sentimental de nuestro cine por componer bandas sonoras para películas tan significativas como El crack de José Luis Garci, aunque los más musiqueros también recordemos a Jesús por ser el padre de Virjinia Glück, una de nuestras mejores voces femeninas cuyos registros vocales nos transportan al mundo atávico, al principio de los tiempos, cuando nuestros ancestros se desdoblaban utilizando máscaras y, de esta manera, tomaban conciencia de su propia conciencia. 

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