Entrevista

Celtas Cortos: “La valentía y la implicación ideológica suponen ciertas listas negras y cruces”

Han pasado 40 años desde que Celtas Cortos comenzaran su trayectoria, desde que se unieran para brindar temas como 20 de abril, La senda del tiempo y al que dedican el título de la gira con la que van a celebrar sus cuatro décadas de carrera, 40 años contando cuentos. Jesús Cifuentes (voz y guitarra), Goyo Yeves (saxo y whistle) y Alberto García (violín y trombón) tocarán en diez ciudades de España, empezando el 7 de febrero en Madrid y concluyendo el 18 de abril en Valladolid, su ciudad, para celebrar su música, compartir su propio viaje. Un viaje de reivindicaciones, de energía, de historias, de calle.

“La música adolece ahora del componente social que había cuando germinamos nosotros”, reflexionan al mirar hacia atrás, al presente y el futuro de la industria musical que planean seguir habitando más allá de este tour.

¿Son muy nostálgicos a la hora de revisar su carrera?

Jesús Cifuentes: A lo largo del cancionero que se ha gestado durante todo este tiempo sí que hay aparentemente un subapartado de melancolías, pero no somos de la filosofía de cualquier tiempo pasado fue mejor. Ni mucho menos. Siempre nos ha gustado decir que somos corredores de fondo, que lo importante es estar en la carrera, disfrutar del presente, de ese camino. Y si acaso, mucho más de mirar hacia el futuro.

La gira se llama 40 años contando cuentos, ¿siempre han sentido que hacer canciones es precisamente contar cuentos?

J.C: Hemos ido avanzando en nuestra propia narrativa y de alguna manera sí que hemos sido cronistas de nuestra época, de lo que nos ha tocado vivir y hemos ido percibiendo, tanto a nivel social de este portal compartido que es nuestro país, como de todas las cosas que han sucedido en el universo internacional. Somos ciudadanos de este lugar común que es este pobre planeta que maltratamos.

Nos ha gustado mantener actualizada una manera especial de ver las cosas, muy en contacto con lo social. Muy desde la perspectiva de un ciudadano peatón, de un vecino más del 3ºD, de nuestra manera de entender la justicia, la protesta, la reivindicación. Somos hijos también todavía de una transición que nos moldeó y esculpió un poco. Muy en contacto con las cosas que sucedían en la calle, el movimiento social, y hemos seguido ejerciendo ese perfil. Algo que ahora mismo, quizás la música adolece de ese componente social que quizás sí tenía en el momento en el que germinamos nosotros.

¿Por qué piensan que ha habido este cambio?

J.C: La historia avanza. Han pasado millones de cosas. Hemos pasado de la era analógica a la digital, como poco. Cada vez se perpetúan más y con más virulencia los sistemas establecidos de poder. La era digital ha hecho más dócil a la población y tenemos muchas más tragaderas para aguantar una presión insólita como es ahora mismo el acceso a la vivienda. O todo lo que va de la mano, del bullying a los desahucios. O lo que está sucediendo en la Franja de Gaza. Asistimos de manera impasible a un genocidio. Esto es el colmo de la puta locura. Hay cierta movilización social, pero no pasa nada. La vuelta de tuerca está a la vuelta de la esquina sin grandes rasgamientos de vestidura.

En cuarenta años el contexto social y político ha cambiado mucho, cabría pensar que en la música debería haber más libertad para hablar de todo lo que acaba de comentar en canciones, que los artistas se posicionen, ¿sienten que hemos retrocedido?

J.C: Meterse en derroteros comprometidos o políticamente incorrectos ha generado siempre señalamiento social. Nada nuevo bajo el sol. En cuanto a la libertad de ejercerlo, creo que la libertad es plena desde que existe democracia. Otra cosa es la valentía de ejercerla, porque muchas veces tiene consecuencias, que pueden ser negativas. Lo que igual puede haber es cierto temor, porque en los últimos años ha habido algunos cantantes que se han pronunciado y está ese rollo subyacente de la justicia, los abogados cristianos han denunciado. La denuncia social no es algo mainstream ahora mismo, para nada.

¿Y sienten más presión de tener que tener una opinión formada respecto a todo, porque desde público y medios les exigimos que la tengan?

Goyo Yeves: Desde el momento en el que pusimos letra a nuestras canciones, ya se nos veía el plumero y ese puño levantado. No se podía evitar la necesidad de expresar esa ideología, de comunicar inquietudes como ciudadanos de barrio obrero, que es de donde hemos salido. Nuestras canciones hablan por sí solas, pero es verdad que también tenemos que pronunciarnos. Un amigo mío decía que ojalá salga un partido que se llame Alí Babá, porque así te garantizarías que si le votas, solo habrá cuarenta ladrones. Llevamos años rodeados de gentuza en la gente que nos dirige. ¿Cuál es el camino? No lo sé. Sientes decepción después de tanto tiempo porque tú tienes una ideología, luchas por mejorar la vida de la gente, y confías en alguien que luego no lo hace. Es complicado.

En sus canciones ha estado siempre presente la denuncia y la reivindicación, pero con una intención de levantar el ánimo.

J.C: Esa protesta o denuncia siempre ha tenido la intención de transformación. Es el sentido que le hemos dado. Se ha dicho que la poesía es un arma cargada de futuro y que aún nos queda la palabra. Claro que sí. Quizás pequemos de utópicos, hijos de nuestra época, pero sí creo que las canciones pueden ayudar como elemento de transformación social. Como mínimo, va a servir para la expansión de tu alma, tu cuerpo, ensalzamiento de la alegría, el divertimento, con lo cual eso ya genera un sentimiento positivo. Abogamos por esa transformación.

Revisando su discografía está la canción Adiós presidente, dedicada a Trump cuando dejó de serlo, entiendo que no se imaginaban que acabaría volviendo.

J.C: Esa fue la esperanza en la gestación de ese texto. No queremos deprimirnos con esta persistencia o perseverancia del enemigo, pero sí que de alguna manera denota cómo la estructura de poder prevalece, porque al final este señor no representa otra cosa que su ombligo y el dinero que pretende ganar. Hacerse con el planeta, sea a costa de lo que sea. No nos imaginábamos que una sociedad como la norteamericana después de haberlo padecido cuatro años volviese a reincidir.

Haber sido siempre muy reivindicativos, ¿piensan que les ha penalizado?

G.Y: Sí, está claro que sí, y muchas cosas de las que no nos habremos enterado. La valentía y la implicación ideológica supone ciertas listas negras y cruces.

Alberto García: Afortunadamente, también se nos ha relacionado con la parte enérgica de asomarse al lado amable de la vida, la juerga, el empujón, la risa y la cerveza. A pesar de que sí que hemos tenido un enfoque concreto sobre temas sociales y políticos, esa energía musical lo invade todo, o buena parte de lo que hacemos. Una cosa no se desliga de la otra, por suerte.

G.Y: Nos hemos librado con eso, a Ismael Serrano no le pasa lo mismo.

Trump no representa otra cosa que no sea su ombligo y el dinero que pretende ganar

En 40 años hay muchas giras, muchos conciertos, mucha noche, mucho no estar en casa. ¿Cómo han lidiado con los excesos y la fiesta?

J.C: Hemos sobrevivido. No hemos ido todos a la par. Somos supervivientes porque, yo por lo menos, podría haber acabado perfectamente en una cuneta. En lo que estás festejando y la cuneta hay medio metro de distancia. Por fortuna hemos sobrevivido a esta. La conversación en torno a la salud mental aplicada al entorno de lo educativo y lo artístico es relativamente joven, y de la que antes se huía, porque la salud mental estaba asociada a una zona tabú, como si fuera un territorio para que a quien esté majara, le encierren.

La intensidad, la ausencia y un montón de ingredientes que lleva la vida del titiritero nos pone desde luego en un punto que te hace temblar un poco los requiebros de ti como persona. Lo hemos superado con bastante bondad, aquí estamos con ganas de seguir trabajando y de mirar hacia el futuro, pero ojo, que hay que estar entrenado. Los años nos han dado bagaje para ir navegando por las tempestades con cierto criterio.

¿Cómo han llevado la adaptación a los cambios dentro de la industria?

J.C: Los que nos dedicamos a la creación siempre estamos intentando subir una montaña a través de los peldaños que ya han construido otros. Venimos de la era analógica y ahora estamos imbuidos en la era digital con plena irrupción de la IA, que a día de hoy ya es un hecho que en la música es completamente autónoma para hacer lo que quieras. Hemos sido testigos desde la Edad Media y el arao a la película futurista que no nos podríamos haber imaginado. Como testigos de excepción, me considero un privilegiado por haber visto toda esa evolución.

¿Y en lo relativo a la distribución de las canciones?

A.G: Pasamos el desierto de cuando llegaron las tostadoras de cedés, que en lo que antes vendías diez, de repente se convertía, con suerte, en uno. Esos páramos ya los hemos atravesado. Ahora estás en manos prácticamente de lo que tú hagas, de cuánto le llegue a la gente de manera natural y espontánea, y luego si por un casual encuentras el canal... Nosotros estamos un poco descolgados porque no tenemos ese hábito cotidiano con las redes sociales que sí tiene a lo mejor un artista que esté surgiendo ahora.

J.C: Nos ha pillado fuera de juego porque no somos hijos de ese momento digital. No hemos crecido con las redes sociales, nos hemos acoplado después. En mi día a día no puedo pensar en que voy a estar generando lo que se ha dado a llamar el contenido, que muchas veces es basura, porque un chaval de veinte años que va a tener mucho más tiempo, energía y control, lo va a hacer mucho mejor que yo.

Es como una pelea constante y no podemos hacer de eso algo sostenible. Vivir en función de las redes sociales o de una serie de comunicaciones que tienes que hacer de manera obligatoria para parecer que, no está dentro de nuestro perfil. Hay muchas cosas bondadosas, ojalá pudiéramos dar más a conocer nuestra idea y música, pero la parte oscura en la que estás esclavizado de ello es muy tenebrosa.

Vídeo de la entrevista completa

Vídeo: Adrián Torrano, Alejandro Corral