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Repensando la tendencia conservadora de la ciudad y el feminismo con Antígona

Laura Llevadot, ponente de la charla 'Antígona y los feminismos'

Mónica Zas Marcos

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Uno de los mitos de la Antigua Grecia más conocidos hoy en día gira entorno a Antígona, que fue enterrada viva por dar sepultura digna a uno de sus hermanos, acusado de traicionar a la patria. Sófocles transmitió la herencia de Antígona a través de una de sus tragedias, que plantea la contraposición entre el orden cívico y el orden divino. Es la lectura mayoritaria y aceptada por otros pensadores, como Hegel, pero no es la única. Y de eso van a debatir las profesoras Laura Llevadot y Berta M. Pérez el próximo viernes 8, a las 19:00, en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid.

Llevadot es coordinadora del Máster de Pensamiento Contemporáneo y Tradición Clásica de la Universitat de Barcelona y autora del libro Mi herida existía antes que yo, que inspirará esta charla. “Uno de los capítulos del libro se llama La inflexibilidad de Antígona y parte de la lectura que hizo Hegel sobre esta tragedia, según la cual Antígona representa la ley de la familia, la arcaica y divina, que se enfrenta a la nueva ley de la ciudad, la ley de los hombres, que trata de imponer Creonte y que será finalmente la nuestra”, explica la profesora.

Durante mucho tiempo esta fue la lectura comúnmente aceptada, hasta que llegaron filósofas feministas que denunciaron su sesgo patriarcal y disputaron la interpretación de Hegel. “Para Judith Butler, Antígona representa a quienes no tienen voz en la ciudad, a lo abyecto que ha sido expulsado y que presenta una demanda legítima. Luce Irigaray, por su parte, hace una crítica a la figura de Antígona, por el lugar que ocupa en el subsuelo cuando es enterrada viva, ya que de aquí en adelante va a ser ese el lugar de la mujer en la sociedad, impotente y sin deseo propio”, ejemplifica Llevadot.

¿Y por qué repensar el feminismo a través de esta figura de la mitología? “La tragedia de Antígona representa, desde este punto de vista, la expulsión de la mujer del contrato social. María Zambrano escribe una Antígona contra la de Sófocles y la de Hegel, que se inicia justo cuando ya está enterrada. Lo hace en el Delirio de Antígona, en el que van apareciendo todos los personajes de la tragedia y es como la memoria enterrada de nuestra historia. Allí comparecen las voces de los vencidos y el reclamo, por parte de Antígona, de una justicia que vaya más allá de la ley de la ciudad”, explica la ponente.

Para ella, Antígona exterioriza la idea de que “hay un hiato entre derecho y justicia, que la ley no recoge los reclamos de justicia”. Su historia “nos enseña que la propia organización social siempre está atravesada por reclamos que muestran cómo y dónde falla la sociedad”. Por su parte, la actitud de Creonte, al enterrarla viva, “muestra la tendencia conservadora de la ciudad, los excesos del poder que se manifiestan en el acto de acallar ciertas voces, de enterrarlas en el subsuelo y hacer como si nada hubiese pasado”.

Sobre la reivindicación 'trans'

Mi herida existía antes que yo aborda muchas más cosas que el mito de Antígona. “Lo que planteo en el libro es una crítica a la diferencia sexual, un dispositivo político que nos divide en hombres y mujeres, que nos somete a roles sociales y mandatos en función de nuestro sexo, lo cual afecta nuestras relaciones laborales, sentimentales, sexuales. Esta división no solo es injusta y violenta para los cuerpos que no se reconocen en estas identidades sino para todos, ya que nos impide salir de estos roles prefabricados. Nuestros documentos de identidad deciden por nosotros quiénes somos y se nos trata socialmente en función de esta clasificación. Salir de esos roles que la ciudad impone me parece de primera necesidad”, expresa Laura Llevadot. 

La docente establece un paralelismo entre lo que era la ciudad antigua, que hoy en día es el Estado y el contrato social que nunca hemos firmado, “pero en el que estamos todos comprometidos”. “El contrato social es en realidad un contrato sexual a través del cual una parte de la población, en virtud de ciertas características físicas, ocupa el lugar de la dominación y la explotación. Es por eso que la ley de la ciudad necesita identidades. Solo tienes representación en la medida en la que seas un sujeto identificable”, denuncia, como ocurre hoy en día con las reivindicaciones trans y ciertos cuerpos feminizados.

“Tenemos entonces dos problemas: de una parte, el contrato social, que es sexual, jerarquiza los cuerpos representables, y de la otra, expulsa a los cuerpos no representados y los sobreexpone a la violencia”, ahonda la autora. Este debate, a raíz de la teoría queer y del reconocimiento de las mujeres trans, ha alcanzado el núcleo del movimiento feminista y ha provocado un importante cisma.

Ante esto, Llevadot defiende que “cuando ciertas posiciones feministas expulsan a los cuerpos que no están dentro de los parámetros de la ciudad, lo que hacen es reproducir la lógica masculina contra la que se supone que luchamos”. Por todo esto, “hay que ampliar la mirada y ver conceptualmente cuál es el problema”. 

Estas diferencias no han escapado del ámbito universitario y docente. Hace unos meses unas alumnas del máster de Género y Comunicación de la Universitat Autónoma de Barcelona, decidieron dejar de ir a las clases de la profesora Juana Gallego por criticar la teoría queer y la Ley Trans en sus artículos. Ella denunció en sus redes que la estaban boicoteando y que “si la universidad no es un lugar donde se pueda debatir, se convierte en una madrasa”. Aunque Laura Llevadot, que enseña en la misma universidad, no comparte la perspectiva de Gallego, cree en la libertad de cátedra: “Tú tienes que enseñar lo que estudias. La docencia no se puede deslindar de la investigación”.

“No sé exactamente lo que ha ocurrido, pero entiendo que si alguien no trabaja teoría queer, no tiene porqué enseñarla. Otra cosa es que nuestra docencia, como el derecho, se cierre sobre sí misma y se vuelva dogmática. Eso sería un error, tanto como cancelarla. Creo en la libertad de cátedra, pero también en la apertura de nuestra docencia a otras lecturas. Nuestra tarea es ofrecer herramientas para que el alumno piense por sí mismo y cree su propio marco de comprensión, no para que repita el nuestro”, reflexiona.

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