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Con restricciones de aforo del 50% o cerradas hasta nueva orden: así afrontan las grandes óperas del mundo la crisis del coronavirus

La Scala de Milán tras su reapertura

Francesc Miró

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A principios de septiembre la Scala de Milán inauguró la temporada de ópera 2020/2021 con una representación cuyo aforo máximo permitido fueron 600 espectadores, donde cabían 2.030. En la ópera de Viena prefirieron retomar su actividad antes, pero lo hicieron con un 5% de aforo.

En nuestro país, el pasado domingo el Teatro Real suspendió la representación de la ópera Un Ballo in maschera de Giuseppe Verdi. Un sector del público clamaba que no se guardaban las distancias de seguridad en las butacas. El Teatro Real asegura que cumplió con la normativa vigente: en Un ballo in maschera se había “dejado venta libre hasta completar el 65% del aforo total de la sala, cuando el máximo autorizado por la Comunidad de Madrid era ayer de un 75%”, aseguran. Así, según la institución el público habría “podido elegir libremente sus localidades en la sala”, estando contemplada “la posibilidad de que los espectadores se sentaran en butacas consecutivas —tal como pasa en los transportes públicos— protegidos por su mascarilla y en una sala en que están en silencio escuchando la ópera”. Por ello, la institución apunta que “quizás este hecho haya sido el desencadenante de las protestas”.

Actualmente la regulación de aforos y medidas específicas para determinados espectáculos compete a las comunidades autónomas. Pero por ahora, Madrid no ha adaptado su regulación a la situación extraordinaria que vive ni al paquete de medidas que entraban en vigor este lunes 21 de septiembre. En otros países los aforos permitidos son muy restrictivos. Algunas de las óperas más importantes del mundo, como las de Sidney o Nueva York, no han podido alzar el telón todavía.

La Scala de Milán

La prestigiosa ópera de La Scala de Milán canceló su programación y cerró sus puertas durante 50 días en los que, según calculan desde la institución, perdieron 23 millones de euros. Dominique Meyer, su actual director, sostenía que había que reanudar la programación cuanto antes para no acumular pérdidas y a finales de abril presentó un ambicioso programa para la temporada 2020/2021. 

Arrancaron su programación con un acto solemne: la Misa de Réquiem en la Catedral de Milán el 4 de septiembre en honor a las víctimas del coronavirus, dirigida por el maestro Riccardo Chailly. Y tras aquello, esa misma semana abrieron las puertas con la representación de La Traviata de Verdi. Todos los miembros de la orquesta, del coro y del cuerpo de ballet habían sido sometidos a tests serológicos antes de reanudar la actividad dentro del teatro. La disposición del equipo respetaba las medidas de distancia exigidas y se les exigía lavado de manos constante y mascarilla obligatoria. El aforo máximo permitido fueron 600 espectadores, es decir un 29,5% del total del aforo de 2.030 personas que tiene capacidad de albergar La Scala. 

La Ópera Estatal de Viena

Tras tres meses cerrada debido a la pandemia de coronavirus, la Ópera de Viena volvió a recibir al público en junio, con una serie de recitales de piano y canto, así como de música de cámara, que se celebraron ante solo cien espectadores para respetar las restricciones de aforo. Mantuvieron dicha restricción, del 5% de aforo, hasta mediados de julio y luego lo ampliaron a 250 personas, un 14% del recinto teatral que tiene capacidad para 1709 personas. En septiembre volvieron a ampliar el aforo, con un máximo de 950 butacas ocupadas: el 55% del aforo. 

Actualmente cuentan con una normativa especial para la prevención de la COVID: la mascarilla es obligatoria a la entrada y la salida del recinto, y solo recomendada durante la función. Es obligatorio mantener una distancia mínima de un metro con el resto de la audiencia y con el personal del recinto. Están prohibidos los cambios de asiento, la formación de corrillos y grupos y ocupar los asientos vacíos. Incluso están prohibidos los vítores y los griteríos: “Por difícil que parezca: exprese su entusiasmo únicamente aplaudiendo: absténgase de gritar cualquier bravissimo’”, reza su guía anticovid.

La Royal Opera House de Londres

La Royal Opera House de Londres permanece cerrada al público hasta nuevo aviso. Bajaron la persiana el 16 de marzo de 2020 y las actuaciones y obras del calendario de 2020 se anularon. “Esperamos reabrir nuestros escenarios, nuestro edificio y nuestros teatros y dar la bienvenida a nuestra excepcional comunidad de personal, artistas y público”, sostenía la organización en un comunicado.

Eso no significa que la institución esté parada. A puerta cerrada y sin público, la Royal Opera House reanudó su actividad en su sede del Covent Garden con tres recitales que conformaron la serie #OurHouseToYourHouse. Fueron espectáculos pensados para ser retransmitidos en streaming en directo por la web y las redes sociales de la institución, de forma gratuita. Desde entonces mantienen una completa programación online que combina la retransmisión, previo pago, de actuaciones pasadas con actividades de fomento cultural retransmitidas online. 

Por ahora, Londres parece haberse mantenido al margen de una nueva ola de contagios. La combinación de un teletrabajo regulado, nuevas costumbres y pocos turistas hizo que la primera semana de septiembre en los 32 distritos de Londres, la incidencia oscilase entre un mínimo de 5,7 y un máximo de 17,9 casos cada 100.000 habitantes.

El Teatro Bolshói de Moscú

El Teatro Bolshói de Moscú también ha reabierto sus puertas, tras seis meses cerrado por el coronavirus. Un tiempo de inactividad que se estima que ha causado más de 9 millones de euros en pérdidas al Bolshói. 

Arrancó su temporada 245 a principios de septiembre con entradas agotadas semanas antes. Lo hizo con Don Carlo, de Giuseppe Verdi con Anna Netrebko e Ildar Abdrazákov sobre el escenario. Un reencuentro con el público que habían postergado tras el positivo de una bailarina, que obligó a parar los ensayos y a realizar cuarentena a los sesenta miembros del equipo de la función. Ahora realizan tests constantes a sus empleados, y en lo que respecta al público mantienen una limitación del 50% de aforo: solo se pueden ocupar 872 butacas de las 1744 disponibles. También se respetan las distancias, se exige el uso de mascarilla, y no se pueden adquirir más de dos entradas por persona.

La MET de Nueva York

El Lincoln Center, sede de la Metropolitan Opera y la Filarmónica, no volverá a abrir sus puertas hasta 2021 a consecuencia del coronavirus, siguiendo la misma estrategia que el Carnegie hall y otros espectáculos en espacios cerrados de la capital. Se preven pérdidas de 1,3 millones de dólares en venta de entradas, según afirmaba al New York Times la portavoz de la institución, Isabel Sinistrore.

El Lincoln Center ha tenido que despedir a muchos de sus empleados y registra desde que empezó la pandemia una pérdida de ingresos total de 13 millones de dólares, incluyendo ventas de entradas y alquiler de sus espacios. Sin embargo, su cierre es una decisión en consonancia con la estrategia gubernamental para combatir el coronavirus que lleva a cabo Nueva York desde que se levantó el confinamiento. En la lucha contra la pandemia de COVID-19, la ciudad apuesta por las actividades al aire libre para evitar las aglomeraciones en espacios cerrados. El que fue durante meses el epicentro de la pandemia en Estados Unidos –más de 23.000 personas han fallecido en la ciudad–, ha logrado controlar la propagación y mantener, al menos por ahora, unos niveles bajos de transmisión, tal y como contamos aquí

La Ópera de París

La Ópera Garnier de París se encuentra en plenas obras de remodelación de su escenario, pero ha adaptado un proscenio en el que arrancará su programación 2020/2021 el próximo 26 de septiembre, con los conciertos de Brandeburgo de Jean-Sébastien Bach. Seguirán con un programa de conciertos de los coros de la Ópera Nacional de París y un programa de ballets.

“Como medida preventiva en el contexto del COVID-19, el uso de mascarilla será obligatorio dentro del Teatro de la Ópera, tanto en el trayecto hasta la salida como durante la duración del espectáculo”, se afirma desde un comunicado de la institución. Los asientos en el interior están separados de acuerdo con la normativa vigente, pero no se conoce el aforo permitido. 

La institución cumplía 350 años en 2020, contaba con 1.900 empleados y era el agente cultural más importante de la capital tras el Louvre. Se calcula que sus pérdidas ascienden a más de 50 millones de euros en lo que va de año.

La Ópera de Sídney

La Ópera de Sídney seguirá cerrada hasta nuevo aviso. Así lo anunciaba la propia institución el pasado día 10 de septiembre en un comunicado. “Nada es más importante para nosotros que la salud y la seguridad de nuestra comunidad”, aseguraban al tiempo que anunciaban que dos de los restaurantes marítimos del recinto habían vuelto a abrir sus puertas. “Esperamos tener más detalles que compartir sobre la reapertura de nuestros teatros”, zanjaban.

La ópera más célebre del mundo lleva cerrada desde marzo y la institución pasa por graves apuros financieros: se han visto obligados a hacer una reestructura organizativa severa, han cancelado más de 570 representaciones y perdido aproximadamente 75 millones de dólares hasta la fecha.

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