Stefan Zweig, la añoranza del intelectual moral y crítico con el poder
Sus novelas, biografías y ensayos se reeditan con frecuencia; su vida ha sido llevada recientemente al cine (Stefan Zweig: Adiós a Europa, de Maria Schrader, 2016); y ahora llega a las tablas, al teatro madrileño de La Abadía, una obra escrita por el dramaturgo canario Antonio Tabares y dirigida por Sergi Belbel sobre los últimos momentos del escritor austriaco.
No cabe duda de que Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, Brasil, 1942) fue uno de los escritores más leídos, aclamados y respetados del periodo de entreguerras en Europa. Su estilo sencillo y profundo a un tiempo, su maestría para dibujar personajes con una gran complejidad psicológica, su cultivo de varios géneros literarios y su compromiso moral con la causa de la libertad en tiempos de guerras, convirtieron a este judío de origen burgués en el autor alemán más famoso de su época.
Por ello, el nazismo se ensañó con especial ahínco contra su persona y su obra, que incluye títulos fundamentales como El mundo de ayer o Momentos estelares de la Humanidad, sin olvidar sus magníficas biografías de personajes históricos como Maria Antonieta o Erasmo de Rotterdam. Obligado al exilio en Inglaterra y en Estados Unidos, Zweig y su joven segunda mujer, Lotte Altman, recalaron finalmente en Brasil donde la pareja se suicidó en 1942, mientras Europa se desangraba en la guerra más devastadora y sangrienta.
Parafraseando el título de una de sus novelas más famosas (Veinticuatro horas en la vida de una mujer), Antonio Tabares muestra en Una hora en la vida de Stefan Zweig las razones de fondo que llevaron al prestigioso escritor a quitarse la vida. Con una escenografía sencilla e intimista y con tres únicos actores en escena (Roberto Quintana, Celia Vioque e Íñigo Nuñez) por el texto desfilan las encrucijadas de un intelectual hastiado de la barbarie y desengañado de la Humanidad que considera más ético el suicidio que seguir con vida.
¿Deben ser los intelectuales un referente para la sociedad? ¿Es legítimo el aislamiento en aras de la libertad individual? ¿De dónde nace la atracción por monstruos como Adolf Hitler? Son algunos de los interrogantes que plantea esta pieza teatral llena de diálogos que conmueven y hacen pensar.
A juicio de Sergi Belbel, “el gran legado de Stefan Zweig fue su capacidad para convertir la Historia en literatura y a la inversa”. El director teatral catalán añade que, “a través de una preciosa escritura, de una belleza sabia, pero no impostada ni banal, supo aprender de la Historia para comprender el presente e intentar mejorar el futuro”.
Tras señalar que Zweig siempre fue un escritor popular y respetado, un auténtico clásico que triunfó en vida, Belbel subraya que los convulsos tiempos que vivimos en Europa han acentuado hoy un renovado apogeo de la obra del escritor austriaco, casi toda ella publicada en España por la editorial Acantilado.
Libertad en un mundo de represión
Así pues, el montaje que acoge La Abadía hasta el 27 de mayo incide tanto en temas políticos, como la defensa de la libertad frente al nazismo o el papel de los intelectuales, como en asuntos vitales como la corrupción moral, lo absurdo de la existencia o el derecho al suicidio. La obra introduce la irrupción de un tercer personaje, un admirador del escritor, que obliga a la pareja Zweig-Altman a reflexionar sobre la trágica decisión que han tomado en un tenso pulso teatral.
Considerado Zweig un modelo de intelectual comprometido con su época, al igual que un Albert Camus, Belbel se muestra rotundo al afirmar que “ese papel del artista crítico con el poder desgraciadamente se ha perdido”, y reconoce una cierta añoranza de las sociedades europeas contemporáneas por esas figuras desaparecidas.
“La mayoría de intelectuales”, comenta, “se ha acostumbrado desde hace décadas a arrimarse al poder, a vivir de las subvenciones y a desentenderse en buena medida de lo que está pasando, de esta deriva autoritaria que nos rodea”.
De cualquier modo, Stefan Zweig rechazó “vivir como una sombra” y optó por seguir la filosofía de su admirado Montaigne que mantenía que “la vida depende de la voluntad de los otros, pero la muerte sólo depende de cada uno”. El suicidio como actitud valiente o como huida cobarde supone en este sentido uno de los ejes sobre los que bascula Una hora en la vida de Stefan Zweig, que ya ha sido representada en varias ciudades españolas y que seguirá en gira tras las funciones en Madrid.
El filósofo y crítico literario Luis Fernando Moreno Claros, uno de los mayores expertos en la obra de Zweig, opina que los motivos de la vigencia del autor de El mundo de ayer radican “en un estilo nada retórico que va directo a la acción y a los sentimientos de los personajes”. Agrega que, de este modo, “los sentimientos son los verdaderos actores de sus novelas”, y que “ese enfoque sobre la avidez de las personas por conocerse a sí mismas” convierte a Zweig en “un escritor universal”. Uno que ya ha sido traducido en más de medio centenar de idiomas.
Todos aquellos que han estudiado a fondo su obra destacan también su mezcla narrativa entre unas sociedades aparentemente abiertas, pero en realidad muy cerradas; entre la modernidad y las guerras, en la dicotomía que viven muchas personas entre los sentimientos más sublimes y las tentaciones más abyectas. En definitiva, mensajes que calaron en la espantada Europa de la primera mitad del siglo XX y que resuenan con fuerza en la actualidad.
Moreno Claros explica que el mundo de Zweig resulta más cercano de lo que parece. “Su época”, afirma el crítico literario, “fue moderna y terrible a un tiempo, glamurosa y a la vez marcada por los totalitarismos”. Porque, como apunta, “la juventud de Zweig transcurrió en una Europa abierta y sin fronteras”, algo muy diferente a lo que sucedió en una edad adulta marcada “por el ascenso del nazismo y la guerra, cuyos horrores ya había sufrido el escritor vienés entre 1914 y 1918”.