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Tres Fridas para descubrir a una irrepetible Kahlo

Frida Kahlo retratada por el artista francés Benjamin Lacombe

Francesc Miró

Hay vidas que uno no se cansa de leer, como hay quién no se cansa de escribir vidas. La de Frida Kahlo es una de esas: inabarcable en lo personal, insólita en lo político, controvertida en lo emocional y analizada hasta la extenuación en lo artístico.

De un tiempo a esta parte, la figura de Frida Kahlo ha vivido un manifiesto renacer en el terreno literario de nuestro país que es digno de aplauso, aunque su figura siempre ha estado presente como una de las pintoras más importantes e imponentes del siglo XX.

Así que sería vago decir que la increíble revalorización de sus obras a principios del nuevo milenio tiene todas las respuestas de su redescubrimiento. Tampoco el porqué reside en su entrada en los estándares de la cultura pop gracias al biopic protagonizado por Salma Hayek, ni se debe a su transformación en icono de Internet en manos de artistas virales como Fabián Ciraolo, ni solo se trata de una consecuencia lógica de la progresiva toma de conciencia feminista en la exploración cultural contemporánea. Es más bien un cóctel de todos estos factores y algunos más. Tratándose de Frida, no existen tesis irrevocables.

En su país, su figura posee la consideración de mito casi religioso. La casa azul en la que nació convierte a Coyoacán en lugar de peregrinaje de artistas de todo el mundo. En España, parece que aún tardaremos en elevarla a la categoría de mito. “La Fridomanía es una moda, y el concepto Frida Kahlo incluye y trasciende la Fridomanía”, dice el periodista mexicano Carlos Monsiváis en su imprescindible De todas las Fridas posibles. Sin embargo, estamos en el camino adecuado si leemos lo que dicen las estanterías de algunas librerías. Como muestra, un botón. O mejor dicho, tres.

Frida Kahlo, una biografía

María Hesse (Lumen)

Cuando la ilustradora sevillana María Hesse, decidió abordar la vida de Frida, las dudas le pesaron como a un preso los grilletes. Era consciente, antes de pertrechar este fantástico libro, de que todo el mundo cree conocer a Frida Kahlo o, al menos, tiene formada una imagen de ella. Así que asumió las contradicciones de su discurso a corazón abierto: decidió narrar la historia en primera persona mezclando su vida real con todo lo que puede que no lo sea. Mezclar la historia con lo que cuentan de la historia.

Su mirada, lúcida y de una concisión ciertamente envidiable, se revela perfecta para quien poco avezado a las biografías sesudas, sienta la necesidad de conocer a la pintora mexicana. Todo con una delicada pero potente mirada a su dolencia que sobrevuela todo el relato, como lo hizo con sus doscientas pinturas.

Cuenta la ilustradora que en el entorno familiar de Frida, se decía que la joven había contraído la polio a los seis años y que eso era la causa de sus múltiples males. La verdad, en cambio, se revelaba más prosaica: era una superchería dicha para que la joven no perdiese toda posibilidad de encontrar marido, pues en aquel momento aún no se sabía si su enfermedad era hereditaria o contagiosa.

Lo cierto es que la madre sufrió una deficiencia de ácido fólico durante su embarazo. La carencia supuso que las hijas que tuvo después de la mayor, Matilde, naciesen con el síndrome de espina bífida. Frida padecía escoliosis grave y su pierna derecha era más corta que la izquierda. Los niños la llamaban ‘Frida Kahlo pata de palo’.

“Y la vida seguía y los dolores de mi pierna derecha aumentaba, hasta que finalmente los médicos decidieron amputármela. Y si bien el dolor desapareció y pude volver a caminar, me entristeció enormemente. ¡Pies para qué os quiero si tengo alas para volar!”.

Frida Kahlo para niñas y niños

Nadia Fink y Pitu Saá (MAIME Mujer)

La Editorial MAIME Mujer arrancó hace apenas un año una colección de libros ilustrados enfocados al público infantil. Pretendían fomentar la ruptura sana de los estereotipos de género y la creación de nuevos modelos culturales basados en valores más cercanos a la sociedad del siglo XXI. Y de esta colección nace Frida Kahlo para niñas y niños.

Si bien se trata de un retrato corto, la narrativa de Nadia Fink y Pitu Saá es consciente de que no es otra cosa que una introducción. Un prólogo dispuesto como tal para abrir las puertas, y la curiosidad, a un mundo nuevo. Por eso, este relato se puede leer a los tres años y a los treinta y tres, sabiendo que su lectura puede generar nuevas dinámicas, ya que las lecturas primigenias crean el hábito a la cultura.

La historia de Frida forma parte de una cosmogonía particular que nos invita a plantearnos qué tipo de referentes leemos y cómo los leemos, independientemente de nuestra edad y condición. Se trata pues, de abonar una tierra en la que crecen mitos culturales y sobre los que tenemos poder de decisión: uno decide si plantar una Frida Kahlo, un Cortázar o una María Frisa.

“El surrealismo es la mágica sorpresa de encontrar un león dentro de un armario, donde se supone que uno está seguro de encontrar camisas”.

FRIDA

Sébastien Perez y Benjamin Lacombe (Edelvives)

Es la apuesta más arriesgada si decidimos adentrarnos en la inconmensurable personalidad de la pintora mexicana. Un libro ilustrado que juega todas sus cartas no tanto al testimonio de Frida, como al poder expresivo de las imágenes que de su biografía uno puede imaginar.

Es lo que hace Benjamin Lacombe, el ilustrador que lleva claramente la voz cantante en esta adaptación de los diarios y pinturas de la joven coja de Coyoacán. El autor francés, que ya había demostrado su talento detrás de otras adaptaciones tan impactantes como los Cuentos Macabros de Edgar Allan Poe, juega al retrato más íntimo con un manejo de los códigos de la mexicana absolutamente increíbles.

Algo que se suma al acabado troquelado cuyos recortes componen un laberinto que solo avanza hacia el centro, lejos de la impresión rápida del pop-up. Una delicia tan compleja como la personalidad a la que intenta retratar. “F R I D A, cinco letras que son sinónimo a la vez de un mundo entero, una cultura y un mito al que ya ni siquiera le hace falta apellido”, diría el propio Lacombe en el libro.

“Sentir mi propio dolor, el dolor de todos los que sufren, y alentarme en al necesidad de vivir para luchar por ellos. […] Cuando muera, me quitaré el maquillaje con el que he disimulado mis dolores y ocultado mis penas. La pureza y la belleza saldrán por fin a la luz.”

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