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El último sorteo de Esperato, 22 años al frente de la residencia de la suerte

EFE

Madrid —

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El director de la residencia-internado de San Ildefonso, Esperato Fernández, se despide este año del sorteo que ha dado fama al centro de menores más conocido en España, porque cada 22 de diciembre los niños que allí viven saltan a la fama cantando los números de la Lotería de Navidad.

Esperato se jubila, cuenta a Efe en una entrevista; es el último sorteo que prepara después de 22 años ensayando con la veintena de chavales, de los 60 que viven en la institución, que intervienen en el sorteo de Navidad. Empiezan a ensayar en el mes de noviembre.

Isaac, con 14 años, es el niño con más edad este año en el sorteo y Noura, de 9, la más pequeña. Los otros dieciocho tienen entre 10 y 12 años, asegura.

Para el sorteo de este año solo hay una niña nueva y no va a cantar números, se encarga de uno de los bombos extractores; los otros 19 repiten. “No les ha cambiado la voz y repiten porque eran muy jovencitos el año pasado”.

“Todos los niños de la residencia participan en la lotería, cuando son muy pequeñitos no los llevamos y a los mayores que les ha cambiado la voz tampoco, además ya no les gusta llevar el uniforme”, cuenta este veterano educador, quien aclara que el de Navidad no es el único sorteo en el que intervienen los niños, sino que también lo hacen “en los sorteos de jueves y sábado durante todo el año”.

Pero en el sorteo más brillante y televisivo solo pueden participar veinte y deben ganarse el puesto.

“Para el gran día todos están dispuestos y hemos seleccionado a los mejores, que no son los que mejor cantan, sino los que han tenido mejor comportamiento y buenas notas; aquí estamos para educar, por eso ellos saben que los que se lo han merecido, van al sorteo de Navidad”, explica.

Hasta hace unos años llevaban a la lotería del 22 de diciembre a muchos niños, continúa, pero vieron que no era lo más adecuado porque perdían la motivación. “Sabían que iban a ir seguro y además era más complicada toda la preparación”.

“Son 60 niños que viven en la residencia de lunes a viernes, entran desde los seis años y pueden estar hasta los 14; van a ocho colegios del barrio y se nos conoce por la lotería, pero lo que hacemos en el centro es una labor social, los niños no están aquí por capricho, vienen derivados de los servicios sociales”.

“Los niños están en la residencia porque sus familias no les pueden dar una atención adecuada por diferentes razones, los perfiles son distintos, pero esencialmente las familias no les pueden atender por dificultades económicas o estructurales”.

El director de la residencia-internado San Ildefonso aprobó hace 39 años la oposición al cuerpo de maestros municipal y explica que históricamente la institución, antes del periodo democrático, era un colegio municipal para varones internos, que luego se transformó en lo que es actualmente, una residencia de menores del Ayuntamiento de Madrid.

Esperato se despide de sus niños porque ha solicitado “la jubilación anticipada quince meses antes de la cuenta por desavenencias con la gestión que se hace por determinados funcionarios de un departamento del ayuntamiento, no es por la nueva dirección, no estoy de acuerdo con la gestión desde hace tiempo”, confiesa apenado.

Ahora quiere hacer voluntariado, retomar la actividad deportiva y otras cosas que no ha podido hacer estos años. “Quiero vivir a mi antojo, viajar...”, apunta.

Su cabeza vuelve al sorteo: “Decimos a los niños que deben cantar sin nervios, aunque eso es imposible, pero sobre todo tratamos de transmitirles que tienen que hacerlo con alegría e ilusión y si en algún momento cometen algún error o se les atraganta algún número, no pasa nada, se para, se disculpan y se continúa”.

Esperato este año roba un poco el protagonismo a sus niños, aunque él no lo pretenda, pero se lo ha ganado con creces porque durante más de dos décadas ha atendido con cordialidad a los medios de comunicación que cada año se interesan durante estas fechas por los detalles que esconden entre bambalinas los niños de la suerte.

“Mi mayor satisfacción es el cariño de los chavales; cada vez que vienen los chicos con veintitantos años con sus parejas y sus hijos y te abrazan, eso es impagable”. “A veces voy en el metro y se me acerca un tiarrón y me dice cosas cariñosas; a veces me avergüenza un poco, no creas, pero eso es lo mejor que te puede ocurrir”.

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