Lo que ha unido Trueba, que no lo silencie el calor cordobés

Era uno de los conciertos más esperados de la 35 edición del Festival de la Guitarra de Córdoba el que reunía al guitarrista Niño Josele y al pianista Chano Domínguez, una pareja que unió en su impagable labor de celestino musical el cineasta Fernando Trueba, y que hoy se ha impuesto con holgura al impresentable calor cordobés.

En plena alerta roja, con una temperatura que desafiaba la lógica incluso para un festival que se celebra todos los años en julio, las cuerdas que ambos artistas han manejado hoy ante el público del Gran Teatro han convertido a este espacio en un oasis en el desierto, un lugar en el que el batir de los abanicos ha quedado silenciado.

Que a Fernando Trueba le gusta ser celestino es algo bien conocido y que en el pasado le ha traído muchas alegrías, tantas como premios internacionales, pues su fórmula -unir a dos artistas de sensibilidades afines- tiene mitad de cosmopolitismo y mitad de costumbrismo, lo que hace que sus incursiones musicales triunfen allí donde suenan sus acordes.

Saludado por la prensa como una especie de continuación del celebrado “Lagrimas Negras”, que el propio Trueba produjo con Diego El Cigala y Bebo Valdés, “Chano & Josele” no es, en realidad, una secuela, sino un sueño cumplido del director, cuya“Ópera Prima” en el mundo discográfico tuvo idéntica suerte que su primera incursión en el mundo del cine.

Y nada mejor que el Gran Teatro y el Festival de la Guitarra de Córdoba para que el disco que produjo Trueba cobrara vida propia, toda vez que, pasado el tiempo prudencial desde su lanzamiento (“Chano & Josele” tiene ya más de un año de vida), la unión del guitarrista almeriense Niño Josele y del pianista Chano Domínguez ya se ha librado de la pesada losa de su antecesor.

Lo cierto es que, salvo porque ambos discos incluyen versiones de otros autores y en ellos cobra una importancia vital el piano, no pueden ser más diferentes. Cierto que ambos son intimistas, pero lo que hacen Chano y Josele es directamente nudismo, despojando al escenario de otra presencia que no sea la de sus instrumentos.

Ante una luz tenue, arrancaba el concierto un tímido Niño Josele, al que se sumaba unos minutos después Chano Domínguez para interpretar al alimón “Django”, un homenaje a uno de los guitarristas más importantes de la historia, “Because”, de los Beatles, y “Je t'attendral”, de Legrand.

En todas ellas y en las piezas que interpretan juntos, Josele y Chano respiran complicidad, y entablan un diálogo que el primero suele romper con un “quejío” flamenco, y el segundo apelando al jazz latino o al clasicismo de un Bill Evans.

Entre los dos, van poco a poco levantando el ánimo de un auditorio lleno casi en su totalidad, hasta que ambos se homenajean a través de las manos del otro.

El primero es Josele, que toca con su guitarra “Alma de mujer”, de Domínguez durante casi diez minutos de destreza absoluta, a lo que Chano responde “tratando de no destrozar”, en sus propias palabras, una composición del guitarrista almeriense.

Tras los solos, retoman juntos el escenario para ofrecer una segunda parte mucho más rítmica, inspirada por la música brasileña de Jobim o Vinicius de Moraes, que Chano rompe con fraseos de Latin Jazz, y Josele con punteos imposibles, los más celebrados por el público, que a su vez recibe el elogio del guitarrista.

Para el bis, ambos se guardan un par de composiciones de Paco de Lucía, eterna figura con la cual compartieron escenario y estudio de grabación, y que este año, como en tantos otros, vuelve a ser referente del Festival de la Guitarra.

Un Paco de Lucía que estaría hoy orgulloso de ver tocar juntos a Chano y Josele, esa pareja que unió Fernando Trueba, y que no han silenciado ni siquiera los 40 grados que hacía en la calle frente al Gran Teatro, donde por cierto hay expuesta una muestra fotográfica del genio de Algeciras.