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Wagner, “hilo musical del genocidio” pero también icono gay y feminista

Wagner, "hilo musical del genocidio" pero también icono gay y feminista
Madrid —

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Madrid, 10 oct (EFE).- “El término wagneriano es sinónimo de grandioso, grandilocuente, aplastante”, asegura el crítico musical Alex Ross en Wagnerismo, un libro editado esta semana en el que investiga la influencia del compositor no solo en la música, el teatro, la literatura o el cine, sino también en la política y la vida intelectual del último siglo y medio.

El autor lamenta que un artista como Wagner, que podía haber “rivalizado” con Shakespeare en alcance universal, haya quedado reducido a una atrocidad cultural como ser el que puso el “hilo musical del genocidio” nazi, algo que “otorga a Hitler una victoria cultural tardía; la posesión en exclusiva del compositor que amaba”.

Ross, que ha escrito esta obra tras una investigación de más de diez años, asegura que “la visión del mundo del compositor contenía semillas de la ideología nazi”, aunque advierte que culpabilizar a Wagner de los errores cometidos tras él es una “respuesta inadecuada a la complejidad histórica”.

Pensadores como el filósofo francés Alain Badiou han encontrado tan clara la vinculación del compositor con el nacionalismo alemán que han llegado a asegurar que “el término protofascista se inventó virtualmente para describir a Wagner”, a pesar de que, según asegura Ross en su libro, “el compositor vivió gran parte de su vida como un nómada europeo”.

La influencia de Wagner en cuestiones como el antisemitismo va más allá de la música, y es que el compositor es el autor de 'El judaísmo en la música', uno de los libros que más influyeron en el antisemitismo alemán que luego impregnaría la Alemania nazi y que el crítico califica como “un ataque anónimo a un blanco innominado”.

Publicó el ensayo en 1850 bajo el seudónimo de K. Freigedank (en alemán, K. Librepensamiento) y no fue hasta 1869, con motivo de la reimpresión de una versión ampliada, cuando fue el nombre del propio Richard Wagner el que apareció bajo el título de un libro en el que ataca a los judíos en general y se centra en figuras como sus colegas Mendelssohn y Meyerbeer.

“La fealdad de su racismo significa que el retrato que ha quedado para la posteridad estará siempre partido por la mitad”, asegura Ross, que explica en el libro que a pesar de que el compositor ha quedado asociado para siempre a la extrema derecha, lo cierto es que “cubrió fuerzas de todo el espectro político”.

“Alimentó sueños de libertad entre los miembros oprimidos de la población, por más que él amara a sus opresores”, afirma.

Ross pone en valor en el libro la importancia de cuestiones como la homosexualidad o el feminismo en la obra del compositor, del que dice que “hizo explícito aquello que estaba siendo reprimido por el resto de la sociedad”.

El propio Nietzsche llegó a afirmar que “el arte de Wagner está enfermo” por la actitud que el compositor adoptaba ya en el siglo XIX con las relaciones entre personas del mismo sexo.

Algo que hizo que Wagner fuera considerado por los homosexuales como un aliado y algunos de sus personajes se convirtieron en verdaderos iconos para el colectivo: “Si no era gay él mismo, sí que era una suerte de aliado excepcionalmente afín”, sentencia Ross.

El crítico asegura que Wagner “encaja en el perfil de misógino” por imponer papeles secundarios a todas las mujeres que tenía alrededor, algo que sin embargo no se reflejaba en su música y las feministas de la época se inspiraron en personajes como la valquiria Brunilda o Isolda porque en ciertos momentos “parecían abogar por derribar las normas y la liberación del deseo”.

“El tribunal de Núremberg debería haber ordenado que la efigie de Wagner fuera azotada una vez al año en las calles de todas las ciudades alemanas”, escribió Pascal Quignard para explicar que “el arte no es lo contrario de la barbarie”.

Néstor Báez Hernández

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