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Ébola, ¿dónde reside realmente el miedo?

Dos de los inmigrantes encaramados a la valla de Melilla desde esta madrugada se han bajado de la verja y han sdevueltos a Marruecos de forma ilegal/ Foto: Efe

Estrella Galán

Secretaria general de CEAR —

La expansión del brote del virus ébola en África occidental se ha convertido en un nuevo argumento para estigmatizar a las personas migrantes que intentan llegar a Europa buscando protección o huyendo de la pobreza extrema. Esta vez no se trata del miedo a la supuesta invasión o el aumento de la inseguridad ciudadana provocada por las intencionadamente llamadas 'avalanchas masivas' o 'asaltos' a la valla. El nuevo estigma llega en forma de virus y, aún sin haber dado señales en nuestro país, está generando una epidemia de miedo.

Según la OMS, Organización Mundial de la Salud, más de 2.700 personas han muerto a causa del ébola en África en los últimos 40 años, pero si esta cifra se pone en perspectiva, esta enfermedad está cuantitativamente lejos de las personas que mueren diariamente en África: 1.700 debido a la malaria o 4.100 en relación con el VIH, según estimaciones de la OMS.

Algunas voces se han mostrado críticas con la excesiva atención mediática de las últimas semanas, expresando su temor a que el último brote de ébola se quede en un hype mediático, es decir, un fenómeno que ha gozado de una sobrecobertura por parte de los medios de comunicación. No obstante, la propagación de esta enfermedad pone de manifiesto una triste realidad: la precaria y olvidada situación que se sufre en el África subsahariana.

No podemos obviar que el verdadero virus que sufre África es el hambre, son los conflictos armados, la falta de educación y de recursos sanitarios adecuados que, además, funcionan como agentes multiplicadores que alimentan y fomentan la propagación de esta enfermedad.

La espontánea campaña en redes sociales #giveustheserum (dadnos el suero) ha movilizado a numerosos tuiteros africanos que protestan por la discriminación sanitaria y pidiendo que les sea entregado el suero experimental que podría curar la enfermedad, al que solamente tienen acceso algunos países privilegiados. Paliar las consecuencias del ébola y prevenir su contagio es posible, solo es cuestión de voluntad política, por lo que la comunidad internacional y científica debe reaccionar responsablemente ante ello.

El miedo al virus en nuestras fronteras

En nuestro país las alarmas han sonado recientemente en diversos medios de comunicación, alertando sobre una eventual transmisión del virus en nuestras fronteras terrestres y marítimas, relacionada con la llegada de personas migrantes a las mismas.

Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) trabajamos de forma diaria y directa con personas que llegan a nuestro país huyendo de conflictos y violación de derechos humanos, es decir, solicitantes de asilo, apátridas, refugiadas o migrantes en situación de especial vulnerabilidad. Muchas de las personas que están llegando hasta Ceuta y Melilla responden a estos perfiles, es decir, podrían ser susceptibles de recibir protección internacional, podrían ser personas amparadas por la legislación nacional e internacional y a las que España debe ofrecer protección cumpliendo con sus obligaciones.

CEAR valora positivamente los esfuerzos para implementar protocolos destinados a la prevención de la trasmisión de la enfermedad en nuestro país, aunque tal y como coinciden la mayor parte de expertos, es importante destacar que es altamente improbable que una persona enferma de ébola pueda llegar saltando la valla de Melilla o en una embarcación en el Estrecho.

No obstante, situaciones como esta ponen de relieve el absurdo que supone excluir de la sanidad pública a amplios sectores de la población de origen extranjero en nuestro país. Y es que, en el muy improbable caso de que llegase o hubiese alguna persona contagiada, los obstáculos impuestos a algunas personas migrantes para acceder a nuestro sistema de salud dificultarían la prevención de la transmisión de la enfermedad. Es decir, las barreras a los derechos van contra todos y todas, y su ejercicio no es un regalo o concesión, sino la mejor forma de protección para toda la ciudadanía.

La principal razón por la que es improbable que a nuestras fronteras lleguen personas enfermas de ébola es que el trayecto migratorio de las personas de origen subsahariano que llegan a nuestro territorio puede durar hasta varios años, permaneciendo durante meses escondidos en Marruecos antes de saltar la valla, mientras que el periodo de incubación del virus ébola es de 21 días. Esto sin contar que es necesario gozar de unas condiciones físicas y de salud mínimas para poder saltar la valla o cruzar el Estrecho.

Desde CEAR hacemos un llamamiento a la responsabilidad, y confiamos en que la atención mediática dedicada al brote de esta enfermedad no revierta en un aumento del rechazo, ya existente, hacia las personas migrantes.

En este mismo sentido, desde CEAR queremos expresar nuestra especial preocupación por la posible repatriación de personas migrantes procedentes de países afectados por el ébola, como es el caso de Nigeria, a pesar de que Frontex, la agencia europea de fronteras, ha decidido cancelar estas repatriaciones de forma temporal.

Mientras nuestras preocupaciones como sociedad se circunscriban únicamente a nuestros límites territoriales y fronterizos, no podremos abordar las causas que provocan que la enfermedad se extienda por África o las causas que hacen que millones de personas al año se vean obligadas a abandonar sus países de origen como única alternativa para poder sobrevivir.

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