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Las vacaciones, en el banco de un parque

Adolfo, peruano de 36 años, pide más actividades gratuitas para poder pasar el verano. / Fotografía: S. H.

Susana Hidalgo

Un viernes a mediodía, en el bulevar central de Villa de Vallecas (Madrid) cae el sol a plomo y, sin embargo, todos su bancos (los de sentarse) están ocupados. Hay personas mayores, pero sobre todo muchos inmigrantes, solos, con niños, pasando la mañana, una mujer hace una Sopa de Letras y otras dos charlan mientras sus críos se pelean con globos de agua. Luego regresarán a casa para comer y volverán por la tarde. Así, en espacios abiertos, están pasando el verano muchos inmigrantes, ante la falta de recursos económicos. Un mal para muchos ciudadanos (españoles y extranjeros), pero que en el caso de los inmigrantes tiene especial incidencia porque muchos no cuentan con una red familiar para que les cuide los niños en caso de que los padres tengan trabajo. Estas son las historias de Adolfo, Edwin, Marian y Yoro:

Adolfo, peruano de 36 años: “Sin dinero y sin trabajo, ¿dónde voy a ir?

“Sin dinero y sin trabajo, ¿dónde voy a ir?”, se queja Adolfo, peruano de 36 años y sin trabajo. Antes trabajaba en la construcción, pero hace tiempo que no encuentra nada. Adolfo se queda en Madrid este verano, con pocas opciones de ocio. Este hombre intenta estar activo y dice que le gusta hacer deporte en el parque cuando cae el sol, pero se queja de que es imposible conseguir un hueco en las pocas actividades que hay gratuitas en la capital. “Y la entrada a la piscina pública cuesta seis euros, para una familia con cuatro miembros es un gasto que no se puede afrontar”, señala. Él y su familia se las ingenian para acudir a los cines de verano gratuitos o para dar vueltas dentro de los centros comerciales sin comprar. Su petición: “Que aumenten el número y las plazas de actividades gratuitas”.

Edwin, ecuatoriano de 21 años: “No tengo ni para una lata de Coca-Cola”

Edwin tiene 21 años y es ecuatoriano. No tiene trabajo y está muy desmotivado en general con su vida. “Llega el verano y no puedo hacer nada, antes iba al parque a jugar al voleybol con los amigos, pero se me han quitado las ganas porque no tengo ni para comprarme una lata de refresco”, dice este chico, que vive con sus padres en un piso de alquiler en un barrio a las afueras de Madrid. Edwin pasa las mañanas paseando, después va a casa y por las tardes ya se queda en el piso escuchando música. “Bachata, que es lo que me gusta”, cuenta. Su familia es su principal apoyo y la manera de combatir el aburrimiento estival. “Si no fuese por ellos, estaría aún más hundido”, afirma.

El estado de ánimo de Edwin es un ejemplo de la importancia del tiempo libre. Organizaciones como EAPN (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social) ponen la alerta en que la cuestión del ocio no es baladí. La reducción o eliminación del dinero dedicado a las distracciones es otro elemento de presión a añadir a las familias en época de crisis. Las familias solo pueden hacer actividades de ocio que impliquen gasto cero, como estar en un parque, no hay un momento para la relajación, todo es estrés y preocupaciones.

Marian, rumana de 40 años: “Una señora quería que trabajara para ella este verano en muy malas condiciones”

Marian, rumana que trabaja limpiando casas, ha perdido recientemente el trabajo que tenía con una señora adinerada, precisamente porque para las vacaciones de verano la señora le ofreció unas condiciones en régimen de casi esclavitud. “Me dijo que me fuese con ella a su casa de lujo en Galicia, en régimen interna, ella tiene mucho dinero pero no quería pagarme nada, me decía que tenía que estar contenta de salir de Madrid y de que me diese el aire”, cuenta. Ahora Marian se parte el lomo buscando horas como limpiadora para poder ahorrar e ir a finales de año a Bucarest, donde tiene una hermana enferma. “Mis hijos ya son adolescentes, pero no me gustan que se queden tanto tiempo solos en casa, apenas tenemos dinero y se suben por las paredes con tanto tiempo libre”, señala.

Yoro, gambiano de 23 años: “Este verano me voy a mi país a ver a mi familia”

Yoro es de Gambia y tiene 23 años. Llegó hace cuatro a España y está haciéndose camino gracias al apoyo del entorno del centro pastoral de San Carlos Borromeo, en el barrio madrileño de Entrevías. Ahora estudia y trabaja y este verano su plan principal pasa por ir unos días, junto a varios amigos, españoles, a su país, Gambia. “He estado ahorrando y por fin puedo ir a verles”, cuenta.Yoro tiene mucha suerte, está rodeado de gente solidaria preocupada por el bienestar de los demás. Por ejemplo, de cara al verano, en San Carlos Borromeo suelen llevar a los niños del poblado chabolista de El Gallinero a jornadas de ocio para que desconecten de la miseria y del calor.

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