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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

La frontera entre Marruecos y Argelia se abre por primera vez en 25 años para repatriar los cuerpos de tres jóvenes ahogados rumbo a España

Sonia Moreno

Taourirt (Marruecos) —

Los 1.559 kilómetros de frontera terrestre que separan Marruecos y Argelia llevaban 25 años cerrados a cal y canto. Hasta el pasado septiembre. La tragedia de una patera hundida en la costa de Orán con al menos una decena de jóvenes marroquíes a bordo hizo que ambos países dejaran a un lado sus desavenencias políticas e ideológicas para repatriar los restos de tres personas fallecidas.

Apenas fueron unos minutos. La tarde del 25 de septiembre, el paso fronterizo se abría y entraban tres ambulancias con los tres cuerpos de los jóvenes marroquíes ahogados en el naufragio de una patera intentando salir de la ciudad portuaria argelina a España. “Es excepcional”, comenta Abdellah Moussedad, de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), en una entrevista con eldiario.es. Sin embargo, lamenta que “las fronteras solo se abran para recibir muertos”.

Argelia echó el cierre en 1994, cuando obligó a sus ciudadanos a obtener un visado consular para visitar Marruecos después de que este país acusara a los servicios secretos argelinos de estar detrás de un atentado en Marrakech. Un cuarto de siglo de separación ha supuesto pérdidas económicas en ambas partes y un drama personal de familias separadas a los dos lados de la frontera. En 2015, Marruecos creó una nueva valla, y Argelia le imitó desde su parte de la frontera. En los últimos años, las alusiones a abrir la frontera han sido recurrentes pero hasta este septiembre, a golpe de tragedia, no se levantó la barrera que separa ambos países.

Al otro lado, en Marruecos, lloran a sus seres queridos. Las familias enterraron a los tres jóvenes la misma noche que recibieron sus cuerpos. Los restos de dos de ellos ya descansan en Taourirt , a 100 kilómetros de la frontera con Argelia, y un tercero en una sepultura a 80 kilómetros de esta localidad. A esta región rural del interior de Marruecos han llegado tres cuerpos, pero desde la AMDH confirman que hay más personas que se iban en la embarcación precaria.

En las afueras de la ciudad, cerca de un descampado, en una calle empinada de arena sin asfaltar, se sitúa la casa de ladrillo visto de la hermana de uno de los fallecidos. Una vivienda muy humilde, sin revestimientos ni ventanas. Una anciana bereber marcada por los tatuajes de antaño decorando su rostro espera en la puerta acompañada de un grupo de mujeres y muchos niños revoloteando alrededor. En la casa de dos pisos sin muebles, descansan en mantas y cojines por el suelo una quincena de mujeres y seis menores.

Es la familia de Mohamed Labiad. Perdió la vida en el mar con 32 años. Tenía dos hijos. Uno de ellos, de cinco años, juega en la tienda de campaña que se monta cuando una persona fallece para acoger y atender a las personas que acuden a dar el pésame. La carpa funeraria permaneció abierta a los vecinos y familiares desde el momento en que el joven desapareció, a pesar de que recibieron el cuerpo una semana más tarde.

La otra hija de Labiad, de siete años, decide ir al cementerio con su madre y su abuela. Los sollozos y abrazos comienzan desde la casa. “Es el único hombre de la familia, el que aportaba un trozo de pan”, dice entre lágrimas la madre del fallecido. Sin embargo, Labiad residía con su hermana “porque no tenían donde vivir, ella está enferma y él la ayudaba mucho”, explica emocionada.

En todo momento supo que su hijo se quería ir a Europa. Le decía que no podía quedarse en Marruecos, que “quería educar a los niños, comprarles ropa”. Le intentó quitar la idea de migrar de la cabeza, pero “quería cambiar la situación de la familia, de sus hijos”. Les había prometido muchas cosas. Hasta su viaje a Argelia, Mohamed se ganaba la vida transportando mercancía en una pequeña furgoneta. El otro fallecido, Abdeslam Azi, era conductor asalariado de un pequeño taxi.

Miles de personas recibieron los cuerpos de Mohamed y Abdeslam para enterrarlos la misma noche que llegaron de Argelia, a las 21:00 horas. La ambulancia los transportó directamente al cementerio. También aparecieron las autoridades, pero nadie les informó ni les dijo nada acerca de lo sucedido en el mar. “No sabemos exactamente cuántas personas han muerto y cuántas han desaparecido”, afirma Moussedad . La AMDH ha solicitado información al ministerio de Exteriores en Rabat, al Gobernador de la provincia y al Fiscal. “Nosotros queremos las estadísticas oficiales, pero por el momento no las tenemos”, lamenta.

“No tienen derechos, trabajo, dinero, no tienen nada”

A la familia de Labiad le consuela haber recuperado sus restos. La religión musulmana integra la muerte como parte de la vida, y necesitaban el cadáver para enterrarlo y rezar en el cementerio.

Pero la tragedia en Taourirt no termina con los cuerpos repatriados. En el mismo barrio, en la misma calle, en una puerta enfrente a otra viven dos familias que esperan a sus hijos desde hace semanas. Uno a punto de cumplir 20 años y el otro de 30, con dos hijos de 6 y 9 años. Se fueron a Argelia y no saben nada de ellos. Hasta el momento desconocen si están vivos o si sus cuerpos todavía siguen en el mar.

Los familiares de los desaparecidos se mueven entre la tristeza y la esperanza. Mientras, cada día, siguen recibiendo a vecinos, amigos y familiares; y atendiendo a la tradición musulmana, les agasajan con dulces y té.

La angustia crece cada día en estas familias porque viajaban en la misma embarcación hundida. El padre de Mohamed, uno de los desaparecidos, tiene 70 años, está jubilado, y quiere pensar que quizás su hijo está en prisión y que volverá al hogar algún día. La casa de ladrillo luce sin terminar con un pequeño agujero en forma de ventana sin cerrar.

Hace dos meses que les perdieron la pista. El último que los vio con vida en Orán, la víspera de la salida, fue Khalid (36 años), el hermano mayor de Mohamed. Ha vuelto a casa de su padre en Taourirt y con el semblante serio repasa todas las instituciones que ha visitado en busca de su familiar y del resto de desaparecidos de su ciudad. “La Marina, la Gendarmería, los hospitales, el consulado, y nada”. Se apoyan en el cónsul marroquí en Orán, que es de Taourirt. “¡Una coincidencia! Nos está ayudando mucho a recuperar los cuerpos”, asegura.

Khalid se había instalado antes que su hermano en Orán para trabajar y mejorar las condiciones de vida de su mujer y sus dos hijos. En Marruecos, se dedicaba al comercio pero siempre tenía problemas burocráticos, y en Argelia se ganaba la vida poniendo escayola en los edificios. Después de la tragedia, se encontró con seis personas argelinas y dos marroquíes que sobrevivieron al naufragio de la patera en la que viajaban al menos 16 jóvenes. Por lo que, hasta el momento, están seguros de que tres han perdido la vida y al menos cinco están desaparecidos.

La pregunta se repite en cada familia: “¿Por qué huyen de Marruecos?”. La respuesta también coincide: “No tienen derecho, no tienen trabajo, no tienen dinero, no tienen nada”.

De Marruecos a Argelia para llegar a Europa

Los ocupantes de las embarcaciones que parten de la costa argelina son mayoritariamente del propio país. Jóvenes con cierta solvencia económica que les permite asumir el viaje. Muchos vuelven a intentarlo si son deportados desde Europa. Ahora se les unen los vecinos marroquíes.

“Si no tienen otra opción, van a arriesgarse por Marruecos, por Libia o por cualquier parte del mundo. Lo esencial es que quieren llegar a la otra costa. Los jóvenes conocen bien la situación que viven otros países, como Argelia, y cada vez que se enteran que tienen una oportunidad de emigrar van a intentarlo”, insiste el activista de la AMDH, Abdellah Moussedad .

La salida de jóvenes marroquíes por las costas argelinas “es un nuevo fenómeno de estos últimos meses”, defiende la organización marroquí. Afirman que muchos viajan en avión desde Casablanca, pero también salen por la localidad turística de Saidia, frontera con Argelia.

“Creemos que lo que les empuja a salir por Argelia es la situación del país con un levantamiento popular en las calles. Es más fácil salir por allí porque las autoridades hacen la vista gorda, al mismo tiempo que las fuerzas de seguridad están más concentradas en las grandes ciudades donde se acumulan mayor número de manifestantes. Las redes se aprovechan de ello”, asegura. Moussedad sostiene que “cada vez que hay manifestaciones en un país, las autoridades hacen la vista gorda con la migración” y “ayudan sobre todo a los jóvenes a emigrar para que no causen problemas en el interior del país”, añade. “Ocurrió lo mismo en Marruecos con las revueltas del Rif”, zanja.

En lo que va de año, 325 migrantes han fallecido intentando alcanzar las costas españolas. 31 de ellas, se registraron frente a las playas argelinas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Las ONG especializadas y organismos como Acnur insisten en la necesidad de poner en marcha vías legales y seguras para evitar que estas personas arriesguen su vida en el mar o se vean empujadas a ponerse en manos de traficantes.

“Todos los días salen medio centenar de marroquíes y argelinos de esa costa. Pagan entre 2.000 y 3.000 euros a las redes locales”, detalla Khalid. Tiene claro que no volverá a Argelia. Ahora le toca dar apoyo a su familia. Su prioridad es la misma cada día desde el pasado septiembre: “Recuperar el cuerpo de su hermano Mohamed”.