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Ser refugiado en Turquía mientras crece el rechazo social: “Solo salimos para trabajar o comprar”

Una refugiada siria recoge fruta en la cosecha de plátanos en el centro de formación profesional de la Media Luna Roja turca el 22 de febrero de 2022.

Lara Villalón

Estambul (Turquía) —
23 de junio de 2022 23:07 h

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Hace cinco años que Marwan vive en el mismo barrio de Estambul y, por primera vez, no deja que sus hijos jueguen en la calle. Huyó de la guerra en la ciudad siria de Homs y, tras probar suerte en varias localidades turcas, terminó asentado en Esenyurt, un barrio estambulí que acoge a más de 100.000 refugiados sirios. “Unos jóvenes del vecindario le pegaron a mi hijo en la calle y, desde entonces, no quiere ir a la escuela porque allí también lo insultan. Tampoco salen a jugar fuera”, dice Marwan. “El odio ha aumentado mucho. Por precaución solo salimos para trabajar o ir a comprar”, añade. Marwan trabaja en un restaurante en una zona financiera de la ciudad y cuenta que cada vez escucha más comentarios contra los refugiados. “Dicen que les quitamos el trabajo, que hacemos que el precio de los alquileres suba, que molestamos a sus mujeres”, describe. 

En los últimos meses se han multiplicado los ataques en Turquía contra refugiados y migrantes. En la ciudad de Esmirna, en la costa del Egeo, tres refugiados sirios murieron en un incendio provocado en la fábrica donde trabajaban y dormían en diciembre de 2021. En Estambul, un joven sirio murió asesinado en su casa por un grupo de hombres. Otro hombre falleció apuñalado en Diyarbakir en enero de este año, en el sureste del país. El último caso se conoció en mayo gracias a un vídeo publicado en redes sociales, en el que aparecía un hombre propinando una patada en la cara a una mujer siria.

“Estos eventos han coincidido con una grave crisis económica y política en Turquía. Algunos partidos políticos han manipulado la cuestión de los refugiados para obtener beneficios políticos. Esto ha empeorado mucho su situación en el país”, dice Didem Danis, socióloga fundadora de la Asociación para la Investigación de la Migración (GAR). 

Varios partidos opositores utilizan la crítica a la acogida de refugiados como arma arrojadiza contra el Gobierno. El principal líder opositor, Kemal Kiliçdaroglu, ha prometido que enviará de vuelta a Siria a personas sirias y de otras nacionalidades si su partido gana las elecciones parlamentarias y presidenciales previstas para el año que viene. Kiliçdaroglu también ha sugerido convocar un referéndum para que la población decida qué hacer con los refugiados.

Una nueva formación nacionalista, el Partido de la Victoria, ha lanzado una campaña en redes sociales pidiendo la expulsión de los refugiados con vídeos no verificados de acoso callejero a mujeres turcas por parte de migrantes, en los que supuestamente se burlan de la bandera turca. Marwan dice que este tipo de vídeos se han hecho muy virales y que sus compañeros de trabajo turcos se los han mostrado. “Es muy peligroso. Siento que si un sirio comete un error o hace algo malo todos pagamos por ello”, lamenta.

Sin derechos

Recientemente, unas 70 asociaciones por los derechos de los migrantes y ONG se reunieron en Estambul para denunciar el aumento del rechazo contra los refugiados. “Muchos refugiados llevan diez años aquí y los seguimos viendo como extranjeros. El problema está en la integración. ¿De quién es la culpa? ¿De las personas que vienen o de nuestros programas de integración?”, dice Taha el Gazi, miembro de la Plataforma de Solicitantes de Asilo.

El Gazi cree que uno de los motivos del rechazo a los refugiados sirios es que el Gobierno los acogió con un estatus de protección temporal en el año 2014, pero han pasado ocho años y su situación prácticamente no ha cambiado. “Muchos niños han nacido aquí, pero sus familias no los han podido registrar como ciudadanos turcos por su estatus de protección temporal. Tampoco han podido registrarlos como ciudadanos sirios”, añade. 

En 2016, el Gobierno turco adoptó una nueva regulación que permite a los sirios acceder a permisos de trabajo. Sin embargo, de los cerca de dos millones de sirios en edad de trabajar, apenas 200.000 han obtenido la autorización. Estas bajas cifras se explican por las trabas ligadas a la normativa: el empleador es quien debe solicitar el permiso de trabajo, pagando una cuota que muchas empresas se niegan a tramitar.

La mayoría de sirios son explotados en el mercado laboral, con trabajos sin contrato por debajo del salario mínimo en Turquía, que ronda los 230 euros netos mensuales. Los que trabajan en la economía sumergida son los que más han notado el grave aumento de la inflación en el país, que alcanzó el 73% en mayo según cifras oficiales, mientras que varios estudios independientes apuntan que el aumento de precios respecto al año pasado supera el 100%.

“Retorno voluntario”

Ante el aumento del debate sobre el futuro de su acogida, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció un plan de “retorno voluntario” de un millón de refugiados sirios a zonas del norte de Siria. Un proyecto que incluye la construcción de viviendas y servicios en las regiones bajo control turco en Siria y que genera muchas dudas, tanto por su gestión como por el hecho de que muchos refugiados no son naturales de esa región.

Ayhan Kaya, investigador de migraciones para la Universidad de Bilgi en Estambul, no cree que haya un gran número de sirios dispuestos a volver a su país. “Creo que hay un elemento de clase en este proyecto. Los que estarían dispuestos a ir son los más pobres de todos los que han estado viviendo bajo el umbral de la pobreza en Turquía”, dice. Kaya también cree que el anuncio del Gobierno plantea muchas dudas sobre su gestión, pero remarca que en ningún caso se trataría de un “retorno”, sino de un reasentamiento o de una reubicación. “Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el retorno debe ser seguro y voluntario. Debe haber negociaciones diplomáticas entre el país de retorno y el de recepción. Esto de momento no se está produciendo”, añade. 

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