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Tumbas destruidas y residentes expulsados: la Ciudad de los Muertos de El Cairo lucha por sobrevivir

Vista de la Ciudad de los Muertos, al sureste de la ciudad moderna de El Cairo (al fondo).

Carlos Mora y Lia Pons

El Cairo —

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Una cometa vuela en el cielo al compás de los versos del Corán, procedentes de antiguos televisores y transmisores de otra generación, en uno de los barrios más viejos y humildes de El Cairo. Mohamed, Abdalá y Jaled, tres niños de entre 8 y 12 años, acaban de fabricar la cometa con una bolsa de plástico, varias ramas de hojas de palmera y una cuerda, mientras sus risas y gritos se pierden entre los mausoleos en ruinas y los caminos de tierra sin asfaltar en la Ciudad de los Muertos.

Esta necrópolis de casi siete kilómetros cuadrados y de más de 14 siglos de antigüedad, declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1979, actualmente es el hogar de aproximadamente un millón y medio de egipcios de los más desfavorecidos de la capital, pero los planes de desarrollo urbanístico de las autoridades amenazan la permanencia en este barrio de una parte de sus residentes y también de los que aquí se encuentran enterrados.

No lejos de donde juegan los niños, varios adultos mantienen una tensa conversación en el interior del mausoleo de Al Daramaly Basha, uno de los monumentos funerarios que todavía quedan en pie pero que ya ha sido marcado para ser demolido próximamente. Mientras la madre del pequeño Mohamed les sirve té, Waheed Al Manderly, de 78 años de edad y descendiente de los que yacen en ese lugar, expresa su preocupación por el futuro de la zona ante un grupo de defensores del patrimonio formado por blogueros, arqueólogos e investigadores.

“El Gobierno egipcio considera los cuerpos enterrados aquí como meros huesos. Sin embargo, cuando estas personas fallecieron, querían ser enterradas juntas y seleccionaron este lugar para serlo”, afirma el anciano, añadiendo que el islam prohíbe la exhumación de cuerpos.

Un desarrollo devastador

Las autoridades, bajo la presidencia del mariscal Abdelfattah Al Sisi, iniciaron en 2019 la expansión de la red de carreteras e infraestructuras, que incluye una gran autopista cuyo trazado atraviesa la Ciudad de los Muertos. El proyecto es despiadado: todos los mausoleos localizados donde pasará la autopista deben ser demolidos para dejar paso a la vía que conectará el centro de El Cairo con la Nueva Capital Administrativa, una ciudad moderna en medio del desierto, a 45 kilómetros al sureste de la histórica capital.

Está previsto que esa nueva capital centralice todas las sedes gubernamentales y los máximos órganos de poder, además de urbanizaciones destinadas a la élite egipcia, e incluirá un complejo militar siete veces mayor que el Pentágono estadounidense. Un mundo nuevo, aislado y completamente fuera del alcance de los habitantes de la Ciudad de los Muertos. Un nuevo centro del poder para el Gobierno de Al Sisi, que ha sido reelegido como presidente del país con más del 90% de los votos –según datos preliminares–, en unas elecciones sin una alternativa real.

En la Ciudad de los Muertos no ha habido votaciones, al igual que no hay muchos servicios básicos, porque no deja de ser un cementerio donde ha surgido un barrio informal. Muchos de los vecinos ya han abandonado las tumbas que habitaban, después de haber recibido una notificación de desalojo con unas pintadas en las fachadas de sus viviendas, realizadas por empleados del Ejército. Algunos han sido reubicados en viviendas de protección oficial en la periferia de El Cairo, mientras que otros han sido desalojados sin percibir ningún tipo de compensación.

“¿Adónde irán los residentes de las tumbas si demuelen todos los cementerios? Mi principal objetivo cuando vine a trabajar aquí era tener alojamiento para mí y mi familia. Por desgracia, no tengo los medios económicos suficientes para alquilar un apartamento”, dice el padre de Mohamed, que se estableció en la Ciudad de los Muertos hace 20 años y trabaja cuidando de uno de los mausoleos, además que de peluquero en el barrio informal colindante. “Si nos trasladan a las nuevas ciudades, nos costará mucho dinero venir a trabajar y volver. No hay perspectivas de trabajo en las zonas periféricas”, añade.

“No ha venido nadie a decirnos nada sobre proporcionarnos una vivienda social, pero algunas personas vinieron e hicieron fotos a los carnés de identificación de mi esposo y de mi suegro con sus móviles. Les preguntamos si querían que les proporcionáramos un certificado de matrimonio y dijeron que no, que sabrían que él es mi marido cuando metieran los datos en el ordenador. Pero desde entonces, nadie ha vuelto”, explica una vecina, que vive apenas a dos calles de la familia de Mohamed y cuyo lugar de residencia también ha sido marcado para ser demolido.

“No sabemos nada acerca del dueño de las tumbas, si va a exhumar los muertos o no, porque no ha venido a preguntar qué pasa. Hay mucha gente enterrada aquí y algunas de sus familias están en el país, pero otras están establecidas en el extranjero, así que los muertos están esperando a que sus familias vengan a por ellos”, agrega esta mujer que, como todos los residentes, prefiere no desvelar su nombre por miedo a represalias.

Sobrevivir entre muertos

La supervivencia en el camposanto no es fácil. Sus habitantes viven o sobreviven con lo mínimo. “Todos los días limpio las tumbas para quitar el polvo”, dice la madre de Mohamed. Su día a día transcurre entre el cuidado de los mausoleos y su familia: “Aprecio el barrio porque puedo trabajar aquí y cuidar de mi familia; sin este barrio, todos pasaríamos hambre y nos quedaríamos sin casa”, asegura.

La mujer saca adelante las tareas del hogar, lleva diariamente a sus hijos a la escuela, les ayuda como puede con los deberes y consigue un dinero extra a través de las donaciones de las personas que acuden al cementerio los viernes. “Mi cónyuge no puede hacerse cargo de dos familias porque está casado con otra mujer y tiene otros hijos”, apunta.

Su vecina se trasladó al cementerio cuando se casó hace ocho años, su marido nació en la Ciudad de los Muertos y ahora la familia vive aquí con su hija de siete años. Sobreviven con lo poco que gana su marido de jornalero, su trabajo en el cementerio y la pensión de su suegro de unas 500 libras egipcias (unos 15 euros). A eso le suman lo poco que obtienen con las tarjetas de racionamiento, que el Estado asigna a los más necesitados. “Con la tarjeta te dan un litro de aceite, una bolsa de azúcar y 15 hogazas de pan. Ni siquiera incluye arroz”, se lamenta la mujer. “Y además, quieren echarnos de nuestra casa. ¿Qué vamos a hacer? ¿A dónde vamos a ir?”.

Quienes tienen a sus seres queridos enterrados en la necrópolis también están desesperados. Al Manderly rechaza abandonar el lugar de reposo de sus antepasados, catalogado como histórico por las autoridades. “El Ministro de Vivienda declaró en el Boletín Oficial que estos sitios deben ser protegidos por la fuerza de la ley porque son parte de la historia”, insiste.

La arquitecta e investigadora Galila Al Kadi comenzó a estudiar este cementerio histórico en la década de los 80, cuando era profesora de la Universidad de El Cairo y colaboradora de la Universidad de París. En aquel momento “nos centramos en el valor urbanístico y arquitectónico de la zona para empujar el Estado a tomar algunas medidas para salvaguardar estos restos, porque en aquella época el ministro de Vivienda también había tenido la idea de mover todas las tumbas a terrenos desérticos y [que la zona se destinara] a 'mejores inversiones' u operaciones inmobiliarias”, relata.

Durante los 30 años siguientes, Al Kadi y su equipo intentaron sensibilizar tanto a los sucesivos gobiernos como a la opinión pública sobre la importancia histórica de este lugar mediante exposiciones, conferencias y artículos. Sus esfuerzos dieron resultado hasta que, hace unos 15 años, surgieron nuevas amenazas tras el lanzamiento del plan El Cairo 2050, con el que las autoridades buscaban desarrollar las infraestructuras del denominado 'Gran Cairo', que incluye toda la ciudad y su periferia, con más de 23 millones de habitantes.

Desde que Al Sisi llegó al poder en 2013, se han construido 900 puentes y unos 7.000 kilómetros de carreteras con una inversión millonaria por parte del Estado egipcio. Pero mucho antes, en 2009, el actual primer ministro, Mostafa Madbouly, ya tenía el firme deseo de desmantelar la Ciudad de los Muertos, según Al Kadi. “El primer ministro era empleado de Coordinación Civil y entonces ya había trasladado a sus superiores la propuesta para retirar y transformar toda la zona, pero fue rechazada hasta que asumió el cargo de primer ministro”, añade Al Manderly con un notable tono de enfado.

Madbouly empezó a ejecutar su plan en 2020, cuando se puso en marcha la nueva red de carreteras. Fue entonces cuando Al Kadi y su equipo comenzaron a hacer de nuevo campaña a favor de la conservación de la Ciudad de los Muertos. Tras conseguir la implicación de la UNESCO, las demoliciones se detuvieron durante un tiempo el pasado mes de julio y el presidente Al Sisi convocó un comité para reevaluar la propuesta, con Madbouly como presidente.

La investigadora relata que el jefe del Gobierno “prometió no tocar el patrimonio ni en El Cairo histórico ni en la Ciudad de los Muertos, pero fue una especie de maniobra para calmar al Comité de la UNESCO, que había elaborado un informe muy crítico con las autoridades egipcias y su trato del patrimonio, en particular, respecto a El Cairo histórico”, del que la Ciudad de los Muertos forma parte.

Según el padre de Mohamed, el primer ministro visitó el cementerio en junio pasado y dio una rueda de prensa acompañado de los medios locales afines al régimen, pero sus agentes de seguridad no permitieron a los residentes salir de sus casas para protestar. “Representantes del Gobierno vinieron y nos dijeron que no dejáramos entrar a nadie a hacer fotos y que no habláramos con periodistas, pero desconocemos la razón. Los medios de comunicación [en general] no han venido, pero la gente no tiene miedo, quieren hablar con ellos. Son gente sencilla, pero todos quieren hablar”, añade su vecina.

Patrimonio histórico

A finales de septiembre, la UNESCO celebró la 45 Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural y Natural Mundial en Arabia Saudí y pidió explicaciones al Gobierno egipcio sobre el estado de la Ciudad de los Muertos, tras recibir numerosos informes que denunciaban las demoliciones de los mausoleos históricos. Esos informes hacían que la necrópolis fuera susceptible de ser incluida en el listado de 'patrimonio mundial en peligro'. Egipto negó la demolición de cualquier monumento y la construcción de la carretera en ese terreno, y aprovechó para solicitar a la UNESCO una “modificación menor de los límites” de la zona con el objetivo de conjugar desarrollo urbanístico, económico y social.

Antes de esa cita, la ONG Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales (EIPR, por sus siglas en inglés) pudo recoger las firmas de más de 400 organizaciones sociales, asociaciones, sindicatos, especialistas y personalidades públicas que condenaron “las usurpaciones de la zona del cementerio histórico de El Cairo”. Los firmantes pidieron “detener de inmediato la serie de violaciones de la historia del país” y que “los responsables del crimen de destrucción de esta zona patrimonial única rindan cuentas”.

“Mantenemos la esperanza de que nuestras demandas lleguen a un oído consciente, capaz de escuchar la voz de los especialistas y de responsabilizar a los autores de la destrucción de nuestro patrimonio”, concluían.

“Si vas a visitar la nueva capital, es una copia de Dubái. Están escribiendo una nueva historia, una nueva narrativa, destruyendo toda nuestra memoria, nuestra herencia. Es una catástrofe para el patrimonio. No encontraremos El Cairo histórico en los próximos años”, comenta apenada Al Kadi, quien estuvo presente en la reunión de la UNESCO de septiembre, donde presentó un informe elaborado junto a otros expertos en el que demuestran que la nueva carretera que cruza la Ciudad de los Muertos sólo serviría para ahorrar dos minutos de trayecto.

Al Manderly se pregunta: “¿Cómo es posible destruir un sitio histórico para ahorrar a los conductores dos minutos de su tiempo? Esto es un crimen atroz contra el pasado, ¡y las generaciones futuras recordarán este crimen!”.

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