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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

De vacaciones gracias al crowdfunding

Cartel de la campaña de crowdfunding de Amigos de los Mayores

Lydia Molina

Tras el primer tono, Antonia Sencillo aparece al otro lado del teléfono. Esperaba la llamada sentada en el sillón, el único sitio en el que se siente segura. “Me llevo más tiempo en el suelo que de pie”, reconoce. Se ha caído tres veces en el último mes y tres veces han venido “los del botón” (los servicios de teleasistencia) a levantarla. Tiene 81 años. Se divorció hace al menos dos décadas, aunque no acierta a decir con exactitud la fecha. “A una edad, los años pasan deprisa y corriendo”, afirma a modo de justificación. Desde entonces, vive en un piso de renta antigua, en el que alquila una habitación a un joven enfermero, al que apenas ve. No tiene hijos, solo sobrinas, algunas amigas, que vienen de vez en cuando para asegurarse que todo va bien, y a Ángel Chordá.

Ángel tiene 26 años y es publicista. Desde hace un año, visita cada sábado a Antonia para hacerle compañía. “Charlamos de todo: de su vida, de la mía, de lo que sale en Sálvame... Me pregunta dudas sobre el médico, sobre los pagos que tiene que hacer... Lo que intento siempre es sacarla de casa porque el miedo a caerse hace que se lleve todo el día encerrada”, asegura. Cuando habla de él, Antonia lo describe como su “ángel en la tierra”.“Me entiende y tiene mucha paciencia porque, la verdad, yo soy una antigua”, reconoce divertida.

Chordá es voluntario de Amigos de los Mayores, una organización dedicada a acompañar a personas de la tercera edad que viven, o se sienten, solas. En Madrid, atienden a 300, con el apoyo de 240 voluntarios, que suelen ser jóvenes universitarios, o trabajadores en sus primeros años de profesión, y jubilados. “Acompañan a personas que generalmente pasan muchas horas solas al día. A veces, por motivos muy sencillos, pero que con su edad se convierten en grandes dificultades, como vivir en un tercero sin ascensor. Necesitan a alguien que les escuche. Por eso, nuestro papel es ser intermediarios. Ponemos en común a estas personas y a los voluntarios. A partir de ahí, damos libertad para que esa relación evolucione hasta convertirse en una amistad”, afirma Enrique Vaquerizo, responsable de comunicación de esta entidad, que cifra en 140.000 las personas mayores que viven solas en Madrid.

La llegada del verano acentúa esa soledad porque sus redes sociales se extinguen temporalmente. “En esta época pierden al vecino que pasa a visitarlas, al hijo que viene de vez en cuando, etc.”, recuerda Vaquerizo. Por eso, desde hace cuatro años, Amigos de los Mayores organiza la campaña “Verano en compañía”, que incluye encuentros en el barrio, salidas culturales, acompañamiento a domicilio y un fin de semana de vacaciones en la sierra. Para financiar la actividad de 2013, han puesto en marcha una campaña de crowdfunding, cuyo objetivo es recaudar 5000 euros, con los que 25 personas podrán viajar a la sierra de Gredos, en septiembre. Hasta ahora, han obtenido la mitad del dinero.

“Esos días, realizan actividades recreativas, como juegos o paseos por el campo, y se relacionan con otras personas mayores en su misma situación y con voluntarios, que también asisten al encuentro. Muchas llevan años sin vacaciones y para ellas el campo es sinónimo de su infancia. Es un acontecimiento”, asegura Enrique Vaquerizo. La media de edad de quienes acuden a este tipo de iniciativas suele estar en los 84 años y en su mayoría son mujeres, “porque viven más y tienen menos reticencias a la hora de solicitar estos servicios”, reconoce.

Antonia ya ha estado en uno de estos viajes, celebrado en junio, que superó sus expectativas. “Estoy encantada. Me pareció estupendo. Se portaron muy bien con nosotros. Qué fuerza de voluntad tienen estos jóvenes... Nos llevaron a misa y todo”, afirma. Desde que volvió, habla a diario con Mª Rosa, a la que conoció en la sierra. Hacía muchos años que, para ella, su casa era el único lugar de vacaciones, con una excepción en 2011, cuando pasó unos días en Chipiona con su sobrina. “Siempre que veo el mar en la televisión, digo: que me lleven y me dejen allí”. Ángel no pudo acompañarla a su escapada veraniega, pero ya se ha puesto al día. “Me contó todo y creo que es genial que se organicen actividades de este tipo tan necesarias que le recuerden que no están solos. Todos tenemos derecho a no sentirnos olvidados”.

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