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Alarma en Italia por la crítica situación del banco genovés Carige

Sede de Carige en Génova. Foto: Carige

Valeria Álvarez

Hace dos años, el Gobierno italiano se vio obligado a intervenir cuatro pequeños bancos regionales (Etruria, Marche, Carife y CariChieti), dando inicio a una crisis bancaria que pareció calmarse justo antes del verano, con la liquidación de los venecianos Popolare di Vicenza y Veneto Banca y el saneamiento de la Banca Monte dei Paschi di Siena a costa del erario público. El respiro ha durado menos de seis meses. Este jueves saltaban las alarmas por Carige, antigua caja de ahorros genovesa. Podría ser el próximo banco italiano en caer y sería una noticia preocupante, porque se suponía que sus problemas estaban en vías de solución.

El caso de Carige es quizás el más morboso del pasado italiano reciente. Esta semana, la periodista Carlotta Scòzzari presentaba un libro sobre el fraude llevado a cabo durante quince años por el equipo del anterior presidente de esta entidad, Giovanni Berneschi, que en febrero fue condenado a ocho años de prisión por fraude y asociación de malhechores. Los hechos probados son que un comité de negocios secreto actuó como un grupo criminal con el solo objetivo de enriquecerse personalmente, y para eso tejió un diseño fraudulento minucioso y constante que condujo al progresivo empobrecimiento del banco, al que dejó con un agujero de 1.000 millones de euros.

Pero Berneschi había sido apartado de la dirección de Carige en 2013 y el banco estaba inmerso en un proceso de saneamiento bajo la dirección de Paolo Fiorentino, hasta hace algo más de un año director general de operaciones en Unicredit, el mayor banco de Italia. Hace dos semanas, Carige conseguía poner su ratio de capital CET1 bien por encima del mínimo del 9% establecido por el Mecanismo Único de Supervisión (MUS), gracias a la venta de su sede en Milán por 108 millones, y la separación de una cartera de 938 millones de préstamos morosos. Además, se había llevado a cabo con éxito una conversión de bonos subordinados en acciones por valor de 510 millones.

Entonces, ¿qué ha salido mal? Carige aún necesitaba ampliar capital por otros 560 millones, una operación que iba a lanzar el próximo lunes. Aquí empezamos a ver el problema. Aun mejorando su capital en más de 600 millones, Carige capitalizaba en bolsa sólo 124 millones, una caída de 16 veces desde los 2.000 millones que valía hace cinco años. Y en el ínterin ha tenido ampliaciones de capital por 800 millones (en 2013, aún bajo Berneschi) y 850 millones en 2015. En total, ha perdido para sus accionistas en torno a 4.000 millones en cinco años.

En estas condiciones, no es de extrañar que el consorcio con el que Carige negociaba el aseguramiento de su ampliación de capital se haya retirado de la operación. Carige no ha podido ponerse de acuerdo con Deutsche Bank, Crédit Suisse y Barclays sobre el precio de referencia de la ampliación. Los bancos de inversión querían garantizarse la mayor participación posible de los accionistas de referencia de la entidad, pero las dudas sobre la participación de la aseguradora Unipol han dado al traste con la operación.

El consejo de administración estuvo negociando durante dos días y aún pretendía retrasar la publicación de las condiciones de la operación hasta el jueves. Pero Consob, el regulador del mercado de valores italiano, obligó a publicar lo que estuviese decidido a medianoche del miércoles. Al final se prefirió suspender la ampliación que anunciar un precio por debajo de los 10 céntimos por acción. Sus títulos valen actualmente 14 céntimos (en 2012 cotizaban a 11 euros) y se contaba con lanzar la ampliación de capital con un descuento del 40%, valorando el banco en sólo 75 millones.

A la espera

Y ahora, ¿qué? Lo primero será ver si se reconduce la situación por parte de los inversores institucionales, en particular Unipol. También se está a la espera de lo que pueda decidir el MUS, ya que de fallar la recapitalización de Carige habría dudas sobre lo saneado de sus cuentas al cierre del ejercicio. Si se desencadenase la resolución del banco, el viernes es el día preferido, ya que da a la Junta Única de Resolución europea (JUR) un fin de semana entero para trabajar.

Debido al tamaño reducido de Carige, es probable que la JUR se inclinase por liquidarlo, como hizo con los bancos venecianos. En ese caso, de nuevo los detalles se decidirían bajo legislación italiana, y la polémica sobre los posibles agravios comparativos tanto dentro de Italia como entre Italia y otros países se reavivaría. Al contrario que en junio, sin embargo, no hay un gran banco visiblemente dispuesto a quedarse con la parte sana de Carige, ni al Tesoro italiano le queda dinero de los 20.000 millones autorizados en diciembre pasado para recapitalizar al sector.

Además, Carige no es el único banco Italiano en medio de un proceso de saneamiento. La antigua cooperativa de Credito Valtellinese (Creval) es otro banco pequeño, que capitaliza 200 millones y pretende recaudar otros 700 millones en una ampliación de capital. Bper, también una antigua cooperativa, planea titulizar el año que viene 4.000 millones en préstamos morosos, en cuatro operaciones cuyo éxito nunca se puede dar por seguro. Y la banca Bpm, otra antigua cooperativa, tiene una carga de nada menos que 14.000 millones en préstamos morosos, y ha acordado con el MUS deshacerse de 8.000 millones antes de mediados del año que viene.

Cualquiera de estos bancos puede dar un susto el año que viene, cuando Italia celebra elecciones generales.

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