La crisis energética da oxigeno a la industria nuclear pese a la antigüedad de los reactores
Las interrupciones en el grifo del gas y el petróleo decretadas por el Kremlin desde el otoño de 2021, con sus consecuentes sucesiones de escaladas de los precios de la energía, han trastocado la cultura de hibernación atómica que habían adquirido países como Alemania o Japón tras el accidente en la central de Fukushima.
Japón ha reanudado el uso de sus centrales después de un largo decenio de parálisis y en Europa se propagan los indultos sobre las plantas clausuradas. Francia, donde su presidente Emmanuel Macron se comprometió a reducir la dependencia atómica del país durante su primer mandato, ha virado su rumbo y construye ahora seis nuevos reactores y una docena de variante modulares en sus centrales. Reino Unido también ha iniciado la fabricación de 8 reactores y 16 módulos. La anteriormente anti-atómica Alemania parece haber sucumbido a la realpolitk y acaba de extender la vida activa de al menos tres de sus plantas nucleares operativas de generación de electricidad.
Ted Nordhaus y Juzel Lloyd, director ejecutivo y analista del Breakthrough Institute, explican en el blog energético del FMI: “En Europa, la reanudación nuclear se ha entendido como un rayo de esperanza en el oscuro panorama geopolítico, a pesar de los progresos y los costes que sus países han realizado a favor de las energías renovables porque han caído de repente en la cuenta de su excesiva dependencia de los combustibles fósiles”. Tras haberse convertido en el “reducto verde de la economía global e invertir billones de dólares en las dos últimas décadas en planes de instalación de energía solar y eólica”, precisan que sus proyectos renovables “no han sido fuentes alternativas con suficiente capacidad como para reemplazar el suministro de gas y de petróleo ruso, evitar la importación de gas licuado de EEUU y de otras regiones del planeta o acelerar el flujo desde los gaseoductos que la unen con el norte de África”.
En su búsqueda desesperada por acumular inventarios de gas y petróleo con los que abastecer esencialmente sus plantas de generación eléctrica y asegurar sus mix energéticos, Europa se topa además con otro riesgo añadido: las plantas nucleares que se expanden por su territorio están entre las más antiguas del planeta.
La encrucijada europea y estadounidense
Un reciente estudio de Statista así lo atestigua. Suiza, con cuatro plantas, y Bélgica, con siete, se erigen como enclaves con plantas más vetustas, con una media de 46,3 años, las suizas, y 42,3 años, las belgas. Ambas con una aportación residual a sus tendidos eléctricos. Las estadounidenses, las primeras que iniciaron su vida operativa en la década de los cincuenta, completan el pódium ya que sus 92 centrales acumulan una vejez media de 41,6 años. Francia (37,1 años), segunda potencia nuclear de uso civil, y Alemania (34 años) son parte del top ten de países con centrales nucleares con más años (quinta y sexta posición).
El canciller germano, Olaf Scholz, ha zanjado hace unas semanas las disputas en torno a la energía atómica entre verdes y liberales en el seno de la coalición que le sustenta en Berlín. Las nucleares van a contribuir más tiempo como fuente de energía en Alemania. De momento, el canciller ha decidido ampliar la vida de sus tres centrales aún operativas durante cuatro meses más, aunque podrían ser más.
En Francia, con una profunda crisis de su eléctrica estatal EDF, se ha detectado un inesperado proceso de corrosión en varias de sus plantas que activó las señales de emergencia. La autoridad nuclear francesa se vio en la obligación de realizar inspecciones masivas para reparar por completo sus reactores.
El mapa nuclear estadounidense experimentó un boom entre las décadas de los sesenta y de los setenta. La última década del siglo pasado sumó cinco plantas y en 2016 se produjo la última de la entrega de llaves. Una central que empezó su construcción en 1978, sólo un año más tarde el accidente de Three Mile Island, donde se fraguó el descontento ciudadano a la energía atómica. En 2013, se ligaron dos nuevos reactores a la central situada en la localidad de Vogtle, en Georgia, cuya producción podría incorporarse en breve a la red eléctrica americana, toda vez que la Casa Blanca ultima los pasos para liberar un último crédito oficial con el que dar luz verde definitiva a un proyecto inicial que se emprendió hace 17 años.
En cualquier caso, la capacidad productiva atómica estadounidense alcanzó su máximo en 2019 y, desde entonces, su poder nuclear civil ha disminuido hasta representar el 3,9% de todo su mix energético en 2021, si bien supone el 18,9% de la generación eléctrica comercial.
El mapa nuclear empieza a experimentar alteraciones
El informe The World Nuclear Industry Status Report 2022 deja retazos de la industria atómica. Por ejemplo, que 2018 marcó el punto de regresión de su capacidad, aunque fue en 2021, último año contabilizado, cuando se situó por primera vez por debajo del 10% de la generación eléctrica en términos comerciales brutos: su nivel más bajo en cuatro décadas y un 40% por debajo de su poder productivo de 1996.
Para la Agencia Internacional de la Energía (AIE) 2018 fue el último año en el que se utilizaron un mayor número de reactores, tanto en términos cuantitativos (449) como en poder energético con 396,5 GW. A finales de 2021, había 437, incluidos 23 que dejaron de aportar capacidad entre 2010 y 2013. A mediados de este año, había 411 funcionando en 33 países, 4 menos que un año antes y 27 menos de 2002.
En 2021 se conectaron a la red seis nuevas unidades atómicas, tres de ellas en China, y otras cinco empezaron a funcionar en 2022, dos en el gigante asiático. Por contra, se cerraron ocho reactores en 2021 y dos en 2022. En los dos últimos decenios (2002-2021) se han construido 98 centrales, medio centenar en China, que no ha cerrado ninguno y se ha echado el candado a 105. La generación eléctrica por fuentes de energía atómica aumentó en un 3,9% en 2021, pero aún evoluciona en tasas inferiores a 2019. Sin contar con China, el incremento ha sido del 2,8%, en cotas similares a 2017.
El régimen de Pekín es el que ha decretado una mayor extensión de su censo atómico. A mitad de este ejercicio, había 21 en construcción, aunque su tecnología nuclear opera exclusivamente en su territorio. Rusia es la gran potencia internacional: de las 20 que está edificando, 17 están en mercados exteriores y sólo 3 en sus límites fronterizos. Si bien las tensiones geopolíticas generadas por la decisión del Kremlin de invadir Ucrania han elevado el grado de incertidumbre sobre el futuro de sus obras.
En 2021 iniciaron una decena de centrales nucleares con tecnología rusa, seis en China, dos en India, una en Turquía y la última en suelo ruso. Todos los proyectos y desembolsos de capital los dirige la Corporación Estatal de Energía Nuclear (Rosatom), que también está detrás de otras en Bangladesh, Turquía y Egipto, tres países recién incorporados al club nuclear de uso civil. Fuera de la órbita rusa, sólo empresas francesas y surcoreanas operan en mercados en el exterior.
Únicamente tres países que tuvieron en el pasado programas atómicos civiles han clausurado la totalidad de sus reactores: Italia en 1987, Kazajistán en 1998 y Lituania, en 2009. En cambio, en otras latitudes como India, que venía reduciendo su cuota nuclear desde 2019, cuando suponía el 3,2% de su producción eléctrica, tiene ocho reactores en construcción, cuatro de ellos de tecnología rusa.
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