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El lujoso restaurante que quiso exigir PCR a sus clientes cierra ahogado por las pérdidas: “Es insostenible”

Javier Pérez, director de la cadena VP Hoteles

Analía Plaza

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En mayo, tras meses cerrados, los hoteles y restaurantes españoles tenían muchas ganas de abrir. Junto al plan de desescalada, el Gobierno aprobó una veintena de guías sectoriales para que todos los establecimientos lo hicieran con seguridad. Incluso creó, con poco atino, el sello “Responsible Tourism”: un coladero que lleva paralizado desde julio.

Animados por el fin del estado de alarma, la bajada de la curva y el regreso del consumo, muchos empresarios tomaron la delantera con sus propias medidas. Se dispararon las compañías de desinfección con ozono pese las cautelas de Sanidad; se multiplicó la producción de mamparas de metacrilato. Javier Pérez, director de la cadena de lujo VP Hoteles, preparó un ambicioso plan de vuelta, referenciado en distintos medios: kit COVID para clientes (mascarilla, guantes y gel hidroalcohólico), medición de temperatura, desinfección de hoteles enteros por nebulización y hasta un test obligatorio con resultado negativo antes de entrar al restaurante. Si uno daba positivo, tenía prohibido pasar.

“Nos hicieron una campaña tremenda. Que si era segregatorio, que si era como poner una cruz... Barbaridades”, recuerda. Facua denunció que era ilegal. “Sinceramente, Sanidad nos dijo que no era ilegal pero que tampoco era recomendable, que esperáramos a que hubiera tests más eficientes”. Cada test costaba 50 euros, que debía pagar el cliente. Tras las críticas, Pérez rectificó y quedó en que fuera voluntario. No tuvo mucho éxito. “Hicimos doce, si no me falla la memoria”.

Ni los tests, ni la desinfección por nebulización ni las mamparas le sirvieron a Pérez para reflotar su negocio. Este domingo cerró su principal restaurante, el Ginkgo Sky Bar, situado en la azotea del hotel de cinco estrellas que posee en la Plaza de España de Madrid (el hotel sigue cerrado). En el momento de hacer esta entrevista, el empresario prepara la reunión que tendrá al día siguiente con su equipo. “Estamos con el agua al cuello. Las pérdidas son millonarias. Tenemos dos hoteles cerrados y tres abiertos, que aguantan malamente, con precios bajísimos y ocupación del 30%”, reconoce. “Y los restaurantes, fatal. Tenemos que ver qué hacemos: si apostamos de nuevo o echamos el cerrojo”.

De los tres restaurantes, solo mantiene uno abierto. Presentará a la plantilla un plan de reducciones de jornada y salarios para ver cómo tirar. “Y a ver quién va a ERTE, o a ERE si es necesario”, señala.

Pérez echa cuentas y enumera los gastos en higiene que ha tenido. “Las mamparas, el hidrogel, los test. Todo eso ha sido una inversión de más de 150.000 euros. Es lo que invierto en un año”, dice. Además de los fallidos test a clientes, la empresa hace un test al mes a los trabajadores de sus hoteles y dos a los de restaurantes. A 50 euros el test y con 48 trabajadores en activo de cara al público, la medida le sale a unos 5.000 euros mensuales. La limpieza la hicieron en los tres hoteles antes de abrir y ascendió a otros 4.600 euros; además, compraron sus propias máquinas para aplicar el mismo proceso en la recepción de mercancías. “El sobrecoste más importante es la limpieza: ahora tardamos un 30% más en limpiar, tanto por el tiempo como por los productos. Es lo que más se nota mes a mes en la cuenta de resultados”.

Con el resto de la plantilla en ERTE, los costes fijos suben en 70.000 euros de seguridad social, que hay que seguir pagando. “Y de IBI pagamos un millón anual. Si no tienes ingresos, es una barbaridad. En conjunto, este año vamos a tener pérdidas de 6,5 millones de euros”, apunta.

El teatro de la higiene

¿Le ha servido de algo a Pérez dejarse este dineral en medidas anti-COVID? ¿O hemos asistido a un auténtico teatro de la higiene en los últimos meses? “Creo que hay un exceso de 'gadgets' que generan falsas sensaciones de seguridad y que transmiten que se están tomando acciones, que en muchas ocasiones son poco efectivas y costosas”, valora Javier Padilla, médico y autor de Epidemiocracia. “Hacer test a clientes en restaurantes no tiene mucho sentido, dado que en población asintomática las pruebas de detección de antígeno tienen muy poca fiabilidad”.

Fue lo mismo que advirtieron otros epidemiólogos cuando el empresario presentó su idea. Pese a todo, aún hay hoteleros convencidos de que medidas así pueden salvar el turismo. En Canarias hubo planes de implantarlos en los establecimientos, pero aún no se ha hecho porque necesitan autorización de la administración. Ahora, esperan a que al menos se hagan en origen y destino. “No hubo acuerdo común en Europa para implantar corredores seguros. Ahora hay que hacer acuerdos bilaterales, deprisa y corriendo, para salvar la temporada de invierno”, explican fuentes de Ashotel, la patronal de Tenerife. “Estamos a la espera de muevan ficha las administraciones. Los hoteleros están dispuestísimos, incluso a financiar esos test”.

Con respecto a las mamparas, otra idea que cobró fuerza en mayo, no se ha demostrado que funcionen. Un estudio estadounidense sobre el impacto de cantar en los contagios lo recalca. “No hay evidencia de la mitigación del riesgo colocando mamparas de metacrilato entre los maestros y estudiantes de canto. Es probable que barreras así puedan mitigar un estornudo o la tos. Sin embargo, si la mampara no separa completamente a dos personas y comparten el mismo espacio de aire, los riesgos son los mismos”. Es decir: las mamparas no evitan los aerosoles, responsables de contagios bajo ciertas circunstancias.

La desinfección de superficies por nebulización está autorizada por Sanidad, que da una lista de productos que han demostrado su eficacia virucida. En VP usan productos homologados, aclara el empresario. En cualquier caso, el Ministerio avisó de que no hay ningún biocida autorizado para echar sobre personas. Claro: surgieron propuestas emprendedoras de arcos nebulizadores para “matar al virus” a la entrada de los sitios. Empresarios como el dueño de la discoteca Kapital aseguraron que los usarían, aunque la guía sectorial era más clara: mascarillas, reducción de aforos y distancia en la pista.

“Todos deberíamos actuar como si fuéramos potencialmente contagiosos: aire libre siempre que sea posible, mascarilla si no estamos comiendo o bebido, distancia física, eliminación de hilos musicales en bares para que la gente no tenga que hablar alto...”, continúa Padilla. “No hay ningún atajo tecnológico que permita esquivar las medidas que sabemos que funcionan. Ojalá lo hubiera, pero no”.

Con el hotel y restaurante estrella de la cadena cerrados —si todo sigue así, hasta Semana Santa—, el empresario Pérez sobrevive a base de dos créditos ICO y pidiendo carencias al banco. “Tenemos cuatro sociedades independientes. Dos aguantan, las otras dos no. Hay días que pienso que haremos preconcurso de acreedores; otros digo: ampliación de capital”. Otra opción sobre la mesa es la de vender hoteles. A futuro. “Hay fondos de inversión detrás de todos los hoteles de Madrid. Todavía se puede vender a precios decentes. Pero este año hemos dicho que nosotros ni compramos ni vendemos”.

¿Qué le hubiera hecho falta para salir bien de esta? ¿Qué hubiera esperado de la Administración? No es muy complejo. “En Alemania han dicho que habrá ERTE durante todo 2021. Pero lo que necesitamos son turistas. En otros países hacen test en los aeropuertos, aquí no”, concluye. “Si no pones medios, ¿qué más me da que hagas publicidad diciendo que esto es maravilloso? Pero si estamos en récord de infecciones y muertos. Eso es lo que necesitamos resolver”.

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