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La devaluación del yuan y la opacidad informativa: los grandes aceleradores de la crisis china

Apertura con mayoría de positivos en las bolsa del sudeste asiático

Moha Gerehou

2015 cerró con China rodeada de incertidumbre sobre su proceso de cambio de modelo económico y la crisis global que puede desatar y 2016 ha agravado la senda pesimista, como prueban los prematuros cierres de esta semana en los parqués chinos a causa de las fuertes caídas y el pésimo arranque del ejercicio bursátil en las bolsas de todo el mundo.

La situación china ha tenido un contagio inmediato en el resto de mercados, en especial los europeos, donde se han reproducido las caídas en bolsas como las de Londres, Milán, París, Fráncfort o Madrid, donde el Ibex ha cerrado la semana con unas pérdidas acumuladas del 6,65%, un mal augurio para lo que pueda deparar el resto del ejercicio. Las medidas impulsadas por el gigante asiático para actuar ante grandes pérdidas bursátiles como las del verano pasado han sido contraproducentes. Una nueva y fugaz normativa (ha sido retirada esta semana, tras sólo unos días en vigor), suspendía la actividad de la bolsa si las caídas superaban el 7%, buscando limitar la compraventa de acciones basadas solo en el miedo y no en criterios puramente económicos.

China había asegurado que su proceso de cambio a un nuevo modelo de crecimiento más centrado en el consumo interno y el sector servicios no lastraría excesivamente su economía, pero ese proceso no está conduciendo a la deriva positiva esperada, sino a una negativa acelerada. Los expertos señalan fundamentalmente dos factores: la devaluación del yuan y la falta de transparencia informativa sobre la verdadera situación del gigante asiático. 

Devaluación intencionada

Hace poco más de un mes el Fondo Monetario Internacional (FMI) incluía al yuan en su cesta de monedas de reserva. Mostraba así su confianza en la estabilidad de la moneda china y su política monetaria, equiparándola a divisas como el dólar, el euro, la libra esterlina y el yen. Pero los últimos movimientos del Banco Popular Chino están desatando incertidumbre, sobre todo cuando se trata de descifrar los motivos que hay detrás. La intervención continua en la moneda contradice los principios del FMI, que propone que sean la oferta y la demanda las que marquen el valor de la divisa. La falta de información clara y la desconfianza desatan las conjeturas de los economistas sobre la depreciación de la divisa del gigante asiático, que se cambia al nivel más bajo desde marzo de 2011.

Manuel Ortiz-Olave, analista de mercado de divisas en Monex Europe, señala que “el proceso de intervención en los mercados del Banco Popular de China tiene la intención de evitar las fugas masivas de capital de los últimos meses. Es el mismo motivo por el que recortaron los tipos de interés”. Añade que “sus reservas de divisas aumentaron hasta ser los que más tenían, pero disminuyeron muy rápidamente, y quieren evitar perder esa posición porque les da mucha fuerza”. 

El efecto contagio evidente, especialmente en las monedas de países cercanos como Nueva Zelanda o Australia y en los países emergentes, que observan a sus divisas sufrir fuertes caídas para mantenerse competitivas frente a las exportaciones de China. Para Ortiz-Olave, “este movimiento confirma que la economía china se está ralentizando y que tienen miedo a no alcanzar ese 7% de crecimiento en el PIB” que vaticinan las estadísticas oficiales.

El economista José Carlos Díez cree que hay que esperar a la próxima jugada de China. “Si vuelven a devaluar la moneda se generaría mucha inestabilidad por la guerra de divisas. Estaríamos en un escenario similar a lo ocurrido en Estados Unidos hace unos años. Además, habría que ver qué hacen la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y otras instituciones similares”. 

Desconfianza en los datos oficiales

China siempre ha dirigido su economía con cierta opacidad. Si bien esta se ha atenuado, está lejos del nivel de transparencia de otros bancos centrales. Esta política de informar lo justo tiene un origen histórico, tal y como explica Miguel Otero-Iglesias, investigador principal de Economía Política Internacional en el Real Instituto Elcano: “Históricamente ha sido un imperio y siempre se han basado en pilares como la jerarquía, nunca han tenido que dar muchas explicaciones de lo que hacían y es algo que ha perdurado hasta hoy. Para tener estabilidad ante una población tan numerosa son muy cuidadosos de la información que dan”.

En una economía global y tan dependiente de la información transmitida desde los bancos centrales a la hora de hacer inversiones y analizar la situación económica, la posición de China es muy diferente al resto, más teniendo en cuenta el gran impacto de su economía en el mundo. Ortiz-Olave, de Monex Europe, considera que la opacidad informativa “es una de las grandes razones del contagio del pánico en otros países, ya que no hay tanta información como la que envían desde otros bancos centrales a través de personas como Mario Draghi [BCE], Janet Yellen [FED] o Mark Carney [Banco de Inglaterra]. En el fondo lo hacen porque es una economía distinta, que se está adaptando al mundo en que vivimos y poco a poco empezarán a comportarse como el resto. Solo hay que darles tiempo”. 

En la mejoría en transparencia y nivel de información también coincide Otero-Iglesias. En su opinión, en China “hay unos problemas serios y estructurales, que el gobierno quiere demostrar que son capaces de abordar y que no están obviando: los conocen, los dicen y se enfrentan a ellos. Eso sí, la dimensión de estos problemas sí intentan suavizarla”.  

José Carlos Díez incide en el hecho de que “tener un sistema de partido único no ayuda, la transparencia no ha sido nunca su principal virtud y eso para gestionar una crisis financiera es lo peor, ya que cuanta más información se pueda dar, más se tranquiliza a los mercados e inversores”. En su opinión, a esta poca transparencia se suma “la falta de credibilidad, con hechos como cuando en agosto pasado dijeron que no iban a devaluar el yuan y no solo lo han hecho, sino que se dice que van a realizar otra devaluación próximamente mucho más severa”. 

La política informativa china se convierte en un arma de doble filo para el gobierno de Xi Jinping, ya que por un lado, como analiza Otero-Iglesias, “el sistema tan jerárquico y su control de la información hace que sean capaces de llevar a cabo decisiones con una mayor efectividad, ya que lo que se dice desde arriba pasa rápidamente por todos los estamentos”. Pero por otro lado, esta opacidad y ocultación de realidades como los datos sobre protestas, “que antes los ofrecían pero desde hace un tiempo no, indicando que han aumentado”, o sobre “las grandes empresas de la industria pesada, que tienen grandes pérdidas a las que el gobierno chino sigue apoyando aunque sean auténticos cadáveres en el armario”, provoca que tanto los mercados como los inversores nunca sepan a ciencia cierta que está pasando en China.

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