“Los ricos están comprando a los partidos para influir en la política”
Branko Milanovic es uno de los mayores expertos en desigualdad y desarrollo del mundo. Economista en el Banco Mundial y profesor en varias universidades estadounidenses, sus trabajos son un referente global. Actualmente se codea con otros grandes de la economía mundial, como Paul Krugman, en la Universidad de Nueva York. Esta semana ha estado en Madrid para participar en el encuentro 'Iguales: acabemos con la desigualdad extrema', organizado por Oxfam Intermón.
Hablamos constantemente de que la desigualdad está creciendo en todo el mundo, y muchos estudios y organizaciones así lo apuntan. Pero, ¿no hay muchos tipos de desigualdades?, ¿están todas creciendo?
Hay muchos tipos de desigualdad: la desigualdad por ingresos, por bienestar, la desigualdad entre regiones de un mismo país, o entre países. Si pensamos en la desigualdad que se da dentro de los países y entre los ingresos de las personas que viven en ellos, entonces sí, en la mayoría de los países la desigualdad está creciendo desde los últimos 25 años.
Pero no es algo que suceda en todas partes. Pensemos por ejemplo en América Latina. Es una excepción: hay una desigualdad muy alta, pero ha ido descendiendo. En Brasil es algo notable, pero también ha sucedido en Argentina o en México. Pero, repito, eso es la excepción. En los demás países, particularmente en los ricos, observamos un enorme aumento de la desigualdad, como es el caso de Reino Unido y Estados Unidos; un aumento más moderado, como en Francia, Italia, España; o aumentos pequeños, como es el caso de Alemania. Ahora la crisis ha hecho las cosas más complicadas porque el primer efecto fue la pérdida de rentas para personas que tenían ingresos altos.
La desigualdad no es solo un efecto de esta crisis, sino que ya crecía antes. Sin embargo, este asunto ha saltado ahora a la palestra, ¿por qué?
Sí, es una cuestión interesante, porque en los países ricos la desigualdad comenzó a agrandarse a mitad de los ochenta, pero la gente no hablaba de ello porque, al mismo tiempo, los ingresos reales estaban aumentando. Lo que pasó con la crisis es que hubo un parón del incremento de las rentas y al mismo tiempo una desigualdad creciente. Era como un pastel que crecía aunque tu porción quizá no fuera muy grande, pero de repente el pastel -el PIB- se hizo más pequeño y le hizo a la gente darse cuenta de la existencia de la desigualdad.
¿Y qué factores están haciendo que crezca tan rápidamente en casi todo el mundo?
Yo no diría que ahora esté creciendo tan rápido, de hecho es probable que en muchos países creciera más durante los años noventa que ahora. Pero ahora es más perceptible por la crisis. Si uno piensa por qué la desigualdad está creciendo puede dar con tres grandes factores: está creciendo por el cambio tecnológico –en esencia, la educación se ha convertido ahora en algo más importante que antes–, por la globalización, que afecta particularmente a la clase media de los países ricos debido a la pérdida de trabajo, las importaciones y la deslocalización, y por las políticas, como son los impuestos o las transferencias sociales.
Pero, ¿hasta qué punto es responsabilidad de esas causas estructurales y hasta dónde de las decisiones políticas que toman los gobiernos?
Es muy difícil decir entre qué porcentaje de responsabilidad tiene cada uno. Incluso la política se puede decir que está influida por la globalización. Por ejemplo, es difícil para un solo país subir impuestos o hacer ciertas cosas sin tener en cuenta lo que está haciendo el resto de la Unión Europea o del mundo.
¿Y esta desigualdad amenaza a las clases medias?
Sí, porque la clase media en los países ricos está siendo exprimida. Por un lado, tienes la presión de los países más pobres que ofrecen trabajadores más baratos y que están compitiendo directamente con algunas partes de las clases medias. Por otro lado, los que tienen más ingresos, el famoso 1%, está haciéndose más y más rico en prácticamente todos los países porque se encuentra a otro nivel y no está afectado por estos fenómenos. La clase media está perdiendo en esta globalización.
¿Se puede hablar de una democracia real y efectiva con estos niveles de desigualdad?
Se trata de un gran asunto a discutir. Por un lado tienes escándalos políticos todos los días, como se puede ver en España, porque los políticos quieren más dinero porque lo ven como cualquier otra ocupación: quieres ser futbolista o banquero o político porque al final se trata de hacer dinero. Y por otro, la gente rica está obviamente comprando a los políticos para influir en la política. Creo que es algo que está sucediendo en todos los países y que de alguna forma es difícil de evitar porque al final los partidos tienen que financiar sus campañas, para eso necesitan a alguien que les dé el dinero y es la gente rica la que tiene ese dinero.
La gente tiene la sensación de que los poderes econónicos están comprando a los poderes políticos.
Creo que básicamente es así. Es muy difícil cambiar el sistema, creo que el cambio básico sería cambiar la forma en la que se financian los partidos políticos. Un caso extremo es el de Estados Unidos, está muy documentado y hay datos empíricos sobre cómo la dirección del voto se mueve sobre los intereses de los ricos.
¿Está la desigualdad económica agrandando otra brecha, la de género?
Cuando se miran los datos de los últimos 25 años se puede ver que la brecha de género, en términos de participación de las mujeres en el mercado laboral o de diferencia de salarios, se comenzó a cerrar primero para luego permanecer prácticamente constante. Parece que los países han sido capaces de centrarse algo mejor en lo que se llama desigualdad horizontal, entre mujeres y hombres, entre razas, pero han fallado en concentrarse en la desigualdad como tal. Y al final esas desigualdades horizontales influyen en la desigualdad general.
¿Tiene la desigualdad de España particularidades que la hacen diferente de otras?
Lo que es interesante de España es el gran impacto que ha tenido la inmigración. España pasó de ser un país con cero inmigración a que esta supusiera una parte importante de la fuerza laboral. España estaba creciendo muy rápido y transformando su fuerza de trabajo. Diría que la crisis afectó mucho porque las expectativas de que ese periodo de bienestar y crecimiento continuara eran muy altas y de repente llegó la debacle y comenzó una regresión.
¿Qué políticas son las más adecuadas para luchar contra la desigualdad?
La desigualdad debe convertirse en uno de los objetivos, tal y como lo es el PIB. No puedes combatir la desigualdad como tal, no es algo que veas y a lo que puedas disparar. Es algo a lo que deben aspirar las políticas y sabemos cuáles pueden ser estas políticas, la cuestión es ¿pueden ser implementadas? Por ejemplo, la existencia de salarios mínimos y el aumento de la protección social y de los subsidios de desempleo, o el aumento del gasto en educación pública son políticas que tienen efectos visibles, son transferencias sociales muy exitosas. Así que sabemos qué políticas son, no es nada nuevo.
No es nada nuevo pero es prácticamente lo contrario de lo que se está haciendo.
Sí, es absolutamente lo opuesto a lo que se está haciendo. En parte por una cuestión de ideología, y en parte porque los países individualmente no pueden hacer todo, porque al final están tan relacionados con lo que sucede en el resto del mundo, en la Unión Europea, que parece haber ciertos límites.
¿Qué le parece la idea de una renta básica universal? En España hay organizaciones y partidos políticos que la proponen, mientras que otros no creen que sea una buena forma o una forma progresista de combatir las desigualdades.
No conozco con detalle las cifras ni lo que implicaría. En el pasado, era una idea propuesta por una parte de la derecha: Milton Friedman sugirió un impuesto negativo sobre la renta que es básicamente una renta garantizada para todo el mundo, y que al final depende de lo alto o bajo que establezcas esos ingresos. Hay asuntos que analizar, porque si tienes una renta básica el resto del sistema de transferencias, de protección social, desempleo, tendría que ser reajustado. La segunda cuestión es, ¿no tendría más sentido centrarnos en las transferencias sociales, en la distribución del bienestar? No sé si dar 600 euros a una persona que gana 100.000 tiene mucho sentido, otra cosa es garantizar que una persona nunca bajará de un nivel mínimo de ingresos.
He leído en uno de sus artículos que acabar con la desigualdad no es solo una cuestión de políticas, sino de voluntad. ¿Hay muchos buenos deseos pero poca acción?
Es verdad, a la gente en general no le gusta pagar impuestos. Es complicado, el hecho de que haya políticos usurpando dinero, que haya una ineficiencia en el gasto público, produce una reacción en la gente que la lleva a pagar menos impuestos. Todo el mundo se queja sobre la desigualdad, pero cuando les planteas las medidas a tomar, nadie quiere llevarlas a cabo. Estamos más alerta sobre la desigualdad que en los últimos veinte años, tenemos más conocimiento al respecto que nunca, pero cuando se va a lo concreto, a las medidas, falta voluntad.