Cómo sé si el bulto que tengo en el cuello es algo grave
El tiroides, una pequeña glándula en forma de mariposa situada en la parte anterior del cuello, se encarga de producir unas hormonas responsables de regular el metabolismo del cuerpo. Estas hormonas están involucradas en el crecimiento, en el mantenimiento de la mayor parte de las funciones corporales y en la regulación del metabolismo.
La aparición de nódulos tiroideos, muchas veces detectados en forma de pequeños bultos en el cuello, es frecuente, con una incidencia de entre un 40% y un 67% de la población que se realiza algún tipo de prueba, frente a solo un 3-7% de casos detectados por palpación, según datos de la Sociedad Española de Endocrinología (SEEN).
Y, pese a que genera preocupación, en el 95% de los casos son benignos. Ocasionalmente, existen nódulos catalogados como “indeterminados” en la citología. Este tipo de nódulos, en palabras del Doctor Manuel Gargallo, especialista del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz y coordinador de la Unidad de Nódulo Tiroideo, “pueden conllevar un riesgo de cáncer del 40%”, de ahí que muchos se envíen a cirugía para realizar una biopsia. Sin embargo, continúa el experto, “en más de la mitad de los casos se trata de bultos benignos que, de no haber existido la duda, no habría hecho falta operarlos”. Para evitar estas cirugías y aclarar la benignidad de estos nódulos “indeterminados”, existe la posibilidad de hacer un estudio molecular de los mismos.
Nódulos tiroideos, unos bultos que no deben pasarse por alto
Los nódulos tiroideos son bultos que se forman en la glándula tiroidea pero no suelen impedir que la tiroides funcione correctamente. Esto explicaría por qué más de la mitad de la población tiene nódulos tiroideos pero no lo sabe hasta que no se palpa el cuello o se realiza una prueba de imagen.
Con una detección en aumento en las últimas décadas, que la Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (SERVEI) asocia al incremento en la realización de pruebas diagnósticas como ecografías o tomografías computarizadas, se calcula que la probabilidad de malignidad es del 4-7%, que la prevalencia del cáncer de tiroides es del 1,2% y que, en general, son de baja agresividad y buen pronóstico.
Con una incidencia que aumenta con la edad, sobre todo a partir de los 40 años, se desconocen las causas. En ocasiones se relacionan con la deficiencia de yodo, un nutriente necesario para producir hormonas. También se sabe que un factor de riesgo mayor puede ser la presencia de nódulos en varios miembros de la familia, así como el número de embarazos —cuantos más embarazos, más número de nódulos—.
Síntomas de los nódulos tiroideos
La mayoría de los nódulos tiroideos son asintomáticos y benignos. Como ya hemos comentado, se suelen descubrir durante un examen físico de rutina o pruebas de imagen, aunque en ocasiones la persona puede notar un bulto en el cuello.
Si bien no suelen modificar la función tiroidea normal, en algunos casos pueden ir asociados a hipotiroidismo —déficit de función tiroidea— o a hipertiroidismo —exceso de función tiroidea—.
Es poco común que causen dolor en el cuello, la mandíbula o el oído. Pero si son muy grandes puede ocurrir que ejerzan presión en la vía respiratoria o el esófago, y entonces sí que se puede hablar de síntomas como dificultad para respirar, tragar o sensación de cosquilleo en la garganta.
En los pocos casos en los que el nódulo invade el nervio que controla las cuerdas vocales puede causar ronquera.
Cómo se diagnostican los nódulos tiroideos
Muchas veces, llegar a un diagnóstico final puede ser un camino largo y difícil, cargado de pruebas y consultas, lo que suele provocar incertidumbre y preocupación en el paciente. Para agilizar todo este proceso, la Unidad de Nódulo Tiroideo del hospital madrileño ofrece una asistencia integral y de alta resolución de esta patología y, sobre todo, la posibilidad de que el paciente sea atendido siempre por el mismo facultativo, lo que permite dar una visión global de cada caso y orientar en la opción terapéutica a seguir.
Es importante realizar una buena historia clínica y analítica que evalúe la función tiroidea. La ecografía tiroidea de alta resolución es una prueba clave para la valoración del tiroides ya que proporciona información muy útil del tiroides, tamaño de los nódulos, características y la necesidad de realizar más pruebas que determinen si hay malignidad.
Tras este primer paso en el abordaje de los quistes tiroideos, otra prueba necesaria si se sospecha que el nódulo pueda ser maligno es una punción aspiración por aguja fina (PAAF). De esta forma se realiza un examen de las características de las células que permitirá establecer su benignidad o malignidad.
Con esta prueba se valoran aspectos del nódulo como la ecogenicidad, es decir, el brillo de la imagen —si es alta, la imagen será blanca, lo que sugiere benignidad; si tiene poca ecogenicidad y se ve negra, es más típico de lesiones malignas—. También se observan los márgenes del nódulo —los benignos tienen márgenes bien definidos y los que pueden ser malignos tienen bordes irregulares—.
La forma del nódulo también nos dará pistas sobre el tipo de problema: los benignos son redondeados u ovalados, mientras que los de formas irregulares se ven más altos que anchos y pueden ser un signo de malignidad. Además, la presencia de microcalcificaciones también es un criterio ecográfico de malignidad.
Para optimizar todo este escenario, la Unidad de Nódulo Tiroideo ha incorporado el test molecular, una prueba de diagnóstico que predice si los nódulos son benignos o no, lo que permite que se realice cirugía solo en los casos necesarios. Con la muestra que se obtiene, “se realiza un análisis basado en diez marcadores genéticos y el resultado predice en un 95% si un nódulo tiroideo indeterminado es benigno y en más del 75% el riesgo de malignidad”, asegura el Gargallo.
Qué tratamientos son necesarios en los nódulos tiroideos
No siempre será necesario tratar los nódulos, solo si el especialista lo determina. En caso de que así sea, la mayoría de las veces será quirúrgico, tiroidectomía total o parcial. Pueden usarse técnicas mínimamente invasivas como la enolización en los nódulos quísticos y la termoablación en los nódulos sólidos.
En muchos casos será necesario hacer un seguimiento de los nódulos tiroideos, con la realización de ecografías tiroideas periódicas, para controlar que no crezcan o aparezcan nuevos con particularidades sospechosas.