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Cómo sufre nuestro cerebro durante un ingreso hospitalario: claves para prevenir el ‘delirium’

Apoyo al paciente

Mercè Palau

De mantener una conversación coherente a hablar con alguien con un discurso incongruente, incluso en ocasiones fabulador, con delirios y alucinaciones sobre todo visuales. Es lo que se encuentran los familiares de pacientes con delirium hospitalario o síndrome confusional agudo (SCA), que pueden llegar a comportarse con miedo o agresividad con las personas que las atienden. 

‘Delirium’, un trastorno cognitivo común en ancianos hospitalizados

El delirium hospitalario se caracteriza por una alteración del nivel de conciencia y de la atención, así como de varias funciones cognitivas como memoria, pensamiento, orientación, lenguaje o percepción. No debe confundirse con la demencia, de la que se distingue porque tiene un inicio agudo y una evolución fluctuante, pudiendo durar días o semanas. 

Es común también que aparezcan alteraciones del ciclo de vigilia-sueño, del comportamiento psicomotor y de las emociones. Cualquier cosa que interfiera con los neurotransmisores, las sustancias químicas del cerebro que se comunican entre las células nerviosas, puede desencadenar delirium, incluidas la inflamación, la infección y los medicamentos. También los cambios en un ingreso hospitalario, como interrupciones del sueño, un entorno desconocido o separación de la familia.

Detectando al paciente frágil

El delirium es común sobre todo en mayores hospitalizados. Según datos de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), este síndrome afecta a un tercio de las personas mayores de 70 años hospitalizadas, una cifra que llega hasta el 50% en pacientes ingresados en unidades quirúrgicas.

Estos datos podrían incluso ser superiores ya que se trata de una patología infradiagnosticada —se calcula que el 60% de los casos de delirium no se diagnostica—,  cuya incidencia podría llegar al 85% en las unidades de Cuidados Intensivos y Paliativos, afirma la Doctora Marta García Salmones Fragoso, miembro del Grupo de Fragilidad del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. 

Este problema de salud suele manifestarse sobre todo con la aparición de síntomas como “cambios de estado mental agudo y fluctuante, ver o sentir cosas irreales, decir cosas incoherentes, mayor irritabilidad y desconfianza, e inquietud o agitación por la noche, somnolencia excesiva y desorientación temporal y espacial sin reconocer a familiares”, reconoce la Doctora Ivana Zamarbide Capdepon, miembro también del Grupo de Fragilidad de la Fundación Jiménez Díaz. 

Particularidades que se incluyen en los criterios diagnósticos del Manual Diagnóstico DSM-IV de 2002 y que recoge aspectos como alteración corta —horas o días— y fluctuante de la conciencia con disminución de la concentración o cambio en las funciones cognitivas.

El abordaje del ‘delirium’, de la mano de la calma y tranquilidad

El delirium es considerado, a partir de estas particularidades, un síndrome médico potencialmente tratable y prevenible. Algo esencial teniendo en cuenta el fuerte impacto que tiene en la calidad de vida de estas personas, que se traduce sobre todo en una mayor estancia hospitalaria, deterioro cognitivo y funcional, además de más riesgo y complicaciones durante el ingreso.

Como recuerda la SEGG, un 30-40% de los delirium son prevenibles, lo que convierte este problema en uno de los grandes caballos de batalla de la geriatría. Los expertos apuntan algunas medidas sencillas de prevención, como mantener una iluminación adecuada —luz de día, oscuridad de noche—, garantizar el descanso nocturno, asegurar una correcta hidratación, orientar y recordar con frecuencia la fecha y la hora y facilitar un entorno agradable y conocido, ofreciéndoles sus dispositivos habituales como gafas o audífonos si es necesario y una movilización precoz. 

Se trata, según los expertos, de algunas de las medidas que más eficacia han demostrado tener y que es preciso implementar en los hospitales. Es clave, como medidas preventivas, estimular la movilización siempre que sea posible y evitar la cama durante el día, así como favorecer el ejercicio físico al menos tres veces al día.

Para Myriam Rodríguez Couso, especialista del Servicio de Geriatría y miembro del Grupo de Fragilidad del hospital madrileño, la orientación es clave, y esto incluye también recomendaciones como “explicar al paciente lo que ha pasado, dónde está o si es de día o de noche”. 

Para abordar el delirium con eficacia antes es importante conocer cuáles son las manifestaciones clínicas. Para ello, se cuenta con herramientas como el Confussion Assessment Method (CAM), que es el instrumento más usado para su diagnóstico por su combinación de rapidez y facilidad para detectar el síndrome y que valora cuatro criterios.

El primero evalúa el curso fluctuante de la alteración del estado mental; el segundo, la inatención; el tercero, el pensamiento desorganizado; y el cuarto, el estado de conciencia alterado. Para que haya delirium tienen que cumplirse los dos primeros criterios con alguno de los dos últimos.

Tras el diagnóstico, la acción es primordial. Desde la Fundación Jiménez Díaz, de la mano de su Programa transversal de Fragilidad, se implementan medidas para tratar el problema sobre todo en los pacientes de más riesgo, como los mayores frágiles. La clave es intentar que sea el hospital el que se adapte a ellos, y no al revés. 

Dar tranquilidad y no contrariar, así como acompañar al paciente en todo lo que necesite, ayudará en buena parte a que remita el delirium. En los casos de agitación severa importante puede ser necesaria la prescripción de antipsicóticos en dosis bajas y una revaloración diaria, aunque no existen pautas farmacológicas “aprobadas” para el tratamiento que puedan tratar el delirium.

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