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La pesadilla de las pruebas circunstanciales

No faltan pruebas contra Jamal Zougam. Sus huellas dactilares aparecieron tanto en la furgoneta que transportó los explosivos como en la casa de Morata de Tajuña donde se fabricaron las bombas. Las tarjetas de los móviles que sirvieron como detonadores salieron de su locutorio en Lavapiés. Varios testigos han declarado que le vieron colocar mochilas en los trenes. Zougam es uno de los principales acusados de la matanza del 11-M. Él, sin embargo, lo niega.

¡Qué extraño! ¡Un acusado que dice ser inocente! En El Mundo la prueba es de peso y hoy publican un editorial para enmarcar. “Es cierto que Zougam podría estar mintiendo”, publica El Mundo. “Y también es verdad que hay pruebas indiciarias de que formaba parte del comando que colocó las bombas en los trenes”, prosigue el editorial. Pero “ninguna de estas pruebas es concluyente”.

Es más lógico pensar que “más que ante un integrante del comando del 11-M, estaríamos ante el instrumento que facilitó la atribución del 11-M al islamismo radical a menos de 24 horas de la jornada electoral”.