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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

“Mamá, quiero ser ingeniera”

Participantes en un concurso de código del T3chFest 2017 (Imagen: cedida por Nerea Luis)

Violeta Costa

La transformación digital y los crecientes avances en materia de ciencia y tecnología dan lugar a nuevos modelos de negocios disruptivos y con ello a nuevos perfiles profesionales con unos conocimientos tecnológicos muy avanzados y una capacidad de adaptación al cambio tan vertiginosa como la propia evolución de la tecnología.

Las carreras de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática (STEM por sus siglas en inglés), son fundamentales para este cambio, siendo a nivel mundial, las que principalmente han ayudado a los países a despuntar sus economías. Sin embargo, son también el más claro ejemplo de desigualdad de género. En España, menos del 30% de los nuevos estudiantes de carreras científicas o ingeniería es mujer.

Veamos por qué esa falta de vocación.

La mayoría de los expertos coincide en que la biología es el principal factor que determina que los niños se comporten “como niños” y las niñas “como niñas”. Sin embargo, lo cierto es que las hormonas, por sí solas, no pueden explicar las grandes diferencias que hay entre los dos sexos. La sociedad es otro de los factores que influyen en las diferentes direcciones que toman, desde su nacimiento, los niños y las niñas.

Los niños prestan mucha atención a los hombres y a las mujeres que hay en sus vidas. Por lo tanto, es común que, desde una temprana edad, sus expectativas se basen en lo que observan a su alrededor y absorban sus hábitos.

En mi caso estudié ingeniería sin saber las puertas que se me abrirían y sin entender qué tipo de trabajos lleva a cabo un ingeniero. Estudié ingeniería porque con 18 años la ingeniería era considerada una carrera “de futuro” y muy “masculina”, lo que supuso un verdadero reto para mí. No hubo ningún tipo de estimulo externo que motivase mi entrada en una carrera técnica. Nadie hasta ese momento me había explicado las diferentes posibilidades, experiencias o funciones que lleva a cabo un ingeniero. Desconocía el tipo de capacidades o aptitudes que eran necesarias y, lo que es peor, desconocía si esas existían en mí. En definitiva, elegir una carrera era una lotería. En mi caso, tuve suerte.

Si fuésemos capaces de descubrir nuestras habilidades, nuestra pasión y aquello que se nos da bien previamente, desarrollaríamos nuestra carrera profesional mucho mejor, y sobre todo, mucho más felices. Y es que lo que nos apasiona lo hacemos francamente bien.

Uno de los principales problemas con los que nos encontramos es precisamente la falta de información y asesoramiento a la hora de elegir tu futuro profesional, en una edad en la que tu cabeza es un baile de hormonas y el conocimiento del mercado es básicamente nulo. Además, los estereotipos asociados a estos estudios y la falta de figuras representativas del género femenino en los ambientes científicos y tecnológicos son dos de los factores principales de esta disparidad.

Un informe de la Unesco de 2017 resalta que, cuando una mujer imparte las clases en materias STEM, las niñas tienen mejores resultados en las diferentes materias. Un modelo femenino en el aula en el rol de enseñante influye positivamente en las percepciones de las niñas, el interés y la confianza en la comprensión de la ciencia y las matemáticas. Y también cambia sus aspiraciones a la hora de elegir carrera y las lleva a elegir carreras STEM.

Es por tanto una responsabilidad muy repartida la de potenciar la presencia femenina en carreras tecnológicas. Desde casa, buscando maneras creativas de inculcar a nuestros hijos variedad de roles en hombres y mujeres. Desde la educación, estimulando y despertando la pasión en nuestros jóvenes por este tipo de carreras para que descubran y conozcan su enorme potencial. Y como sociedad, luchando contra los estereotipos absurdos que los propios medios de comunicación, cine, televisión etc.. van llenando nuestra cabeza. Los chicos y las chicas siguen teniendo preferencia por profesiones acordes con la imagen prototípica de los diferentes ámbitos profesionales, y que puedan generar incoherencias entre lo que uno hace –porque le gusta o porque le produce una enorme satisfacción– y lo que las demás personas del entorno consideran como más adecuado.

No perdamos genios por el camino ni creemos profesionales frustrados.

Violeta Costa, ingeniera industrial.

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