¿Hacia el paraíso fiscal vasco?

El Diputado general de Bizkaia ha pronunciado esta semana una conferencia en Londres sobre el sistema fiscal vasco en la que ha vertido datos muy interesantes, que ya hace unos meses vienen insinuándose sin acabar de explicarse. Tampoco en esta ocasión se han acabado de explicar.

El diagnóstico del que parte la propuesta de Rementería, según la recoge la prensa local, es que este país “necesita más recursos públicos” para “hacer sostenible el sistema social”, ante el aumento de la esperanza de vida de los ciudadanos. Es sabido que Euskadi posee una amplia autonomía financiera que les permite a sus territorios crear sus propios sistemas fiscales. A pesar de ello, el PNV ha preferido imitar casi totalmente el modelo fiscal español, basado en una presión fiscal muy baja en relación a la europea y centrada fundamentalmente en las rentas del trabajo. Es más, las Haciendas vascas introdujeron en su momento incluso medidas más ventajistas para el capital, a través de las “vacaciones fiscales vascas”, que acabaron provocando la imposición a Euskadi de multas millonarias por la Unión Europea.

Teniendo en cuenta el diagnóstico sobre la necesidad de más recursos para financiar el sistema social, lo más lógico parece que sería hacer tributar también proporcionalmente a las rentas del capital y que los más poderosos contribuyan también al bienestar de la comunidad. Veamos si son estas las intenciones del PNV.

Lo que ha anunciado Rementería en la City de Londres es que las Haciendas vascas harán una serie de modificaciones en el Impuesto de sociedades. No se dá ningún detalle concreto, sino sólo algunos brochazos genéricos, lo que nos empieza a poner en guardia. ¿Cual es el objetivo? Rementería perfila objetivos diferentes. Afirma que objetivo de la reforma es recaudatorio y persigue “hacer sostenible el sistema social”. Y dice también que el objetivo que se persigue es el de “ganar competitividad”, creando un “lugar atractivo para la inversión”. ¿Y qué nos dice del contenido? Que no se trata de una reforma integral, que consistirá sólo en retoques y que afectarán a la estructura del Impuesto de Sociedades. También dice que previsiblemente bajará la tributación de las empresas y que se trata de “allanar el terreno fiscal” en el que desarrollarán su actividad productiva las multinacionales.

Ojalá me equivoque, pero de tanto secretismo en la explicación, de tanto equilibrio de objetivos y de contenidos en la reforma insinuada y del hecho de que ésta se anuncie en el corazón financiero de Londres, no cabe esperar nada bueno; y menos teniendo en cuenta el precedente de las vacaciones fiscales vascas, que tanto rechazo provocaron en Europa. En teoría, las empresas que decidan implantarse en Euskadi contarán con un marco fiscal más favorable a partir del año 2018 a través de deducciones a la “inversión productiva”. Pero curiosamente, el anuncio no se hace en un entorno productivo, sino en el corazón europeo del capital financiero más especulador.

Todo ello nos hace temernos lo peor. Que se trate de una segunda edición corregida de las vacaciones fiscales vascas, pero dirigida esta vez sin pudor a actividades básicamente financieras y especulativas. Porque, a estas alturas de la película, en estos tiempos de desregulación en que los Estados ni saben ni quieren hacer frente a la ingeniería fiscal mediante la cual las multinacionales consiguen eludir la legalidad impositiva de los países con sistemas tributarios bien estructurados y con un elemento de solidaridad, ¿quien garantiza que las inversiones “parcialmente amnistiadas” vayan a ser efectivamente productivas y no mera ingeniería fiscal en el seno de empresas en red?

Repito que ojalá me equivoque, pero mucho me temo que la reforma vaya a ir por esa vía de recaudación que, en lugar de apelar a la igualdad, a la solidaridad y a la progresividad en que se debe basar un sistema tributario democrático, suponga echar más gasolina al fuego competitivo del capitalismo global más especulativo y depredador.