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Opinión

Oliart, la Transición, Mérida

Alberto Oliart

Antonio Vélez, ex alcalde de Mérida

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La acción política necesita, siempre, del ejercicio comparativo, para poder valorar el alcance de sus logros, y el resultado de sus objetivos, respecto de otros actores del ejercicio Institucional. Y aunque la Historia se escribe con bastante margen de tiempo sobre los hechos acaecidos, la pérdida, inevitable y sistemática de quienes protagonizaron la Transición Española obliga a repasar las circunstancias y los hechos que concurrieron en ella. Y los nombres de quienes la hicieron posible. Alberto Oliart Saussol fue uno de los destacados gigantes de aquel tiempo, para el que tenemos la obligación de actualizar sus secuencias y alcances en favor de la sociedad en la que nos encuadramos. Aquel conjunto humano, en gran parte funcionarios del Estado, tuvo el acierto, con el tacto medido, progresivo e irreversible, de desmontar un modelo personalista, férreo, por corporativista, “atado y bien atado”, para cuajar un sistema democrático y constitucionalista que es en el hemos avanzado en los últimos cuarenta y cinco años. Visto desde esa evidencia es justo reconocer el gran valor instrumental, para el empeño, que tuvo la U.C.D. esa formación política, en la que se integró Alberto Oliart, para cumplir, con creces, un compromiso político tan trascendental.

Expresado mi muy sentido juicio de valor, sobre aquel providencial partido político,  quiero igualmente destacar la figura de Alberto Oliart como un activo irrepetible, en el complejo universo/amalgama de aquel conjunto apresurado, de la funcionalidad instrumental que requerían los cambios obligados para instaurar una democracia parlamentaria, al tiempo de hacer avanzar una sociedad con hambre de progreso. Y ahí estuvo Alberto, con su talante tan cercano a la socialdemocracia, desde el liberalismo progresista que el mismo había sentido y vivido, con su fuerte bagaje cultural, en aquella sociedad barcelonesa de los cincuenta, junto a sus amigos intelectuales de la talla de Carlos Barral, Gil de Biedma, Goytisolo….

Su relación con Extremadura/Mérida fue constante, sin perder nunca el hilo emotivo con sus ancestros, como bien relató en su creación literaria, tan retrospectiva, tan emotiva en los recuerdos, como fue “Contra el olvido” que le supuso el premio Comillas. Y sus retazos poéticos de juventud, publicados en múltiples medios de aquí y que tantas veces refería su entrañable amigo, Fermín Ramos. Para Mérida el paso de Alberto Oliart por el Ministerio de Sanidad supuso el empujón definitivo para la finalización de nuestra Residencia/Hospital, aunque en su apertura, mayo de 1981, era ya ministro de Defensa, donde tuvo que resolver, con gran tacto y “mano izquierda”, la intentona golpista del 23-F. Su finca ganadera de “San Rafael”, en la carretera de Aljucén a La Nava, junto al ferrocarril Cáceres – Mérida es testigo de sus vivencias, tanto como de sus inquietudes por las ganaderías autóctonas extremeñas de las que fue un representante muy activo y destacado durante muchísimos años. 

Sería imposible relatar, puntualmente, las secuencias de una vida tan rica en acontecimientos, tan positiva en  logros para el conjunto social, como de tristezas, en el  personal, también, con pérdidas durísimas de algunos de sus seres más queridos. De su dimensión política, institucional, y también de la empresarial y privada, los medios han publicado, profusamente, crónicas detalladas y puntuales. Para la Historia de Mérida/Extremadura/España queda su trascendental figura que irá tomando, cada vez mas, una dimensión creciente. Sin la menor duda. 

En mis recuerdos sobre la amistad personal mantenida con Alberto Oliart Saussol, me gustaría señalar alguna que otra anécdota que dan peso de afectividad cercana a su figura, a su comportamiento humano, que siempre me resultarán inolvidables: ocurrió que al día de ser nombrado alcalde de Mérida por el Pleno Municipal – Octubre de 1981 - , tras la dimisión primer alcalde electo, Martin López Heras, me encuentro con que no hay tesorería para pagar la nómina del mes, ni logro apoyo en el sistema bancario local. Agobiado, llamo al emeritense, ministro de Defensa y amigo, y le cuento mi problema. Me lo solucionó, concentrando el operativo económico municipal en el Hispano-Americano, del que el había sido consejero/director general. Gracias a sus oficios, pudimos pagar a los funcionarios y empleados, aquel mes y los siguientes. La otra anécdota es que recién tomada posesión su sucesor, como ministro de Defensa, Narcís Serra, vino a su finca de San Rafael, a titulo personal, privado.  Tuvo el detalle de invitarme, en un día excepcional, iniciado 1983, incipiente el nuevo Gobierno socialista, entre encinas y afectos compartidos. 

La otra anécdota, que no me resisto a silenciar, fue que cuando le compramos a su madre, Doña Matilde Saussol, la casa junto al Ayuntamiento, conocida por ese apellido, y que conformaron la gran ampliación de los servicios administrativos municipales hacia la calle Juan Pablo Forner, me llamó muy ilusionado para expresar su enorme satisfacción por esa adquisición añadiendo que ese era el deseo de su padre porque “quería que fuera para el Ayuntamiento, no para que la disfrutara ningún nuevo rico”.  Aproveché para contestarle, muy cariñosamente y complacido: “Eso mismo, Alberto, es lo que me dijo tu madre”. En varias ocasiones, después, vino, encantado, a ver las obras, sobre lo que fue una importante parte de sus correrías y vivencias de infancia y juventud. 

Alberto Oliart está en la Historia. Será una figura muy notable para los cronistas y los  historiadores. Para nosotros, sus conciudadanos y amigos, un hombre cercano, inteligente, bien intencionado, afectuoso, y sonriente, que siempre permanecerá en nuestros corazones y en nuestra memoria.

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