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La teta que me sobra

Varias personas forman un lazo rosa desplegando paraguas de ese color con motivo del Día Mundial contra el Cáncer de Mama. EFE/Raúl Sanchidrián/Archivo

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El 19 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, la segunda causa de muerte en mujeres, después de los infartos. Y, sin embargo, yo quiero hablar del post cáncer, porque aunque es indudable que salvar la vida es lo primero y más importante, vivir con las secuelas del cáncer, sobre todo en los primeros momentos, es algo que no se suele comentar.

Antes de tener cáncer había leído algo sobre la soledad que se experimenta después de la sanación y, cuando me dieron el diagnóstico, un amigo me dijo: “cuando te sanes es cuando más vas a necesitar un grupo de apoyo.” Y al menos en mi caso, tenía mucha razón.

A mi me diagnosticaron un cáncer de mama triple negativo en fase III, en septiembre de 2018. Y después de un intenso proceso de quimioterapia, logré llegar a la fase de la operación en marzo de 2019. Me realizaron una mastectomía radical con alcance axilar y me advirtieron que, a partir de ese momento, viviría con dolor. “No importa. Es mejor el dolor que la muerte”, expresé en voz alta, y asumí con alegría esa parte del proceso para la supervivencia. Les pedí, incluso con argumentos de ahorro económico, que me quitaran los dos pechos de una sola vez, porque tengo una talla grande -una 105D es la última talla que me he comprado. Me dijeron que no podía ser, que luego me iba a arrepentir y que querría tener dos pechos otra vez. Me pidieron que confiara en su experiencia, y así lo hice. Hace de aquello dos años y medio.

Me dijeron también que el proceso sería de un año y yo comencé a nombrar ese tiempo como “el año del cáncer”, lo malo es que ya van tres. No son tres años en los que tengo cáncer, son tres años en los que sigo viviendo dentro del proceso de sanación sin poder cerrar el ciclo. Este pasado septiembre he telefoneado a la lista de espera de cirugía plástica para saber cómo avanza, y me han dicho que aún me quedan dos años más, al menos, hasta poder operarme y recuperar la ansiada simetría.

En mi primera visita al cirujano de mama me hablaron de la vida con dolor a causa del dolor en la cicatriz y del dolor en el brazo, pero nadie me habló del dolor en las cervicales y en las dorsales. Aunque lo peor es que me nieguen que ese dolor sea debido a la asimetría corporal, y suelen achacarlo a que paso demasiadas horas en el ordenador. Me enoja.

Sí, debo reconocer que me enoja, porque ahora no paso ni la mitad del tiempo que pasaba antes del cáncer y, sin embargo, cuando tenía dos pechos, no me dolía la espalda. Es ahora que solo tengo uno, pese al yoga, a los diez mil pasos diarios, la natación y el cojín ergonómico, cuando la espalda dice en todo momento “Me sientes, luego existo”.

Debo confesar que cuando me dijeron que me faltaban dos años más para la operación, me vine abajo. Uno de esos estados de llanto incontenible en plena calle, caminando sin rumbo como en la literatura de vanguardia. Fue uno de esos momentos en los que odias de verdad ser pobre, que no son muy habituales en mi.

No soy pobre de no poder pagar las facturas cotidianas, sino pobre de no tener dinero ahorrado para imprevistos. En mi caso necesitaría, por lo que he podido averiguar en internet (https://scielo.isciii.es/pdf/cpil/v41n4/original6.pdf ) unos quince mil euros para poder operarme en el sistema privado de salud y hacerle el quite a la lista de espera de la Seguridad Social. Librarme de una vez de la teta que me sobra.

Me gustaría poder decirle a alguien, a alguien con poder, que yo tenía razón. Qué soy mucho más que mis pechos. Que quiero dejar de vestirme de cáncer, y que eso sería mucho más fácil, si me hubieran escuchado como a la persona adulta que soy, y me hubieran advertido de todo, también de la lista de espera.

Pero estamos en la semana de la prevención del cáncer de mama, y no quiero dejar de hacer las recomendaciones que pueden salvar vidas, porque lo que más me gustaría es que ustedes no lo sufrieran nunca. Las recomendaciones son fáciles y yo diría que contribuyen a la felicidad, por ejemplo:

 

●    Limita el consumo de alcohol, o evítalo totalmente.

●    Una dieta vegetariana o vegana. Comer frutas y verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos y tomar aceite de oliva.

●    Realizar actividad física. Al menos dos horas y media semanales de actividad aeróbica moderada.

●    Mantener un peso saludable. Una dieta basada en plantas y una actividad física regular te va a ayudar en esto.

●    Si te has planteado la maternidad biológica, la lactancia prolongada ayuda en la prevención del cáncer de mama.

●    Limita la terapia hormonal posmenopáusica. Es posible que puedas controlar los síntomas con terapias y medicamentos no hormonales.

●    Observa tus pechos, si notas un bulto o cambios en la piel, corre al centro de salud.

Sin embargo, aunque lo hagas todo, debo decirte que no es seguro al cien por cien que puedas evitarlo. Lo sé porque yo lo hacía y aún así he tenido un cáncer de mama, y puede que repita. 

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