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El heredero del “cacique bueno”

Baltar Blanco (con gafas) es abrazado por su padre tras acceder a la presidencia de la Diputación en 2012

David Lombao

No es posible definir a José Manuel Baltar (Ourense, 1967) sin aludir a su padre, José Luis Baltar. El autodenominado “cacique bueno” fue amo y señor de Ourense durante las más de dos décadas que presidió la Diputación, institución que le legó a su hijo en enero de 2012, dos años después de cederle el control del partido en la provincia. La debacle general del PP gallego en las elecciones del 24M, con el peor resultado municipal en Galicia desde que existe el partido, provocó que el tradicional dominio popular en Ourense reforzase internamente al líder provincial, que ahora se erige en modelo de gestión “transparente” y “vanguardista” mientras en los tribunales se mantiene la sombra de la duda sobre la gestión de su padre y, colateralmente, sobre la suya.

Pese a no haber llegado a los 50 años de edad, Baltar Blanco acumula más de dos décadas de cargos públicos y partidarios. Un año después de terminar la carrera de Derecho, en 1992, ya ejercía como asesor de la Consellería de Agricultura de la Xunta, en la que nada más entrar en la treintena ya ejercía como delegado provincial en Ourense. Eran los años en los que 'O neno' [el niño], como es conocido entre partidarios y detractores por ser hijo de quien es, celebraba las victorias del Real Madrid llegando a las instalaciones ourensanas de la Xunta luciendo la bufanda del equipo madridista y repartiendo pasteles de merengue.

Mientras se definía como apasionado de la política Baltar Blanco dio el salto a la escena autonómica como diputado en la última legislatura de Manuel Fraga. Entonces el PP de la boina, el que se había revestido de un pátina galeguista mientras garantizaba graneros de votos como el ourensano, era el inspirador de las romerías-mitin en las que altos cargos de Génova, caso de José María Aznar o Mariano Rajoy, se sentían poco menos que extraterrestres mientras Baltar padre tocaba el trombón y Baltar hijo, el bombo. La charanga tocaba grandes éxitos como “si no eres del PP, jódete, jódete, si no eres del PP te vuelves a joder”, nada que ver con los gustos musicales de Baltar Blanco, devoto de The Beatles y poseedor de unos calcetines que fueron utilizados por John Lennon.

En los estertores del fraguismo los Baltar fueron protagonistas de uno de los escasos desafíos a la autoridad de Fraga. A finales del verano de 2004 el Gobierno gallego todavía digería las consecuencias de las crisis del Prestige y de las vacas locas y la dirección estatal del partido intentaba recolocarse, con Rajoy al frente, tras la abrupta salida de La Moncloa. En este contexto el baltarismo vio amenazado su dominio por el aterrizaje de figuras fuertemente ligadas a la dirección madrileña como Alberto Núñez Feijóo, y decidió forzar la máquina: cinco diputados del PP de Ourense, entre ellos Baltar hijo, se encerraron en un piso de Santiago amenazando con dejar a Fraga sin mayoría absoluta. Mientras, Baltar padre negociaba con Fraga con la amenaza de escisión sobre la mesa, lo que implicaría volver al escenario de los años 80, cuando AP tenía que negociar con Centristas de Galicia, partido de José Luis Baltar.

Entre amagos de romper la baraja y aplastantes victorias electorales, el trombón y el bombo de los Baltar siguió el compás hasta que en 2009 Feijóo llegó a la Presidencia de la Xunta. A finales de ese año Baltar padre anunció que su retirada estaba próxima y que comenzaría en el congreso provincial de enero de 2010. Baltar hijo, por su parte, confirmó su disposición a suceder al patriarca y, mientras, el círculo más próximo al presidente de la Xunta trazó una estrategia para desbancar al clan ourensano, alimentando una candidatura alternativa que acabo sufriendo una sonora derrota, la única en clave interna que hasta el momento ha sufrido Feijóo. En 2014, ya con O Neno al frente del partido y la Diputación, un juzgado de Ourense condenaba al jubilado Baltar a nueve años de inhabilitación por haber enchufado en la Diputación días antes del congreso que eligió a su hijo a un centenar de personas que, casualmente, tenían derecho a voto en el cónclave de partido.

Desde que ocupa las presidencias que antes fueron de su padre José Manuel Baltar hace gala de su formación académica y habilidad política para controlar resortes caciquiles mientras apela a la democratización de las diputaciones por la vía de la elección directa, o para fichar candidatos municipales en otros partidos dando, simultaneamente, conferencias sobre transparencia y buenas prácticas. El líder del baltarismo 2.0 se declara tranquilo por las acusaciones del exgerente del partido, Emilio Pascual, contra quien se ha querellado por afirmar en sede judicial que el PP ourensano ha manejado dinero negro durante décadas y rechaza que en su diputación se haya practicado el caciquismo de modo generalizado. Si acaso, matizó en una entrevista con ABC, durante años falló la “política de comunicación”.

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