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CRÓNICA

Ana Pontón vende la ilusión que la izquierda había olvidado en Galicia

Ana Pontón en el mitin de cierre de campaña del BNG en Santiago.

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Rajoy dijo muy serio en Lugo que Ana Pontón se presenta en la campaña “como si fuera Teresa de Calcuta”. Por ese lado, no debería haber sido un problema para el Partido Popular. La televisión autonómica TVG –más fiel al PP que el Granma al PC cubano– se hubiera ocupado de informar de las sospechosas conexiones de la monja albanesa con una organización terrorista inexistente. Lo malo para la derecha es que la candidata del BNG ha alcanzado ese punto al que todo político aspira sin que nunca esté claro cómo conseguirlo: se encuentra en el lugar adecuado y en el momento preciso.

No es suerte del principiante. Pontón es diputada del Parlamento gallego desde 2004. Esta es la tercera vez que se presenta como cabeza de lista del Bloque Nacionalista Galego. En la primera, en 2016, casi le tocaba pulir la lápida del enterramiento del BNG, ahogado por las nuevas mareas de la izquierda que no tardaron mucho tiempo en secarse. Lo salvó o quizá el BNG representaba algo que no podía desaparecer de Galicia. Ocho años después, esta lucense de 46 años puede ser la futura presidenta de la Xunta si la participación es tan alta como apuntan algunas encuestas.

Habrá sido por los errores de otros, por el progresivo hundimiento del PSOE, por un Gobierno del PP que ofrece que nada cambie en Galicia o porque ella es la única dirigente del BNG que desborda los límites de la formación. Lo que es seguro es que la candidata cuenta con una opción real de sumar una mayoría con la que pueda gobernar. 

Ana Pontón cerró la campaña en Santiago vendiendo sobre todo ilusión. Nada de hacer un largo listado de su programa o de todo lo que ha hecho en los últimos cuatro años. Se trataba de confirmar esa idea que ha flotado en el ambiente en las últimas semanas. “Este país ya cambió. Este país se va a levantar para hacer historia. El cambio es imparable”, dijo en el comienzo de su discurso. 

Ninguna encuesta da por hecha su victoria. Son las caras y los comentarios en voz baja de los dirigentes del PP los que dicen otra cosa. O las encuestas de los últimos días, no difundidas por prohibición legal, que predicen un porcentaje de participación muy superior al que hubo en todos los comicios que ganó Alberto Núñez Feijóo. ¿Será eso suficiente para el cambio? Nadie está en condiciones de asegurarlo antes del comienzo del escrutinio.

Pontón no quiso dar las elecciones por ganadas. Pero se subió al escenario en el Pabellón Multiusos de Santiago haciendo la V de la victoria ante todas los cámaras. Girándose para que todos pudieran captar su imagen anunciando la victoria. Lenguaje no verbal que dice que ya ha ganado antes de que toque votar, aunque luego haya que votar.

Desdeñar el poder de la maquinaria electoral del PP gallego es el típico error que nadie debería cometer en política. Este viernes, se supo que la Xunta ha enviado decenas de miles de mensajes SMS al personal de la sanidad pública para comunicar una subida salarial. No podían esperar al lunes. Había que dar al botón de 'enviar' en el momento justo, en el último día de campaña.

Obviamente, Pontón se refirió en el mitin a la manipulación de la realidad en la TVG. Sin embargo, no obvió que la forma más rápida de ganar es convencer al rival de que solo le toca perder, y de esto ha habido mucho en Galicia. “Intentaron desanimar a los que quieren cambio con esa idea que dice que da igual que vayas a votar, porque aquí siempre ganan los de siempre”. En parte, esta campaña ha contribuido a desterrar esa premisa.

Pontón hizo una apuesta por la inclusión de la gente que piense en votar por primera vez al BNG. Es decir, no tienen que sentirse independentistas. “Da igual lo que votaron en otras ocasiones. Hay muchas maneras de sentirse gallego o gallega. Pero todas son necesarias para el cambio”, dijo. De esa manera se dirigía a los votantes socialistas que ven en ella lo que no ven en su partido: la posibilidad de ganar al PP. Pontón no les muestra la vieja imagen del BNG, con independencia de lo que piensen que representa esa imagen. Busca ofrecer algo nuevo. Una izquierda que habla de nación gallega, pero que a la hora de gobernar tiene una lista de prioridades más extensa y más urgente.

En varios momentos del mitin, los asistentes corearon el nombre del BNG. Pontón no se unía a las voces. Las encuestas nunca le habrían puesto tan arriba si hubiera dado a entender que sólo será la presidenta de la izquierda independentista. 

El PP convocó el mitin de Alfonso Rueda y los otros cabezas de lista hace unos días en el mismo edificio. Lo hizo en el gran hall de entrada, donde puedes meter a algo más de mil personas. El BNG se vino arriba y colocó un escenario circular en la cancha donde juega el Obradoiro, aunque con las partes superiores del graderío tapadas. Pero luego abrió algunas de esas zonas por la gran afluencia de gente. El animador del acto dijo que estaban allí 3.000 personas. A la salida, una señora comentaba que le parecía que había 4.000. Ya se sabe, la militancia lo quiere todo.

Para remachar esa mirada de optimismo que francamente nunca ha estado muy presente en la izquierda gallega, el BNG difundió hace unos días uno de esos vídeos emotivos con los que algunos partidos intentan convencer a sus votantes de que es hora de quitarse la cara de perdedor. Es un recurso bastante habitual y no es infalible. A veces es preludio de una derrota aun mayor que las anteriores. 

Pero el vídeo respira un optimismo que parece haber calado en la izquierda a la misma velocidad con que al PP se le quedaba el rictus raro de Feijóo después de un off the record. No teme recurrir a los símbolos ante los que la izquierda radical se podía poner estupenda hace muchos años. Ahí sale Iago Aspas –“un rapaz de Moaña”– salvando la vida al Celta “cuando todo estaba perdido” y el Dépor ganando títulos. Y una cineasta gallega recibiendo la Concha de Oro de San Sebastián. 

Menos orgullo revolucionario y más orgullo de nación, de comunidad, pero de la nación que también va al fútbol y al cine, de la gente que necesita la sanidad y la educación públicas. Con lo primero, quedas genial en los discursos ante los que piensan como tú. Con lo segundo, ganas elecciones. Pontón quiere hacer lo segundo.

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