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Dorothé Schubarth, la profesora suiza que retrató una Galicia que se extinguía a partir de su música popular

Dorothé Schubart durante una recogida de cantigas y coplas en Galicia

Daniel Salgado

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Son diez tomos y 2.940 páginas, 210 casetes de grabaciones de campo recopiladas entre 1978 y 1983, 1.802 melodías transcritas, 599 informantes. El retrato de un país a partir de su música popular. Si el adjetivo monumental tiene todavía algún sentido es para definir obras como el Cancioneiro Popular Galego, impulsado por la musicóloga suiza Dorothé Schubarth, muerta el 6 de septiembre en Basilea. No solo se trata de música. O es que la música no es solo música. “Es una fuente para entender cómo se vivía”, declaraba en el documental Dorothé na vila, de 2020, “cantigas y coplas son un espejo de la vida”. “Agora que veu o vrau / alegría prós señores / andan de marco en marco / mirando prós segadores”, dice un cuarteto recogido en A Pastoriza (Lugo).

Schubarth había llegado a Galicia en 1978, como 20 años antes y con propósitos cercanos -aunque no tan sistemáticos- lo había hecho el estadounidense Alan Lomax. Interesada por las músicas populares europeas, buscaba sus afinidades. “Al tratarse de un finisterre, le parecía que en Galicia podía haber músicas arcaicas”, asegura a elDiario.es Antón Santamarina, preguntado por las razones de la suiza para recalar en el noroeste peninsular. Él las conoce de primera mano. Fue el filólogo con el que contactó Schubarth para que le ayudase a interpretar los textos que iba recolectando. Y el que, asombrado ante su preparación científica, la animó a embarcarse en el Cancioneiro. Una beca de la Fundación Barrié -20.000 pesetas mensuales de la época, lo justo para sobrevivir- la sostuvo durante los seis años que duró el trabajo.

La Galicia de la época estaba en transición. No solo política, también social, cultural, económica. “La sociedad agraria desparecía”, explica Santamaría en la película mencionada, “y muchos elementos de la cultura material tradicional pasaron a ser arqueología”. En 15 años, más o menos, sería historia. Su rastro, sin embargo, respira en las músicas populares que Schubarth pasó al papel. “A miña fouciña corta / por iste panciño raro / que para ganar a vida / cómpre ter moito coidado”, cantaban contra Lobeira, en Bande (Ourense). El Cancioneiro está estructurado en siete volúmenes, tres de ellos dobles, que abarcan oficios y labores, fiestas anuales, romances tradicionales, romances nuevos, cantos narrativos, sucesos y coplas locales, cantos dialogados, coplas diversas y cantos enumerativos y estróficos, y otro de tablas sinópticas. “Es la Biblia de los cancioneros gallegos”, no duda Santamaría.

Un método propio de notación

La investigación fue épica. Por un lado, el registro fonográfico de voces y ritmo. Por otro su trascripción y clasificación. “Inventó un método propio de notación para trasladar a la escritura nuestra música”, se asombra Olaia Tubío, codirectora, junto a Alejandro Gándara, de Dorothé na vila, “procedía de la escuela centroeuropea de musicología. En aquel momento, en Galicia, no había quien trabajase así”. El documental de Tubío y Gándara, triste y hermoso, es el relato de una persecución, la de Schubarth y su paso por la Galicia de los 70, un lugar que ya no existe. Localiza a algunas de las 599 informantes originales, que en su mayoría eran mujeres, y ante la cámara recuperan una memoria personal que es a la vez una memoria común.

“Dorothé no quería ser nunca el centro. Cuando murió, yo no quería publicar nada sobre ella”, dice Tubío, “no le hubiese gustado convertirse en una figura, en un referente de, en una pionera”. Schubarth insistía en que el Cancioneiro Popular Galego era del pueblo gallego. El respecto que mostraba por las informantes era casi sagrado. Ella se había limitado a transmitir un saber colectivo hacia el futuro. Este carácter “un poco esquivo”, como lo denomina Santamarina, trasluce en la película, que hace de la posibilidad de un encuentro de los cineastas con ella uno de sus ejes. Habían pasado 40 años de su primer viaje a Galicia. “De alguna manera, no comprendía el mundo en que vivía. Pero esa reticencia, esa humildad, se combinaba con su generosidad. Siempre quería ayudar”, añade Tubío, “siempre supo que su trabajo debía ser de acceso libre para todo el mundo. Tenía muy claro su sentido”. Los materiales (grabaciones sonoras, fotografías, transcripciones de textos y partituras) se encuentran depositados en el Museo do Pobo Galego de Santiago de Compostela y son, efectivamente, de libre acceso.

“La base fundacional de la música tradicional gallega”

A la cantante Uxía, en activo desde los años 80, le gusta escuchar los audios reunidos por Schubarth. No solo porque los considera, junto a su trabajo de transcripción, “la base fundacional de la música tradicional, una especie de Biblia”, sino por la información suplementaria que contienen: “Muchas veces se oye el ruido doméstico por detrás, las voces, la cocina. Son casi un estudio sociológico”. Olalla Tubío explica que, al contrario que otros etnomusicólogos como Alan Lomax, Schubarth registraba todo, “no hay inicio ni final”. Así, lo que rodeaba la música no se ha perdido. “Muchas de estas melodías tenían una función en la vida cotidiana en trabajos colectivos, en fiestas y celebraciones, en el ocio”, escribía Santamarina en el elogio de la suiza que leyó en un reciente homenaje.

Uxía habla de la “auténtica joya” que es el Cancioneiro y de su difícilmente medible influencia. Menciona, por ejemplo, a Milladoiro, una de las formaciones basilares del folk gallego desde finales de los 70. “Bebieron mucho del trabajo de Schubarth y Santamarina, con su particular interpretación, claro”, dice, “y este es un corpus inmenso, como el de [Michel] Giacometti en Portugal, o el de Alan Lomax, que también nos visitó en los años 50”. Ese hilo continúa cosiendo experiencias. Nuevas promociones reactivan el folclore y lo actualizan. “Cuando yo empezaba era distinto. Todo era más afectado. Ahora es más natural”, considera Uxía, “eso también se lo debemos a Dorothé”. Ella pudo agradecérselo en persona, cuando le cantó un alalá -“un canto de ritmo libre, telúrico”- durante uno de los últimos tributos en vida a Schubarth.

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