“La participación es el factor central de innovación política en este momento”
La participación es uno de los conceptos más enunciados por muchas de las candidaturas que concurrieron a las elecciones del 24M. Al amparo de las demandas de democracia real y de otros conceptos necesariamente ligados, como la transparencia o la deliberación, en los programas presentados a los recientes comicios municipales surgió como prioridad la constitución de consejos sociales locales, de foros cívicos, la aprobación de reglamentos de participación ciudadana, la convocatoria de consultas, la realización de plenos abiertos o la promesa de la elaboración de presupuestos participativos.
La cuestión ahora es si esas promesas van a convertirse en realidades, y -sobre todo- si los instrumentos y mecanismos de participación recogidos en la normativa van a tener una aplicación real. “No me interesa tanto la participación como fetiche como la cultura política que la participación exige”, destaca Xaime Subiela, analista político y consultor público en temas relacionados con la participación ciudadana. De hecho, el reglamento de participación ciudadana de Ferrol (aprobado inicialmente en 1986 y reformado en 1998), que funciona como modelo para muchas normativas semejantes aprobadas en Galicia en los últimos años, apenas fue aplicado en la legislatura 2007-2011, bloqueando el gobierno popular de José Manuel Rey Varela muchas de sus disposiciones en los últimos años. Una buena muestra de que más que la herramienta importa su uso.
“El papel lo aguanta todo” -dice Subiela- “Hay muchas cosas que suenan bien y que parece que tienen que estar en el discurso y en los programas, pero no tengo claro que mucha gente sea consciente de qué significa esta historia”. “La participación tiene varias dimensiones. Una se refiere a tener estructuras y órganos de participación. Pero a mí me interesa más lo que tiene que ver con el estilo de gobierno, con la manera de comprender la acción pública”, añade.
“Hay que tener cuidado con identificar la existencia de determinados órganos o estructuras con que exista participación” -explica- “Que tú tengas tres consejos de participación y algo a lo que le llamas presupuesto participativo puede ser incluso un elemento de desnaturalización de la propia participación. Hay lugares en los que esos órganos están bloqueando la participación, porque acaban siendo espacios burocratizados y que no actúan y, además, son elementos que queman la participación real”. “A la inversa” -concluye- “puede haber lugares en los que la participación es extraordinariamente informal y no existen esos fetiches, pero donde sí hay dinámicas enormemente implicativas de la sociedad”.
Para Xaime Subiela, “la participación es el factor central de innovación política en este momento. Los movimientos que pueden permitir que determinadas cosas aparezcan como nuevas tienen que ver fundamentalmente con la implicación de la ciudadanía”. “Hay un elemento de regeneración democrática muy claro hoy por hoy: todo lo que tiene que ver con la transparencia, con los códigos éticos, con un gobierno limpio, que no roben, etc., todo eso es muy importante y se pone en primero plano, porque tenemos un referente negativo atroz, que es la corrupción. En este momento, por lo tanto, la lógica de la transparencia es central” -comenta- “Pero todo eso tiene un recorrido corto: sabemos qué es lo que no queremos, y queremos algo distinto, pero creo que el factor que puede proponer algo alternativo a lo que existe es fundamentalmente la participación, comprender que la acción pública tiene que contar con los ciudadanos. La participación es lo que más nos puede permitir establecer una propuesta innovadora que valide este proceso, lo que nos permite hacer algo distinto que atraviese otras formas de hacer”.
La participación como proyecto compartido
Subiela subraya que “la participación tiene una dimensión de diálogo y de deliberación: hablamos en común y decidimos en común. No es sólo que la gente opina, sino que la gente decide. Hay que ser capaces de construir un proyecto compartido en esa decisión”. Y relega a un segundo plano la celebración o no de consultas o referéndum, menos importantes -defiende- que el conjunto del proceso deliberativo: “Es importante que la gente pueda decidir sobre determinadas cosas, por ejemplo a través de un referéndum, pero creo que lo central de la participación es ese construir en común. Y eso quiere decir generar consensos sobre determinados cosas sin que eso implique necesariamente la lógica de la votación. Hay una especie de fascinación por la democracia directa, que entiende que todo es votable. Pero más importante que eso es entender la sociedad como un proyecto compartido que hay que hacer en común. Y ahí la clave es el diálogo y llegar a acuerdos estratégicos”.
El analista defiende las ventajas de la participación más allá de su mayor carácter democrático o justo, y señala que la participación facilita la labor de gobierno, ayudando a tomar mejores decisiones y con una más eficaz aplicación: “La participación no opera sólo en el plano de la legitimación de las políticas públicas. Tiene que ver con que el diálogo permite que las decisiones sean mejores decisiones, permite acertar más, que las decisiones sean más afinadas”.
Para Subiela la participación implica “trasladar una cultura política profunda a la acción”. A través de la participación “la ciudadanía es protagonista, no es el objeto sobre lo que se actúa, sino que es el elemento que participa en la conformación de lo que se debe hacer, en su desarrollo y en su evaluación”. “No sólo debe haber debate y participación previamente a la acción, sino también a lo largo de su desarrollo”, comenta. “Si en algo tan básico como la realización de una pequeña obra en un barrio tú implicas a los vecinos y vecinas, no sólo aprovechas su conocimiento y los haces partícipes de una decisión, al ser ellos los que priorizan esa acción sobre otras, sino que ellos también se comprometen en su desarrollo y cuidado, se hacen corresponsables de su éxito”, pone como ejemplo.
“La participación amplía las capacidades” -dice Subiela- “Si tú eres capaz de dialogar con la sociedad para llevar a cabo una serie de actuaciones, eso permite que ampliemos lo que podemos hacer, que ensanchemos la capacidad del público”. “Lo público no es sólo el espacio propiedad o competencia del Ayuntamiento o del Estado, pueden ser también todos los espacios de las asociaciones, los espacios comunes. Si se establece una cooperación instituciones-sociedad, eso ensancha lo que podemos hacer. Y eso tiene un punto mágico, permite hacer otras cosas. Es un campo por explorar”, propone.
De igual manera Subiela defiende el papel de los trabajadores y trabajadoras encargados de aplicar las decisiones adoptadas por una institución, un colectivo -dice- cuya voz y cuya experiencia deben ser tenidas muy en cuenta: “Es muy relevante también el papel que cumplen los trabajadores y trabajadoras que van a aplicar esas políticas. Esta vertiente profesional es muy relevante”.
Las metodologías, importantes
La participación puede beneficiarse de la existencia y popularización de herramientas digitales, que hacen más accesible y transparente la información y más sencillo el diálogo y la comunicación en varias direcciones. “Hay que asociar estas nuevas formas de hacer al mundo digital y a la modernización administrativa. Y haciendo hincapié en esta política 2.0 no sólo en la accesibilidad, sino también en la transparencia, en una dimensión interactiva y constructiva. Es un mundo aún sin explorar, con mucha potencia”, dice Subiela.
Subiela alerta contra el peligro o las tentaciones de los partidos “a contaminar los espacios participativos”. “En los espacios de participación deben primar las lógicas sociales, aunque estén también las alternativas políticas”, subraya. “Si el mundo mareas nos consideramos representantes del conjunto de la ciudadanía, eso puede tener un efecto perverso. Las mareas no deben entender estos espacios participativos como instrumentos para ratificar decisiones adoptadas en otros espacios ciudadanos, sino que deben alentar la participación”, alerta. “Los espacios institucionales de participación deben ir mucho más allá de lo que es la Marea Atlántica, por poner un ejemplo, y deben ser concebidos de forma respetuosa y democrática y no de forma instrumental”, añade.
“Hace falta cultura democrática de hacer. La gente debe ser consciente de que participa en algo común y de que no es utilizada en beneficio de una determinada tendencia”, destaca. Y concluye que “las formas son importantes, y las metodologías también. La idea de que la participación equivale a espontaneismo me parece que es lo más desastroso, porque la gente acaba por quemarse”.
“La innovación pasa por ahí, por la participación, porque eso es lo que permitirá que brote ese concepto gradilocuente que siempre manejamos: la inteligencia colectiva. Y también esas otras cosas a las que apelamos y que muchas veces no sabemos muy bien lo que significan, como el empoderamiento” -concluye- “Todo eso tiene que ver con que la gente vea de forma práctica que hay cosas en las que tiene capacidad de decidir y con que la sociedad tenga iniciativa autónoma. Se trata de resocializar la política y de repolitizar la sociedad”.