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Los perfiles de la desatención de adultos tutelados por la Xunta: enfermos y sin dinero ni información

Una persona consulta gastos que debe afrontar

David Lombao

La Xunta de Galicia tutela a través de la fundación pública Funga, que cuenta con sólo 23 personas en su plantilla, a unas 3.000 personas adultas con perfiles diversos y edades en condiciones. No obstante, profesionales de entidades sociales de diversos puntos de Galicia que las atienden de manera cotidiana explican, al ser consultadas por este diario, que algunas de sus características son comunes.

Escasos recursos económicos, grandes dificultades para acceder a las prestaciones económicas a las que tienen derecho y que la Funga administra en nombre de la Xunta o enfermedades crónicas con atención precaria son algunas de las problemáticas que estas organizaciones deben abordar para, denuncian, suplir las carencias de la Administración. Estos son algunos de sus perfiles, de los que este diario ha retiado nombres y otros elementos identificativos para preservar su intimidad.

Mujer, de entre 20 y 30 años

Padece una deficiencia mental y su tutela fue encomendada a la Funga porque, de ejercerla su familia, esta no sería “efectiva”, explican las fuentes consultadas. La mujer, resaltan las profesionales, padece “grandes carencias de afectividad” y ha pasado por múltiples relaciones sentimentales “tóxicas” con hombres que “se aprovechan sistemáticamente de la prestación económica” que recibe y que formalmente administra la Funga. Su problemática incluye, además, carencias en la higiene. La entidad social que la atiende regularmente advirtió a la fundación pública de todos estos sucesos, pero la Funga “no actuó hasta dos años después”, cuando a estas alertas se habían sumado también las procedentes del vecindario en el que reside la mujer por, entre otros aspectos, fuertes olores procedentes de la vivienda.

Hombre, menor de 30 años

Es una persona huérfana con “graves problemas de alcoholismo”. Tiene concedida una pensión para afrontar gastos como manutención cotidiana o la vivienda. No obstante, las dificultades para establecer contacto regular con la Funga imposibilitan habitualmente que pueda acceder a ese dinero, lo que lo lleva a ejercer la mendicidad en una ciudad gallega.

Mujer, de entre 45 y 50 años

Sufre una enfermedad mental y la entidad social que la supervisa resalta que incurre en habituales “descuidos” en la toma de su medicación. Esta entidad y el departamento de Servicios Sociales del ayuntamiento en el que reside pusieron el caso en conocimiento de la Funga, a la que le reclaman que “administre y paute” el tratamiento farmacológico que, aseguran, permitiría a la mujer desarrollar una vida “normalizada”.

La Funga “evita” sistemáticamente dar respuesta a esta organización no gubernamental y la “imposibilidad” de establecer contacto directo con la fundación provoca que “se cronifique” el deterioro de la mujer también en el ámbito económico a pesar de ser perceptora de la Renta de Inclusión Social que también depende, como la propia Funga, de la Consellería de Política Social.

Home, mayor de 50 años

Sus dolencias y adicciones lo llevaron a ser ingresado en un centro del Servizo Galego de Sáude y una sentencia judicial dictaminó que la Funga se tenía que hacer cargo de su tutela ante la imposibilidad de que la asumiera familiar alguno. Durante unos dos meses el hombre y la entidad social que lo supervisaba intentó, sin éxito, contactar con la fundación pública para que esta tutela se hiciera efectiva. Mientras esta “insistencia” no surtió efecto, la prestación económica de subsistencia que el hombre tenía concedida estuvo paralizada, pero no la cobró, toda vez que su administración le correspondía a la Funga. El propio hombre tuvo que llamar repetidamente a la fundación pública para reclamar saber qué implicaba ser tutelado por ella.

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