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ENTREVISTA | Expresidente y exvicepresidente de la Xunta de Galicia

Touriño y Quintana se reencuentran once años después: “El cambio en Galicia estará ajustado pero es posible”

Anxo Quintana y Emilio Pérez Touriño durante la entrevista con eldiario.es

Gonzalo Cortizo

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No hubo llamadas de teléfono ni mensajes en la década larga que Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana pasaron sin verse tras echar la persiana sobre el gobierno de coalición en el que ambos participaron como presidente y vicepresidente entre los años 2005 y 2009. En todo ese tiempo solo coincidieron una vez, en 2016, durante la lectura de una tesis de doctorado sobre el bipartito.

Quintana es el primero en llegar al lugar propuesto por eldiario.es para el reencuentro. Minutos después, Touriño.

¿Hace mucho que no estaban juntos compartiendo una mesa para conversar?

Emilio Pérez Touriño: La verdad es que sí. La última vez que nos vimos fue con motivo de una tesis de doctorado (2016), una magnífica tesis sobre la prensa y nuestro gobierno de coalición. Coincidimos en ese momento. La verdad es que nuestra relación nace con la política y gira alrededor de la política. En la medida en que la vida política nos lleva por el camino de la retirada, pues ya no tenemos relación directa.

Anxo Quintana: Nace con la política y nace en aquel momento, porque ni siquiera habíamos tenido la oportunidad de coincidir previamente en el ámbito político. Él era diputado en el Parlamento gallego y yo estaba en el Senado. La primera vez que nos vimos casi fue metidos en la piel de candidatos.

Finaliza ese ciclo y no hay contacto, no hay llamadas ni mensajes. ¿Acabó mal la cosa?

E.P.T.: No. En lo personal tenemos una relación afable y cordial. Nos conocimos en plena faena, en la candidatura de las elecciones. Somos de generaciones diferentes, la mía ligada a la generación de mayo del 68, del Estatuto de Autonomía, la lucha por las libertades y la democracia. Anxo es más joven. Luego fue alcalde de Allariz y yo estaba en Madrid. Más tarde yo estaba en el Parlamento y él estaba en el Senado. No coincidimos. Nuestra relación es muy política y muy de un espacio determinado. En mi caso, di un paso atrás y me retiré literalmente de la actividad política. No guardo ninguna relación con la actividad diaria de mi organización.

Tienen ustedes un punto en común. Después de esas elecciones los dos desaparecen de la actividad política diaria. Si no me equivoco son, en este momento, jubilado y empresario.

A.Q.:Sí señor. Posiblemente si tuviéramos una relación personal anterior o forjada durante aquel tiempo tendríamos algún contacto más. También tengo que decir que, con muchos compañeros de partido con los que sí tengo una relación personal, desde que abandoné el ámbito político tengo muchísima menos. O casi no la tengo.

A la llamada de eldiario.es la respuesta de ambos fue aceptar de inmediato el convite a conversar diez años después...

A.Q.: Si fuera una propuesta para un debate político en el que se pudiera pensar que estamos representando fuerzas políticas, yo diría que no. Hablar con Emilio sobre lo que consideréis, no tengo ningún problema.

Sobre lo de la relación personal, hubo más de una persona que me comentó que todo en política es más fácil, y nuestro gobierno sería más fácil si hubiera una relación personal entre Emilio y yo. No lo sé. Siempre es bueno si la relación personal es buena. Nosotros no la teníamos y admiro mucho a la gente que, en las condiciones en que nosotros trabajábamos, tuvo tiempo para forjar una relación personal.

¿Fue difícil ese gobierno bipartito?

E.P.T.: Un gobierno de coalición no es lo mismo que un gobierno de mayoría absoluta. La derecha, de manera siempre oportunista, atacó nuestra coalición desde el primer momento en dos sentidos: puso en entredicho su legalidad y su legitimidad y luego la caracterizó por su inconsistencia. Pero los gobiernos de coalición son gobiernos que responden a la pluralidad de un país, a la pluralidad electoral, y que forman parte de la vida normal de todas las democracias europeas.

En mi recuerdo claro que hubo momentos de discrepancia, momentos de fricción, pero para mí el saldo fue extremadamente positivo. Aprobamos siempre los presupuestos en tiempo y forma sin mayores debates, cosa que ahora parece especialmente complicada para otros gobiernos de coalición. Hicimos un despliegue legislativo realmente significativo, mucho mayor que el PP en los gobiernos anteriores. Creo que siempre fuimos capaces de entendernos.

Un gobierno de coalición requiere de un esfuerzo de diálogo y entendimiento mayor que el normal. Pero tiene también sus ventajas: representa la necesidad de entender la pluralidad de la sociedad, la necesidad de esforzarse en el diálogo y la necesidad de entender lo otro. ¿Se consigue o no? Depende.

A.Q.: Yo siempre he estado convencido de que los gobiernos de coalición son la normalidad de las democracias parlamentarias. Lo raro es que en una democracia parlamentaria haya un solo partido que consiga una representación y un apoyo tan grande como para gobernar en solitario. Eso es lo extraño, la excepción.

Los gobiernos de coalición no obedecen a ninguna disfunción. La democracia parlamentaria entiende que debe dar respuesta a sociedades muy plurales y el gobierno debe representar democráticamente a una mayoría de la sociedad y después gobernar para todos. Cuando el PP lanza estas campañas para que gobierne la lista más votada, lanza manifiestos que no obedecen a ningún principio ni a ningún valor democrático. Obedecen a una coyuntura partidaria del momento y por eso aparecen o desaparecen en función de lo que le interese al partido. Ahora como ya no quedan de primeros, esa historia acabó.

Tienen una capacidad tremenda para asentar esa verdad como si fuera cierta y no una verdad parcial. Después, todos estamos obligados a poner matices a esa 'verdad'. ES que no es cierto. Nuestro Gobierno en cuatro años no perdió una sola votación parlamentaria. El otro día escuché a Feijóo hablar de que su mayor aportación era la estabilidad, porque gracias a su mayoría absoluta habían aprobado los presupuestos en tiempo y forma todos los años. Acaba de decirlo Emilio: nosotros los aprobamos en tiempo y forma todos los años sin ningún tipo de problema.

Eso enlaza con otra cosa, con ese mito de la Galicia conservadora que muchas veces dice el ámbito mediático madrileño. Yo siempre digo que en Madrid debe de gobernar el Partido Comunista Reconstituído de España. Efectivamente, aquí gobierna el PP. Y lleva gobernando ya demasiado tiempo. Pero las elecciones muestran una sociedad mucho más plural, para nada una sociedad absolutamente conservadora.

Su Gobierno fue de un solo intento, después del cual llegó un largo tiempo de la derecha y de Feijóo. ¿Hubo un factor de decepción?

E.P.T.: Como bien decía Anxo, en Galicia, desde la instauración de la democracia, el resultado electoral demuestra que hay dos bloques de electorado equilibrados. El PP siempre osciló entre el 45% y el 50-51% del voto. La otra parte ocupaba el resto del escenario político. Cuando ganamos las elecciones (2005), las ganamos por un diputado de diferencia y 110.000 votos. Cuando perdimos (2009), volvimos a tener más votos que la derecha y perdimos por un diputado. Por lo tanto, ese mito que el Partido Popular construyó, probablemente con errores por parte de la izquierda en el combate por el relato, trata de tirar por el vertedero todo lo que significó aquel gobierno. Y aquel gobierno hizo transformaciones en el país muy importantes.

Galicia tiene hoy un muy serio problema de creación de empleo. Cuando gobernábamos, tuvimos el 6,7% de paro, el récord histórico de paro más bajo de la historia. Por primera vez crecimos por encima de España. Convergíamos con España y con Europa. Hicimos un trabajo muy profundo en las políticas de bienestar social, de vivienda, de educación, de sanidad. Lo que pasa es que al perder el gobierno, el PP lanza su relato con una contribución muy importante del mundo comunicacional. Hasta cierto punto, la izquierda no fue capaz de contrarrestarlo.

De aquel gobierno se criticó que eran dos gobiernos y que ustedes se llevaban personalmente regular. ¿Ese fue el mayor error, aparecer ante la opinión pública como dos gobiernos?

A.Q.: Que las cosas se visualicen de una manera tiene un primer responsable, el encargado de pintar el cuadro. Y nosotros, desde luego, el cuadro no lo pintamos. En todo caso no fuimos capaces de explicar que no era exactamente así.

¿Hubo dos gobiernos? En absoluto. Lo que hubo fueron dos partidos y un Gobierno que sí, tengo que reconocer que competían por intentar hacerlo mejor, con una capacidad legislativa que nunca antes se había tenido y comparada con lo que vino después, a años luz y con una capacidad de gestión muy alta. Francamente, no admite comparación posible con lo que vino después en ningún ámbito.

¿Coincide el señor Touriño en que había competencia interna entre los partidos del Gobierno por hacerlo mejor?

E.P.T.: Yo creo que había elementos que sustentaban el núcleo de la acción del Gobierno, el pacto programático que firmamos con carácter previo a la investidura y que todos los ciudadanos de Galicia conocían.

Pero luego está el día a día...

E.P.T.: En las pruebas fundamentales, como los presupuestos, o en pruebas mucho más difíciles como la reforma del Estatuto de Autonomía de Galicia, donde Feijóo entendía que BNG y el PSdeG íbamos a pelear, fuimos capaces de no hacerlo. Y presentamos conjuntamente unas bases para la reforma del Estatuto firmadas por Anxo Quintana y por mí.

En el fundamental no hubo elementos de confrontación. Por hacer una reflexión autocrítica, yo creo que nos faltó en aquel documento explicitar mecanismos concretos de seguimiento del Gobierno y de resolución de los temas de discrepancia. Sería bueno que hubiéramos previsto un mecanismo de resolución que no necesitara de una permanente presencia del propio vicepresidente y de mí mismo.

Por no decir que todo fue maravilloso, creo que hay que evitar algo en lo que en algún momento caímos: la tentación que puede haber en un gobierno de coalición de utilizar el gobierno como una plataforma para mostrar la tarjeta de cada partido.

Cada cuatro años hay elecciones, parece inevitable. ¿Que consejo darían a un Gobierno de coalición para que no pase esto?

E.P.T.: Estoy convencido de que el premio electoral depende de cómo los ciudadanos ven la capacidad del Gobierno para hacer el trabajo y llevar a cabo el programa. En definitiva, de cómo ven los ciudadanos un Gobierno que tiene dos patas. No porque te diferencies y digas “esto es mío, esto es tuyo”, sino por la propia tarea de gobierno y la capacidad de gestión y diálogo político y de transmisión de las políticas públicas.

Es evidente que cuando llega el momento electoral la tendencia normal es recapitular. Nosotros no hicimos bandera dramática de la tarea de unos y de otros. Pero ocurrió una cosa. En agosto del 2008 alguien tuvo la tentación desde Madrid de decir que en Galicia se iban a adelantar las elecciones. Faltaba prácticamente un año.

Ese alguien tiene nombre y apellidos.

E.P.T.: Sí, pero a estas alturas para mí es lo de menos. Introdujo una confrontación electoral aguda en la sociedad gallega, en los partidos, en la oposición. Entramos en una fase final que fue más complicada que toda la tarea de gobierno, que desarrollamos razonablemente.

Supongo que se refiere al entonces secretario de organización del PSOE, José Blanco.

E.P.T.: Sí, Blanco estimó por su cuenta que había que hacer elecciones. Así lo dijo a determinados medios de comunicación.

¿Eso entró en el Gobierno, hizo daño dentro del Gobierno?

A.Q.: Hizo daño en la medida en que introdujo una tensión que en aquel momento nadie tenía en cabeza. Y a partir de ahí a todos nos entran las dudas de si van a ser, de si no van a ser, ya que esa competencia es una competencia exclusiva del presidente...

¿Ahí es donde nace la desconfianza?

A.Q.: No. Un gobierno de coalición son dos partidos y va a llegar un momento en el que se convoquen elecciones y esos partidos tendrán que competir electoralmente. Lo que desea todo el gobierno, y deseábamos nosotros, era que eso ocurriese con el pistoletazo que da el presidente cuando dice que se acabó la legislatura y ahora toca campaña electoral. Si el pistoletazo te lo da otro y lo da un año antes... Nosotros hablamos y Emilio me comentó que no iba a haber elecciones, que su deseo era agotar aquella legislatura y lo entendí así, así lo transmití y así lo hicimos. Pero, a partir de ahí, fíjate el tiempo que pasó y estamos hablando otra vez del dichoso adelanto electoral. Fue una introducción que no hicimos ni nosotros ni el Partido Socialista, pero que efectivamente marcó la coalición.

En este asunto no me resisto a volver a repetir que no estoy dispuesto a aceptar el cuadro que pintó el PP: que no, que no es cierto, que nos llevamos bien. Trabajamos muy bien conjuntamente y la competencia que pudo haber fue por ver quién hacía más y quien lo hacía mejor, que es lo mejor que puede pasar en un Gobierno. Ni siquiera hubo discusiones que no se hayan podido contar. Cualquiera de las que pudo haber en aquel momento, sobre todo diez años después, se pueden contar.

¿Qué discusiones había? Que las consellerías del BNG querían hacer muchas cosas y hacían falta mucho dinero y entonces venía el conselleiro de Hacienda y decía que no hay dinero. Pues a otro sí que le diste dinero. La típica cosa que pasa en cualquier Gobierno porque alguien tiene que repartir lo que hay y no puede contentar a todo el mundo.

A lo mejor, Emilio, ha cambiado algo en lo que dice el señor Quintana. Incluso los planteamientos públicos de Feijóo sobre el bipartito fueron más duros de los que son en las últimas intervenciones.

E.P.T.: Creo que era pura cuestión estratégica-táctica, como queramos llamarlo.

¿Por si tiene que meter a Vox en el Gobierno?

E.P.T.: El comportamiento de la derecha con nuestro Gobierno fue para darle de comer aparte. Tengo en la memoria, y Anxo seguro que también, cómo empezó la cosa. Fraga, nada más y nada menos, además de contratar gran parte de la Cidade da Cultura en plena campaña, hizo una inversión aprobada en campaña en el medio rural de inversiones para los ayuntamientos de muchos millones de euros. Cuando llegamos al Gobierno vimos que era un disparate. Era pura campaña con fondos públicos a distribuir entre los ayuntamientos del PP. A los pocos días de comenzar a gobernar, Alfredo Suárez Canal, el conselleiro del ramo de Agricultura, plantea que hay que reorientarlo. Las obras que estén empezadas o aprobadas hay que volverlas para atrás, pero a partir de ahí todo lo demás es hacer transparencia, establecer criterios objetivos de necesidades y hacer una distribución de inversión en el rural razonable que no obedezca a criterios de electoralismo. Tengo en la memoria cómo entraron 150 alcaldes del PP en el Parlamento poco menos que llevándose por delante a Dolores Villarino, primera mujer presidenta del Parlamento de Galicia. Así empezó el PP.

A partir de ahí, los incendios. Todos nos acordamos. El presidente se dedica a veranear en la playa mientras Galicia ardía, Feijóo apagando con la manguera... Todos los alcaldes del PP día sí y día no dándonos leña y oponiéndose a todas las medidas del Gobierno. A partir de ahí fue la campaña, por no llegar al momento electoral, que ya son palabras mayores lo que hizo el PP. Por tanto, que ahora por conveniencia u oportunidad, tema en el que no voy a entrar, diga ' bueno, el bipartito aún menos mal'... Pasó todo el tiempo acordándose del bipartito todos los días para ponernos a parir, dicho coloquialmente.

A.Q.: Hay una cuestión muy importante que dice Emilio, que es ese intento de deslegitimación de nuestro Gobierno. Diría más: la deslegitimación que hace el PP de cualquier gobierno que no sea el suyo. Yo llegué a entender en profundidad aquello de lo que hablaba Fraga de la mayoría natural. Pensé que se refería a un concepto electoral: somos más, somos mayoría y, por tanto, es mayoría natural. No: se refería a que lo natural era que gobernasen ellos. Lo otro era un accidente que tenían que soportar momentáneamente. Y nos trataron así: como un accidente desde el primer momento. Y lo malo es que no fueron solo ellos, por desgracia tienen un coro social, mediático, empresarial, dispuesto a repetir lo que dice el PP. Y eso acaba creando una realidad virtual. Después de 10 años tenemos que seguir explicando que nos llevábamos bien y que el bipartito no tuvo más problemas que los que puede tener cualquier gobierno y las tensiones lógicas de tener que coordinar las diferentes áreas. Pero de ahí a ese estado catastrófico que plantean... en ningún caso.

Situémonos en el presente. Si el PP no tuviera mayoría absoluta, un Gobierno alternativo debería ser a tres. ¿Esta circunstancia introduce mayores dificultades? ¿Cómo veis el futuro inmediato?

A.Q.: Complicado. La sensación que tengo... No por las encuestas, que no las estudio y no veo más que los titulares, que siempre manifiestan tendencias y últimamente se equivocan hasta en eso. La gran variante del momento actual con respecto a antes de 2005 es que social y electoralmente el PP perdió esa característica de partido imbatible.

Durante mucho tiempo era: el PP ganar va a ganar, a ver por cuánto. Ahora esto se ponen en entredicho. No porque a mí me lo parezca: porque los resultados así lo dicen, ni siquiera es primera fuerza en algunos casos. Eso es una novedad. Que se hable de la división de la izquierda y del nacionalismo... En Galicia al final después de mucho van a competir en ese ámbito los mismos que compitieron en 2005, con diferentes nombres. Lo que es una novedad es la división de la derecha, porque ahí sí hay diferentes contendientes donde antes solo había uno. Finalmente las cosas van a estar bastante igualadas, pero creo que socialmente existe por un lado un descontento importante con respeto a la gestión del Gobierno de Feijóo, especialmente en la última etapa. En la campaña, Feijóo no podrá presentar ni un proyecto de país de los últimos años. Ni uno. Podría decir: fue mal, no tuve dinero, pero hice esto en la sanidad, o esto en educación... No hay ninguno. Ni siquiera proyectos desde la perspectiva de la derecha.

Noto cierta discrepancia, señor Touriño.

E.P.T.: Discrepancias de fondo no. No vamos a saber hasta el último momento si hay mayoría absoluta o posibilidad de un gobierno alternativo, progresista, de izquierdas, como queramos llamarlo. Quiero decir, coincido con Anxo en que estará ajustado y es posible el cambio.

Dos cosas. Lo decía Anxo, cuando uno mira la realidad del país, la crisis económica y la respuesta a la crisis que dieron desde la derecha, las llamadas políticas de austeridad, dejaron heridas que están muy abiertas. La primera, un auténtico derrumbe demográfico: problemas de desequilibrio territorial, sostenibilidad del estado de bienestar, etcétera. En segundo lugar, un drama como la incapacidad para generar empleo. Seguimos manteniendo niveles de paro extremadamente altos y esto significa precariedad, subempleo. En tercer lugar, la desindustrialización del país. Y, por último, un recorte muy serio de las políticas de inversión productivas y de las políticas de gasto social: educación, sanidad, etcétera. Esto deja un cuadro en el que el país necesita una política pública claramente diferente. Hay una necesidad u oportunidad de lograr ese cambio porque la necesidad objetiva lo demanda. Galicia tiene un reto demográfico, un reto de cambio de modelo productivo para generar empleo de calidad. Necesita apostar por la educación y la innovación. Es necesario un proyecto concreto y de país alternativo al de la derecha, que deja este país como lo deja, más allá de la propaganda.

Segundo: la posición alternativa. Yo haría algún matiz. Creo que es muy importante que en la izquierda no creamos que hacemos todo bien. Galicia necesita una voz potente. Quiero ver en la izquierda ese compromiso con Galicia y que Galicia tenga voz y presencia. Que si uno quiere ser presidente del Gobierno de Galicia solo se puede deber a los gallegos y gallegas. Segundo, tenemos que ser capaces de presentar un proyecto de país, medidas, propuestas, iniciativas. Estas no se construye de un día para otro.

¿Qué significa una voz potente ante la posibilidad de un gobierno con tres fuerzas de izquierda?

E.P.T.: En la oposición y después en el Gobierno. Reclamando, haciendo y construyendo más autonomía para el país, avanzando en el autogobierno, en las competencias que necesitamos, mejorando el financiamiento autonómico, esté en Madrid el Gobierno que esté. Honradamente, tratamos de hacerlo nosotros, con más o con menos éxito, pero siempre nos plantamos y nunca nos doblegamos.

Una última cuestión. Hay ciertas experiencias desde la izquierda, sobre todo de lo que ahora se llama rupturista – que no sé muy bien si es rupturista o no-, que hay que decir. Aunque a lo mejor no es lo que uno debe decir, pero es lo que pienso. Creo que la coalición es una de las formas normales de funcionamiento en democracia, pero una fragmentación excesiva favorece a la derecha. No es verdad que esa fragmentación excesiva recoja aquello que teóricamente es la pluralidad del país. Una cosa es la pluralidad y otra la existencia de tantas fuerzas que no sabes bien que las diferencia. No precisamente propuestas de cambio y de proyecto del país.

Hace dos semanas el escenario eran cinco candidaturas en la izquierda y al final la cosa quedó en tres.

E.P.T.: Es como un acordeón. Cuando llegan las elecciones hay determinadas fuerzas capaces de agruparse. Cuando toca hacer oposición -no digo gobernar-, vuelve a fragmentarse y vuelve a haber lío. Genera un clima de desconfianza en el electorado progresista que, si no entendemos, estamos haciendo un flaco favor a ese posible cambio. Favorecemos los intereses de la derecha. Fragmentación, la justa. Que responde de verdad a proyectos e ideas claramente diferentes. Y hay que generar confianza en el electorado de que es posible entenderse más allá de un acuerdo puntual. Creo que todo esto debe obligar a reflexionar. Tenemos que hacer percibir al electorado progresista, la mayoría social hoy en día, que el cambio es posible porque hay fuerzas capaces de entenderse, de presentar un programa común y un liderazgo común. Yo creo que es posible. Espero que ocurra. Pero tampoco lo debemos obviar.

¿Que exista un gobierno de coalición en el Estado puede ser un factor de impulso?

A.Q.: Que haya un gobierno como el que hay en el Estado es demostrativo de que existe una voluntad social de que no gobierne la derecha. Esto tiene un reflejo en Galicia. Estamos hablando del PP como si fuese la reina de Saba. El PP tiene hoy una presencia en el ámbito estatal menor de la que tuvo nunca en su historia.

Feijóo afronta las elecciones en el peor momento del PP.

A.Q.: Y haciendo oposiciones a que vaya a peor, porque lo que dicen no encaja con lo que la gente piensa. Antes hablábamos de si habrá cambio. Como pitonisos seguramente no vamos a ofrecer grandes novedades, pero sí que hay algo que introducía Emilio importante con respecto a lo que nos jugamos: en los próximos tiempos caminamos inexorablemente para bien hacia un Estado asimétrico, que no desigual. Parece evidente que la solución a determinados conflictos territoriales va a ser la que fue siempre: dialogar y dotar a los territorios de suficiente autogobierno para que se sientan representados en el ámbito estatal. Esto no llevará la mismo dinámica que llevó en el 78 con la construcción del Estado de las autonomías, porque esa necesidad existe en algunos sitios y no es una prioridad en otros. Hablo de Euskadi y de Cataluña, que en esta momento tienen el reconocimiento de nacionalidad histórica al mismo nivel que Galicia.

Lo que nos jugamos es que haya un gobierno que se coloque al frente del país y que represente al país antes que a cualquier otra cosa. De eso dependerá que Galicia se suba a ese tren o que se quede en segunda división. Veo que el PP está encantado de que estemos en segunda división. Igual que cuando empezaron las políticas de austeridad de Rajoy. Feijóo se apuntó el primero para decir: “Yo, el más austero de todos”. Ahora cuando se formulan esas políticas que pretenden impedir la mejora del autogobierno en algunas comunidades, Feijóo se colocará el primero para decir: “Yo, más que nadie”. Y el resultado será que Galicia se quede en segunda división.

De forma telegráfica, ¿qué dos consejos darían como 'manual de resistencia' para un gobierno de coalición?

A.Q.: Por decir dos, el convencimiento compartido de todos los que participen en el Gobierno de que es un éxito que todos tengan visibilidad política para cumplir el programa conjunto. Y dos, que un gobierno en Galicia sea de uno, de dos, de tres o de los que sean, tiene una misión ineludible y prioritaria: construir una interpretación de la realidad del país alternativa a la del PP. Cuando desde el otro lado se comienza a aceptar la realidad que hace el PP y se aceptan todos esos cuadros chinos que presenta, estamos comenzando a cavar nuestra propia derrota. Es importante. Un cambio de gobierno en Galicia -pasó con nosotros y pasará inexorablemente otra vez- supone también un cambio… iba a decir un cambio de régimen, pero suena muy mal. Un cambio de época, de interpretación y de paradigma porque, entre otras cosas, van a ser otras personas las encargadas. En este país hay mucha gente que lleva toda la vida viviendo alrededor del Gobierno. Eso hay que superarlo.

E.P.T.: Comparto las ideas que colocaba Anxo encima de la mesa. Por añadir alguna cuestión complementaria: lealtad máxima al programa común de acción del Gobierno. Es decir, tiene que haber un programa común, un proyecto común de país, entendiendo que hay un único gobierno y por lo tanto la lealtad a esa gobernación conjunta del país. A partir de ahí, coincido en la segunda: creer en ese proyecto. Creer plenamente en el proyecto, que es lo importante, creer en Galicia.

Antes hablaba del errores de que el pacto de gobierno non incluyese cláusulas de control. Una solución puede ser explicitar mejor el manual de uso?

E.P.T.: En toda acción de gobierno sería bueno que hubiese instrumentos de seguimiento de lo acordado y, sobre todo, un instrumento para resolver los conflictos puntuales y la confrontación interna que pueda haber. Que los hay, porque hay comisiones de secretarios que se reúnen antes de cada pleno del Consello da Xunta. Nosotros tuvimos una comisión de seguimiento. Recordarás [se dirige a Quintana] que establecimos de mutuo acuerdo una comisión de seguimiento. Se reunió al principio varias veces, pero después murió porque es tal la urgencia de la tarea de gobernar que al final tiras adelante.

¿La posibilidad de un gobierno de coalición es la misma sea quien sea la segunda fuerza más votada en las elecciones del 5 de abril?

A.Q.: A mí me gustaría decir que sí. Entiendo que sí, que así debería ser. Tengo que decir que nunca escuché por parte de los que en aquel momento eran responsables del Partido Socialista tanto en Galicia como en Madrid, porque tuve la oportunidad de hablar con Zapatero de esta cuestión, nunca escuché el axioma de: “Hay gobierno si somos nosotros”. Los ciudadanos deciden quién es el que tiene mayor representatividad. Y como es lógico democráticamente, quien tenga mayor representatividad tiene la responsabilidad de ser consecuente con el gobierno y con presidirlo. Entiendo además que la situación política en el Estado no da para otra cosa. Sería totalmente impensable otra consideración y lógica. Sobre todo en un país como Galicia, en el que no existe ningún problema territorial insalvable que vaya a poner en distorsión el conjunto de la política española. No hay ninguna para que no sea así.

E.P.T: Desde el punto de vista de la lógica democrática es impecable. No tiene por que ser una preocupación. Desde el punto de vista de la factibilidad del cambio, creo que porque son culturas y tradiciones políticas diferentes y el electorado las ve de forma diferente, es fundamental y me atrevería a decir decisivo que el presidente del gobierno sea del Partido Socialista. Por razones de sociología electoral.

Hoy por hoy aún resultaría difícil en España ver Izquierda Unida o Podemos al frente de la Presidencia del Gobierno. No creo que diga nada raro. Me da la impresión de que sociológicamente hoy es así. No sé si pasado mañana lo será. En Galicia aún ocurre así. No digo que democráticamente sea algo malo. Pero yo estoy fuera de la acción política y, por lo tanto, no me preocupa. No trato de arrimar el ascua a ninguna sardina, no estamos en un acto electoral.

Y quería decir una última cosa. Cuando hay fuerzas políticas con las que parece que habría que contar para ese gobierno de cambio y que dudaban de manera extraordinaria de la Constitución del 78, de los valores fundamentales que iluminaron a Constitución democrática de este país, que piensan que hay que partir de cero y todo esta por descubrir… Introducen un factor de riesgo. El PsdeG y el BNG tenemos una tradición y una visión diferente de todo. Esas dos fuerzas son fundamentales. Porque lo otro sí que me preocuparía.

Pero se refiere a una fuerza que está ostentando la vicepresidencia del Gobierno.

E.P.T: ¿Quién?

Podemos.

E.PT.: Sí.

Entendí que hablaba de Podemos por el tema de la discusión del régimen del 78...

E.P.T.: Sí, a Podemos y a todas las llamadas forzas rupturistas y soberanistas. Claro que puede estar en el Gobierno, pero usted preguntaba si era lo mismo estar desde la vicepresidencia que estar en otra posición de Gobierno. Yo lo que respondo es que es fundamental que la presidencia la tenga, desde el punto de vista de la confianza ciudadana, una fuerza política que no ofrezca ninguna duda. Introducir elementos de ruptura en una posición tan decisiva es un riesgo que no debemos correr.

Llevamos un tiempo hablando de la posibilidad de un gobierno de coalición por su presencia aquí, pero hay otra opción: que Alberto Núñez Feijóo gane las elecciones por mayoría absoluta y repita mandato. ¿Agotará la legislatura en Galicia o es su último billete para irse a Madrid y llegar como un barón fuerte ante Casado para intentar dirigir el PP?

E.P.T.: La verdad es que, a día de hoy, me niego a elucubrar sobre Feijóo. Tanta elucubración durante tanto tiempo, tanto juego de comunicación sobre lo que va a hacer Feijóo, su compromiso con Galicia o no, está pensando en Madrid, está aquí porque no le dejaron irse... No me interesa. Me interesa pensar que el país necesita un cambio y en la responsabilidad de los que tienen hacer que hacer ese cambio. Espero que ocurra y no tengamos que preocuparnos ni contestar a la pregunta de si es el último billete de Feijóo.

A.Q.: Estoy fuera de cuales pueden ser las pretensiones del presidente de la Xunta. Lo que creo es que Feijóo toma decisiones guiadas solo por perspectivas personales y coyunturales. Nunca por cuestiones de Estado ni de país. Convoca las elecciones porque considera que es lo que partidariamente más le convienen. A la vista de todas las noticias que salen después de la convocatoria, seguramente hasta tenga razón. Cuanto antes mejor. Lo que resulta preocupante es que se pueda dar posibilidad, no negada por los actores, de que Galicia sea utilizada como escenario de teatro en el que se va a representar una obra solo para ver si después hay posibilidad de hacer una gira por toda Europa con tu espectáculo. ¿Eso es país para el PP? ¿Eso es Galicia? Nos jugamos mucho este 5 de abril. No quiero un presidente que use mi país para hacer no sé qué tipo de proyección personal. No es para eso. Si está en esa dinámica, difícilmente podrá cumplir el papel tan importante que debe cumplir el siguiente presidente ou presidenta: colocar el país en el vagón de cabeza del Estado y no en el vagón de segunda división. Está inhabilitado para hacerlo.

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